Rayos

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Daegu, 11 de enero del 1998.

Querida alma gemela:

Los días se han vuelto muy monótonos desde que comenzaste a trabajar de repartidor. Ya no tienes tiempo para tocar el piano y tus ratos libres los pasas visitando a Taehyung o llevándolo a los parques a divertirse. Puedo decir que aquellas salidas son la única entretención en nuestra aburrida semana. Ya quiero que comience marzo para que la primavera suavice nuestras tardes.

Ayer no tuve tiempo para escribir otra carta, pero hoy lo he hecho porque tenía bastante que contar. Comenzaré.

Estabas agotado por el día de entregas a los lugares más lejanos de la ciudad. Fue como si los humanos encargados de darte las direcciones se hubiesen puesto de acuerdo para darte las más alejadas a gusto. En fin, lo hiciste de maravilla como siempre; sin embargo, ya para el último viaje no querías más guerra y creo que te cayó como una bomba justo en la espalda.

- Este es el último – te dijo el muchacho cargándote de comida – Luego puedes irte a casa. Has hecho un buen trabajo hoy.

- Gracias – dijiste colocándote el casco antes de echar a andar – Nos vemos mañana.

- ¡Adiós! – se despidió viéndote alejar entre las calles.

Yo desplegué mis alas y eché a volar sobre tu cabeza. El sol salió por la mañana y no tenía intenciones de esconderse a pesar de que estábamos en pleno invierno. Era una tarde fantástica, aunque muy llena de trabajo.

- A ver... – balbuceaste leyendo el número indicado en el papel. Ya estábamos frente a un enorme edificio con muchos ventanales. Lucía costoso – Debería ser en el octavo piso, creo.

Eché un vistazo al papel sudado que traías en tus manos. No entendía nada.

- Buenas tardes – te saludó el conserje. Adelante.

- Gracias.

Eso se veía pesado... ¡Cuánto me habría gustado ayudarte a cargar esas enormes bolsas de comida! Y quizá probar un poco, no lo niego, nunca he comido alimento de humano.

- Aquí no es – refunfuñaste soltando un bufido una vez estuvimos arriba – Era un piso más abajo.

Rodaste los ojos y marcaste el ascensor otra vez. Tus manos se veían rojas de cargar esas bolsas y lucías tan cansado que me dolía el pecho. Podría cansarme de solamente verte en esas condiciones.

De tres golpes a la puerta y una llamada al timbre del costado te preparaste para coger aire. Tenías que lucir fresco para entregar el pedido, sin embargo lo que te encontraste al otro lado de la puerta te descolocó.

- Buenas tar-

El chico que comenzó a hablar se detuvo de golpe al verte allí de pie arrastrando dos bolsas de comida.

- ¿Yoongi?

No sabías qué decir. Yo a él lo conocía, era el muchacho que fue a tu casa en aquella ocasión donde habías intentado suicidarte.

- SeokJin, hola.

El chico parecía desconcertado. No entendía muy bien la situación a pesar de que era clara.

¿Podrías recibir sus bolsas por favor? No sabes lo agotado que está por traerlas hasta acá.

- P-pero – tartamudeó – ¿Qué haces con...?

Él miró tus manos aferradas fuertemente a las bolsas y rápidamente te las quitó de encima. Tus manos aliviadas lo agradecieron, aunque tu mirada no. Por alguna razón parecías temeroso.

QUERIDA ALMA GEMELA | YOONMINDonde viven las historias. Descúbrelo ahora