CAPÍTULO OCHO ~Extraña quietud~

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     Henry irrumpe en la cocina y se acerca a un ocupado Tobías, parándose justo frente a la mesa en donde el chico trabajaba sumamente concentrado. Tobías detiene su trabajo por una milésima de segundo y eleva los ojos para ver quién le tapaba la luz.

- ¿Pasa algo Jefe? —Pregunta bajando los ojos, siguiendo con su trabajo—

- Dijiste que tu nueva amiga es pintora ¿No?

- Así es.

- Me gustaría pedirle que haga un mural acorde a la temporada de invierno ¿Podrías preguntarle?

- ¡Por supuesto! —Asegura Tobías elevando nuevamente los ojos, sonriendo de oreja a oreja—

Con una de sus pesadas manos, Henry suelta una palmada en la espalda de su empleado y se marcha complacido, dejando al joven retorciéndose con dolor. Como un río que desemboca en el mar, las horas siguen su curso y el día llega a su fin. Tobías llega exhausto a su hogar, pero libre de quejas ya que cobraba un buen salario. Tras ducharse, ponerse cómodo, cenar y descansar un rato, el pastelero toma su teléfono y llama a Mirela; la chica responde el llamado al segundo tono.

- Oye Mirela ¿Qué tipos de trabajos de pintura haces?

- ¿A qué te refieres? —Pregunta extrañada—

- Me refiero a que si pintas murales.

- Si los pinto ¿Por qué?

- Ya que llegó la temporada de invierno, mi jefe va a remodelar el local y quiere hacer un mural. Creo que la pintura de invierno que vi la otra vez es perfecta para la ocasión.

- Pero todavía... no la he terminado —Confiesa Mirela con algo de vergüenza—

- No creo que debas preocuparte por eso, sin estar terminada es una preciosidad.

Mirela, algo vacilante, decide aceptar la propuesta de trabajo.

- Dile a tu jefe que pasaré a presentarle la idea mañana, luego de que mis clases terminen.

- Muy bien, te enviaré la dirección por mensaje.

- De acuerdo, hasta mañana.

Tobías cuelga la llamada tras darle las buenas noches a su amiga y acto seguido, le envía por mensaje la dirección de la cafetería Arami.

Al día siguiente, pasadas las cinco de la tarde, Mirela se presenta en la cafetería acompañada por la profesora de dibujo Liliana García; una mujer delgada, de tez bronceada y cabello marrón, compañera de trabajo de la pintora y su mejor amiga, además.

Al entrar en el local, Mirela lo encuentra al momento como un lugar sumamente cálido y relajante que generaba una placentera sensación de confort. Restando el espacio que ocupaba la cocina, la estructura de la cafetería Arami era cuadrada y su salón tenía la actual capacidad de albergar treinta mesas. El piso de parquet tenía cierto color vino tinto debido al barniz usado. El techo y la parte inferior de las paredes estaban pintados de negro y en el intermedio, un color blanco perlado rellenaba el espacio restante. Múltiples lámparas de un sencillo estilo campana se desprendían del techo como delicadas enredaderas para iluminar el salón. A mano izquierda según se entra, se erguía un negruzco estante a reventar de libros y en varios tramos, se podía apreciar blancas macetas con verdosos helechos. A mano derecha se veía la barra, revestida con piedra y madera blanca, con una sección de cristal que permitía ver los productos. En la pared de atrás, visible para todos, reposaba una pizarra con los productos y sus precios escritos con tizas de colores.

LA GUERRA DEL LINAJE DIVINOOnde histórias criam vida. Descubra agora