7. EL CHICO DEL ANTIFAZ

456 66 10
                                    


El chico del antifaz lo llevó a un pasillo aislado de la zona de pub, y atravesaron una de las decenas de puertas.

Dentro los esperaba una habitación, coronada por una cama con dosel y colores violeta, sumida en un ambiente con olor a flores.

Definitivamente, no era un prostíbulo al uso. Green siempre recurría a lo exquisito, incluso para sitios como aquel.

Una vez dentro, el chico se giró hacia él, le sonrió de nuevo y comenzó a desbotonarle la camisa.

Tony lo frenó, sujetándole suavemente las manos.

—No.

—¿Prefieres desnudarte tú?

—No.

—Prefieres hacerlo con ropa. No hay problema.

—No, no es eso.

Se separó de él, pasándose una mano por el cabello grisáceo.

—¿Qué edad tienes? —le preguntó al chico.

—Veintiuno.

—Eres un crío —resopló, volviendo a acariciarse el pelo con nerviosismo—. No puedo.

—Me pagan por ello.

—Con más razón —le explicó—. No voy a acostarme contigo a cambio de dinero, porque es evidente que te están forzando.

—Como quieras —Se encogió de hombros, despreocupado—. Si no lo haces tú, vendrá otro. No eres el primero ni serás el último esta noche —Le sonrió con sinceridad—. Pareces simpático.

—Eso es porque no me conoces —terció, paseándose por la habitación.

Quería marcharse, pero a su vez no podía hacerlo. Leonard, si no se había ido ya con alguien a una de las habitaciones, estaría esperándole en el pub.

Se sentó en un lateral del colchón. No quería acostarse con él. No podía. Simplemente no podía hacerlo.

—Entonces... —le dijo el chico, dubitativo.

—Escucha, niño. Eres muy amable, y lo agradezco, pero no voy a tener sexo contigo.

—Tu jefe te ha obligado un poco —observó, riéndose.

—¿Te hace gracia? ¡No tiene nada de gracioso!

El muchacho se sentó a su lado.

—¿Podrías hacerme un favor? Aunque no quieras hacerlo, ¿me pagarías y te quedarías diez minutos aquí conmigo? A mi jefe no le gustará que un cliente entre en mi habitación y salga tan rápido y sin pagar. Sí que valora la rapidez, porque eso significa poder tener más clientes, pero si es demasiado rápido, y además sin pagar, se enfadará.

—Lo haré —asintió—, pero me quedaré media hora. Yo también quiero que mi jefe piense que me estoy divirtiendo, y diez minutos sería un atentado contra mi masculinidad.

—Media hora es mucho tiempo —se quejó—. Mi jefe podría pensar que no estoy esforzándome lo suficiente para llevarte al orgasmo.

—Veinte minutos. Ni para ti ni para mí.

—Hecho.

El chico se subió a la cama, cruzándose de piernas. Ladeó un poco la cabeza mientras observaba, sin escrúpulos, a su cliente.

—¿Puedes quitarte el antifaz? —le pidió Tony, ya que le ponía nervioso no poder ver su rostro.

—No puedo. Son las reglas —respondió, escrutándole más intensamente—. ¿Cómo te llamas?

No pensaba decirle su nombre. Aunque se había arreglado el estropicio de su rostro, años atrás, y este no había quedado exactamente igual que el que tendría que lucir si no hubiera tenido el aparatoso accidente, aún había personas (pocas, pero había) que le reconocían, y no quería arriesgarse a que se supiera que Tony Stark, el mismísimo Tony Stark, había pasado la noche con un prostituto.

—Robert —mintió—, ¿y tú? ¿Puedes decirme tu nombre, o también es secreto de sumario?

El chico soltó una pequeña carcajada.

—Me llamo Tom.

—Y bien, Tom, ¿cómo es que has acabado en este antro?

—¿Antro? —Enarcó una ceja, acariciándose las rodillas. Tony se descalzó también, sentándose de piernas cruzadas frente a él—. No está tan mal. ¿Has visto la calidad de los muebles? Es un sitio de lujo.

—Ya sabes a qué me refiero.

El chico puso los ojos en blanco.

—Es una larga historia. ¿No prefieres hablar de ti? ¿A qué te dedicas, Robert?

—Trabajo en una empresa tecnológica. Dirijo uno de los departamentos y hago también alguna campaña de marketing de vez en cuando.

—Eso suena bien.

—Era mejor tiempo atrás, pero tampoco puedo quejarme de lo que tengo.

El chico asintió, y un bostezo se hizo con él a pesar de que intentó evitarlo.

—Lo... lo siento. He trabajado mucho hoy y estoy bastante cansado.

—¿A qué hora acabas? —le preguntó el mayor.

El chico metió una mano por debajo del antifaz para frotarse un ojo.

—Depende. Tengo que conseguir unos objetivos cada noche, los cuales me asigna mi jefe, y hoy necesitaré tres clientes más, como mínimo, para llegar a la cantidad que me ha pedido —Volvió a bostezar—. ¿Te importa si duermo un poco? Necesito recargar las pilas.

—No hay problema, Tom —respondió, mirándole con cierta lástima—. Descansa.

Apenas tardó cinco minutos en quedar profundamente dormido. Tony le miró. La lujuria que inspiraba aquella habitación contrastaba con la dulce imagen del chico, acurrucado en el colchón y durmiendo como un angelito.

Sintió el impulso de levantarle el antifaz, pero su raciocinio hizo acto de aparición. Si, por normas del local, los clientes no podían verle el rostro, él no pensaba transgredirla sin el consentimiento de Tom.

Suspiró. Thanos creía fervientemente que la causa de todos los problemas era la sobrepoblación, y por ello eligió el genocidio como drástica solución.

Se suponía que, habiendo reducido el número de habitantes en el planeta, todo iría mejor. Se erradicaría la pobreza y la hambruna, y nadie tendría que recurrir a medidas desesperadas para ganar dinero.

Sin embargo, la desaparición de tantísima gente también había llevado a varias empresas a la quiebra. El trabajo, lejos de sobrar, escaseaba más que nunca, y la producción global había bajado considerablemente.

Allí se hallaba, en un maldito puticlub, donde acudía gente que creía que tenía el derecho de comprar cuerpos ajenos para su propio disfrute, y donde Tom había acabado, seguramente desesperado al no conseguir un trabajo que le pudiera mantener, lo que significaba que ni siquiera los sueldos eran más justos.

El genocidio no había servido para nada. Más bien, había empeorado la vida de muchísima gente, entre ellas la suya, y sin duda la de aquel pobre muchacho.

Ojalá hubiera podido cargarse a ese maldito titán.

____________

Capítulo breve. Espero que os haya gustado ^^

Se os quiere!

Eider

El chico del antifaz (Starker)Où les histoires vivent. Découvrez maintenant