Capítulo 42: Josh

572 45 0
                                    

Actualidad...

TENGO UN HIJO CON EL amor de mi vida, y pronto esta será mi mujer.

Aunque aún hay veces en que creo que esto es un sueño del que voy a despertar, pero es oler a mi pequeño, y saber que es real. Los sueños no huelen, ¿verdad?

—Josh, ¿puedes venir un momento?

Han pasado cuatro meses desde que Jarod nació, y Megan ya se ha incorporado al trabajo. Yo por mi parte, conseguí un puesto en seguridad, ¿recordáis al tipo del gimnasio, el qué tenía un tatuaje de un halcón en la espalda? Pues bien, al final resultó que si le conocía, recordé que era un luchador profesional en cuanto me dijo su nombre.

Este tiene una empresa de seguridad privada, y durante un altercado en un bar, el tipo me reconoció, me dijo que buscaba personal para una de sus empresas, y yo, aunque no necesito el trabajo, siempre es bueno estar ocupado, y hombre, el dinero cuando tienes una familia es necesario, porque ser stripper me dio una estabilidad y bastante dinero para vivir bien un tiempo, pero este se acabará tarde o temprano.

—Dime, amor.

—¿Puedes alcanzarme ese paquete de pañales? —me dice Meghan señalándome la estantería superior del cuarto de Jarod.

—Claro.

La cojo por debajo de las rodillas y la levanto.

—¿Que haces? —me pregunta entre risas.

—Ayudarte.

—Ya, pero solo quería que me lo bajaras tú. No es... —No la dejo terminar, cojo el paquete que quiere, y lo dejo sobre la cómoda de nuestro pequeño.

Jarod duerme. Meghan hoy no trabaja, y yo trabajo por la tarde, así que se me ocurren mil y unas maneras de hacer tiempo. Y en todas ellas mi futura esposa estará desnuda y debajo de mí, o encima, aún no lo he decidido.

La dejo suavemente sobre nuestra cama, le levanto las piernas, y deslizó sus bragas por estas mientras ella se muerde el labio. Luego me quito la camiseta, me desabrocho los pantalones de chándal, y me los bajo hasta los tobillos antes de abrirle las piernas e introducirme en ella de una jodida vez.

No sabéis lo sexi que está mi mujer cuando estoy dentro de ella.

Gime, se retuerce de placer, y grita mi nombre cuando alcanza su orgasmo, seguido del mío, claro.

No ha habido una sola vez que no nos hayamos corrido juntos, parecemos estar sincronizados. Y todas y cada una de las veces, ha sido mejor que la anterior.

—Dios, Josh, me has dejado para el arrastre.

—¿Ya no puedes más? ¿Dónde está esa mujer insaciable que no me dejaba ni respirar? —le pregunto recorriendo su estómago con mi dedo índice.

—Se quedó en la sala de partos, ¿te haces una idea del trabajo que conlleva ser padre?

—No, para nada.

—¡Oye! No te burles, aunque también trabajas, no tienes que salir cada dos horas para dar el pecho, por no hablar de que también de noche me reclama para comer, estoy exhausta —me dice intentando levantarse.

—¿Adónde crees que vas?

—Josh, por favor, ten compasión de mí.

¿Acaso ella la tuvo conmigo durante el embarazo, cuando tenía las hormonas por las nubes, y me perseguía para montarme como a un semental?

Le doy media hora, después de todo yo también necesito unos minutos para estar a punto, pero solo media hora, después quiero mi segundo asalto antes de irme.

No voy a dejarla escapar, de eso ni hablar. ¿He dicho ya que mi mujer me pone muchísimo?

Aunque casi la pillo a punto de quedarse dormida después de darle de comer a Jarod, he conseguido lo que yo quería, una sesión de sexo antes de ir a trabajar.

Me voy con una sonrisa en la cara, al ver como Meghan ronca en el sofá desnuda. Le he puesto algo por encima, no quiero que se resfríe, mi chica necesita estar sana para cuidar de nuestro hijo, ese pequeñajo tiene cada vez más energía.

Dije que quería estar presente en la crianza de nuestro hijo, y aunque pueda parecer que ella lo hace todo, no es así, por las noches cuando ella duerme, yo me ocupo de que Jarod coma, aunque ella no sea consciente, pongo a nuestro hijo al pecho, o le doy biberones de leche materna, y cuando no trabajo, prácticamente me ocupo de él para que ella puede descansar, es lo que haría cualquier padre, porque los dos somos responsables de esta criatura, y aunque ella lo parió, los dos lo trajimos a este mundo y es nuestro deber cuidarlo.

¡Y que coño, a mí me encanta!

—Esta noche hay una gala de beneficencia —dice Andrew, mi nuevo jefe—. Y los presentes se dejarán la pasta en la subasta, así que os necesito a todos aquí esta noche. Hay mucho dinero en juego.

Los chicos y yo nos ponemos nuestros equipos, y aunque yo no porto armas de fuego —fue una de las pocas condiciones que le pedí a Andrew—, me pongo mi chaleco antibalas por si acaso.

Llevo una porra y esposas por si tengo que reducir a alguien, y tengo que llevar una navaja por si las cosas se ponen feas, pero rezo todos los días para no tener que usarla.

Esto es más peligroso que ser Stripper, pero, por suerte mi trabajo solo consiste en vigilar las salidas y las entradas de los locales que Andrew tiene en la ciudad, y suelo trabajar de lunes a viernes, y nunca de noche, excepto una vez al mes cuando hay una de estas fiestas privadas.

La gala se realiza sin ningún problema, los invitados se van poco a poco y las ganancias se las lleva un servicio de seguridad externo, por lo que la posibilidad de que intenten robarlo, son nulas, así que mi trabajo a terminado por hoy.

—Me voy, jefe —le digo a Andrew al pasar por su despacho.

—Bien, chico —me dice levantando la mano sin mirarme, está firmando papeles y parece ocupado—. Hasta mañana.

Salgo por la puerta de atrás como cada día. El edificio aparte de ser de oficinas, tiene una sala de actos donde Andrew celebra estas fiestas, dice que por ser más fácil que cambiar el lugar continuamente, así que es aquí donde yo trabajo la mayor parte del tiempo.

—Eh, tú —me dice un tipo que sale de no sé dónde—. Dame la cartera.

—Tranquilo, voy a dártela, pero aparta ese cuchillo de mí.

—Date prisa, capullo.

El tipo me apunta con el cuchillo como si esperase que yo actuase, pero no soy estúpido, ni llevo dinero en efectivo, y las tarjetas se pueden anular, pero la vida no se puede volver a activar una vez muerto, así que no pienso resistirme.

Saco la cartera del bolsillo de atrás, y la abro, veo la foto que les hice a mi familia el día que nació Jarod, y eso es lo único que saco antes de dársela.

—¿Que es eso?

—Una foto —le digo y se la muestro.

—¿Te he dicho yo que saques eso?

—No la necesitas, es solo una foto.

—Me importa una mierda —me dice y da un paso hacia mí—. Dámela.

Y una mierda, eso sí que no.

Mi negativa le cabrea, así que se abalanza sobre mí y consigo esquivarlo, pero no lo suficientemente rápido.

—¡Joder!

9 Meses para conquistarte [+18]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora