El chico con alas

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Daegu, 14 de diciembre del 1997.

Querida alma gemela:

Hoy tengo mucho tiempo para escribirte porque estás dormido. Ha pasado un mes desde el incidente en tu automóvil y todavía sigues preguntándote cómo es que mágicamente te teletransportaste desde allí hasta tu cama. Decidiste dejar de beber hasta emborracharte exactamente por lo mismo y eso me causa mucha gracia.

Aquello quedó en el olvido y ahora mismo no es más que una pesadilla para ti. Espero que no vuelvas a hacerlo, tengo mis ojos puestos en ti todo el tiempo.

Por la mañana indagué en la estantería que tienes al costado de tu gran piano de cola. Tienes muchos libros curiosos que me llamaron la atención. Nunca había leído cuentos infantiles, pero creo que se han convertido en mi temática favorita.

Asumo que los tuyos son los de misterio porque tienes un montón, pero tranquilo que no los tocaré. Parte de mí agradece que seas un dormilón porque eso me da mucho tiempo para seguir mi lectura cada mañana.

¿Sabes lo que más adoro de los cuentos infantiles? Ninguna historia termina en muerte, ni en este libro, ni tampoco en la vida. Lo que sucede después de la muerte es un asunto fenomenal, una vida eterna lejos del dolor y las malicias que hay en la tierra todos los días. Así que, en comparación a la muerte que narran tus historias de crímenes y misterio, hay un error garrafal impreso.

Como sea, adoro los libros infantiles porque los personajes son divertidos y las imágenes muy coloridas. Una sola página es suficiente para alegrar mi mañana y mantenerme ocupado hasta que despiertas.

A eso de medio día seguía sumergido en mi lectura. Ya estaba releyendo el mismo libro por segunda vez, cuando unos pasos sonaron por el pasillo y entonces tú apareciste con el cabello hecho un desastre y ojos adormilados.

Me pareció una imagen encantadora. Dejé el libro en el piso y corrí hacia ti con una sonrisa mientras te rascabas la nuca medio dormido.

No podías verme, pero me pareció notar que pudiste sentir mi presencia por un segundo. No sé si eso sucedió realmente o fue mi cabeza queriendo que ocurriese, pero miraste hacia atrás y luego hacia ambos lados completamente confundido. Pensé que habías olvidado algo, así que miré también como un idiota. Luego volviste a tu caminata hasta el baño y esperé pacientemente a que terminaras tu ducha.

Media hora después ambos estábamos sentados en los taburetes de la cocina. Tú mirabas tu comida con fastidio y yo te veía comer como si fuera un espectáculo único en el mundo.

Tu medicina estaba allí también, pero no podías verla porque la botella de agua la tapaba, así que tuve que ingeniármelas para que tus ojos la descubrieran.

Con sigilo tiré uno de tus palillos al piso, y justo cuando te agachaste para recogerlo, moví el frasco con pastillas frente a tu platillo de fideos. Lo miraste asombrado como si no recordaras que lo habías puesto allí, y luego de gruñirle como un cachorro furioso, tomaste tu medicina.

- Estas porquerías me causan mucho sueño – suspiraste.

No lo sabía. Me estiré un poco descortés por el mesón para leer las instrucciones que ponía y me sorprendí al leer los efectos secundarios que producía.

Perdóname alma gemela, no sabía que tu sueño prolongado era debido a la medicación y no porque naturalmente eras así. Tengo que aprender muchas más cosas de ti. En este mes que llevo contigo ya sé muchas cosas, como por ejemplo que odias el sol que se cuela por la cortina y te molesta en la cara, es por eso que me escabullo en tu habitación para cerrarlas cuando no recuerdas hacerlo por las noches; también que estás cansado de comer fideos, pero no tienes ánimos para cocinar y por eso compras comida preparada; parece que odiaras todo aquello que se mueve, pero adoras los gatos que llegan a tu patio trasero pidiendo alimento; crees que los días nublados son mejores que los soleados, y también piensas que el mundo es un asco, pero cuando tocas el piano el mundo que creas para ti mismo es fantástico.

QUERIDA ALMA GEMELA | YOONMINWhere stories live. Discover now