Alas

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Daegu, 23 de diciembre del 1997.

Querida alma gemela:

Lo siento si no he escrito desde mi última carta. No he tenido tiempo para coger lápiz y papel debido a lo ocurrido estos últimos días.

Mañana es noche buena y no parece que estuviéramos de festividades porque el ambiente dentro de tu casa es deplorable. Aprovecho este momento en el que estás dormido frente a la chimenea bien aferrado a tu libro favorito de misterios para escribirte con la esperanza de que algún día me leas. Tengo muchas cosas que contar.

La noche que volví luego de terminar mi trabajo encomendado, el cielo no era lo único que estaba de color gris, sino que también tu mente. No sé qué rayos habría estado pasando por tu cabeza pero tus ojos eran oscuros, más oscuros que de costumbre. Tal vez miles de pensamientos te estuvieron atormentando, siendo más y más maliciosos en mi ausencia hasta tal punto que cuando volvías a casa te detuviste frente al puente que cruzamos esa misma tarde y te lanzaste al vacío dejando todo atrás. Incluso a mí.

Lo recuerdo perfectamente. Te miré desde la oscuridad, se hacía de noche y estaba más frío que de costumbre.

- Volvamos a casa – te dije, sin embargo mis palabras fueron arrastradas por el viento que te azotaba en la cara.

- No aguanto más...

La luna estaba escondida tras las nubes que amenazaban con estallar en cualquier momento como si esperaran el momento justo de tu partida para echarse a llorar y empapar la ciudad de lágrimas.

Te miré con lágrimas cayendo por mis mejillas. Un ángel de la muerte llorando por la presagiada muerte de su amado, ¿no es cómico?

- Eres más fuerte que esto – te susurré esperando que me escucharas. Cogí tu mano, besé tu mejilla y por un momento creí que lo habías entendido. No fue así.

Tu cabello danzó por los aires dejando a la vista tu más preciosa frente mientras te entregabas al vacío. El tiempo pasó lento, demasiado lento para mí, a tal punto que pude apreciar la belleza de tu rostro iluminado con la tenue luz de las farolas que eran testigos de lo ocurrido. Una lágrima escapó de tus ojos cerrados mientras caías al agua y no me dio tiempo para apartarla porque ya estabas lo suficientemente lejos de mí como para tocar tu dulce mejilla.

Te vi caer al agua con un dolor en mi pecho como si me lo apretaran con fuerza.

- ¿Qué pasaría si los mortales pudieran ver a los ángeles? – me pregunté – Si pudieras verme y darte cuenta de que no estás sólo en este mundo, de que existe alguien que te ama con toda su alma y desea con todas sus fuerzas que seas feliz...

Seguías cayendo. Los segundos parecían infinitos mientras más lejos estabas de mí. Te estabas alejando y lo único que pude hacer en ese momento fue lanzar un lirio al agua.

- Si supieras que estoy contigo y que soy un mensajero de Dios, ¿me acogerías?

En cuanto tocaste el agua y desapareciste de mi vista, me acerqué al bordillo, cerré los ojos, extendí mis alas junto a mis brazos y me dejé caer.

- Por supuesto que no, pero te seguiría amando como nadie lo haría...

Me relajaba caer en picado mientras repasaba mentalmente las muchas veces que habías intentado suicidarte.

Lo siento alma gemela, este ángel de la muerte no puede dejar que mueras.

Pasaron horas hasta que te despertaste. Estuve todo el tiempo observándote dormir cálidamente en tu cama intentando alejar aquellas pesadillas que interrumpían tu sueño profundo. Afortunadamente mi canto pareció relajarte y ese ceño fruncido se esfumó.

QUERIDA ALMA GEMELA | YOONMINDonde viven las historias. Descúbrelo ahora