Tu ángel de la guarda

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Tengo la garganta congelada. Este es posiblemente el invierno más helado que ha caído sobre Daegu en estos últimos años y solo a mí se me ocurre salir de casa sin una bufanda y un suéter ligero.

- Que frío... - no sé a quién le hablo realmente, pero lo digo en voz alta de todas formas. Últimamente no me he sentido tan sólo como antes y supongo que eso es debido a que hablo conmigo mismo.

Apresuro el paso hasta la calle que da a mi recinto intentando entrar en calor. Imposible, la más mínima brisa logra congelarme las orejas y el resto del cuerpo como si me convirtiera en un témpano hielo, pero a pesar de lo mucho que odie el frío, admito que me gusta ver el paisaje que me regala esta estación tan intolerable porque todo luce bello cubierto de escarcha.

Ante mis ojos tengo un espectáculo maravilloso. Las casas blancas queriendo pasar desapercibidas por la nieve, los árboles escarchados y charcos congelados al costado de la calle; simplemente una imagen magnífica.

Tanto blanco me recuerdan a las flores que me han acompañado por tanto tiempo y me traen una paz infinita que no puedo describir. Cuidar de ellas es lo único que no puedo olvidar. Podré olvidarme del dinero, de salir de casa sin mi bufanda, o de las llaves, pero jamás de cuidar mis flores.

Mis botas se entierran en la nieve apenas doy un paso en el jardín oculto que conduce a mi casa recordándome que debo limpiar la entrada. Ya lo haré más tarde. Por ahora planeo encender la estufa, beber un café y tumbarme en el sofá a continuar mi lectura. Un plan maravilloso para un día tan frío como este.

Paso las bolsas con las compras de la cena al brazo contrario y saco las llaves de la puerta para abrirla con fuerza. La vieja madera gastada ya me está dando problemas, así que tengo que darle un golpe con el cuerpo para que no se tranque.

De un tropiezo tiro las bolsas con latas de sardinas, verduras y granos de café al piso. Incluso una de las latas rueda bajo el sofá perdiéndose entre el polvillo.

- ¡¿Qué demonios?!

Alguien dejó una caja en medio de la entrada.

- ¿Hay alguien aquí? - pregunto reponiéndome de inmediato. Salí de casa hace una hora más o menos y absolutamente nadie además de mí tiene llaves, así que es imposible que alguien entre y deje ese paquete tan desinteresadamente en medio del pasillo.

Echo un vistazo entre alarmado y desconfiado al resto de mi casa, pero no logro encontrar nada ni a nadie. Estoy sólo y lo más extraño es que no falta nada. Alguien entró a mi casa, dejó esta caja y se fue sin coger nada a cambio.

¿Se trata de alguna broma de mal gusto?

Atrapo el paquete con ambas manos, la dejo sobre la mesa del salón y recojo mis compras para llevarlas a la cocina. Tomo un rato buscando cada una de las latas escondidas entre los muebles, y ya cuando al fin las tengo apiladas en la alacena, regreso al salón, tomo la caja y la analizo como si fuera una bomba terrorista.

- ¿Qué es esto?

El objeto no tiene destinatario, es una simple caja con mis iniciales en ella y ya.

Dudoso, saco las llaves de mi bolsillo otra vez y raspo la cinta adhesiva hasta romperla. La caja se abre y echo un ojo un poco inseguro.

Es un montón de cartas ¿Acaso el correo olvidó enviármelas un año completo y ahora todas están aquí?

Volteo la caja dejando caer todas las cartas sobre el sofá, algunas caen el piso y otra vuela hasta el costado de la chimenea que sigue apagada. Afortunadamente aun no la enciendo o ya habría pasado a la historia.

QUERIDA ALMA GEMELA | YOONMINजहाँ कहानियाँ रहती हैं। अभी खोजें