LA SEÑORA DE LA TORRE MÁGICA

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Su presa estaba cerca. Nates lo podía oler.

Llevaba unos días de cacería en Chadwick, rumores indicaban que la persona que le ordenaron buscar fue vista en los barrios del imperio, juntándose con las ratas que ahí se reunían. Días atrás, ocurrió un ataque en el imperio de Menevras que cobró la vida de dos magos, dejando otro grupo de heridos y el lago Vitta destrozado así como manchado por primera vez en siglos de sangre. La razón se debió al estallido de magia del maestro Deckard, estallido que hizo explotar a su vez a las quimeras oscuras que lograron abrirse paso en el imperio.

Quimeras que se atrevieron a herir de gravedad a la dama Verónica.

Ahora con la dama a salvo y fuera de peligro, Nates reemprendió su búsqueda. Chadwick, por suerte para él, no era un imperio grande. Rasluan sí hubiera sido más agotador ya que la extensión de tierra que poseía era enorme, buscar a un individuo, todavía teniendo un rastro de olor, iba a tomarle semanas. Chadwick seguía siendo casi más extensa que Menevras, pero nada que él no pudiera lidiar. Por otro lado, tenía que agradecer el agradable clima cálido del imperio. La dama Verónica solía quejarse de que, en aquel escape que se dio al imperio, el calor había sido fatal, pero para un dragón de sangre fría como él, el clima árido y caliente de Chadwick era ideal.

Aquel aroma le hizo detenerse en el aire, cercano a un barrio en el noreste del imperio. Más al este empezaban los desiertos y el campo abierto, un área poco adecuado para esconderse gracias a la falta de zona boscosa. Buena parte de Chadwick se limitaba a eso, a grandes parcelas desprovistas de árboles, con nada más que amplios desiertos. Dado que estaba en la última parte de la ciudad, definitivamente tendría que encontrar a su presa ahí.

Nates recorrió los callejones. Eran callejones rectos, sin desvíos ni desembocaduras, en contraposición a Menevras o Rasluan cuyas calles parecían un laberinto donde un callejón converge en otro y que a su vez tiene otros tres desvíos diferentes. En Chadwick los terrenos son amplios pero las ciudades son pequeñas, únicamente se permitieron extenderse cuando instalaron el primer tranvía en la ciudad vecina.

El olor de su presa se volvió más intenso. Los ojos del dragón se afilaron, su instinto alerta indicando que estaba cerca. Por fin, luego de días de intensa búsqueda, lo vio. Estaba saliendo de un edificio, la capa oscura echada sobre la cabeza, como si buscara mimetizarse con la oscuridad de la noche. Nates ronroneó de gusto, se lanzó hacia su presa, abrió su hocico y clavó sus dientes en su glúteo izquierdo.

Ronroneó aún más al escuchar el placentero grito de dolor de su presa.

Había encontrado a Eciar.

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El suave ronroneo de Nates hacía eco en los fríos calabozos del palacio real de Menevras. Eciar estaba recostado boca abajo en el catre, la dura mordida del dragón recorría desde su nalga izquierda, bajando por el glúteo a la pierna, también subía a su cadera y baja espalda. Había escuchado de la saliva tóxica de los dragones, una mordida de ellos y no contabas con mucho tiempo de vida. Según le informó el dragón, su saliva no era mortal, tan solo afectaba los nervios del cuerpo causando mucho dolor por unas horas.

Él no podía moverse ya que le causaba dolor. No podía respirar porque le causaba dolor. Incluso el no hacer nada, el permanecer quieto, le causaba dolor. La sensación se asemejaba a pinchazos de gruesas agujas en la carne de forma intermitente pero continúa.

El sonido de la puerta principal de los calabozos abriéndose, luego los pasos de alguien que se acercaba trajo su mente al presente. Cuando giró la cabeza hacia las rejas, primero vio al dragón sentado al otro lado, vigilando. Su cola se ondeó como un cachorro complacido, si fuera humano estaría sonriendo con malicia.

✓ No Seguiré ese Destino [Destino #1]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora