CAPÍTULO CINCO ~Él~

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     La jornada laboral en la cafetería Arami termina más temprano de lo usual, a las cinco pm. Camareros y pasteleros, cada uno con su tarea, se encargan de dejar todo limpio para el día siguiente. Las sillas son recogidas, las mesas de afuera resguardadas adentro, los platos, utensilios, envases, cubiertos y tazas ensuciados en las últimas horas se escurren en la rejilla tras ser lavados.

     Conforme terminan sus labores, los trabajadores se van cambiando y retirando del local. Uno de ellos es Tobías, que antes de irse se acerca a su jefe.

-          Señor Henry ¿Sobró algún dulce del día?

-          Sí. Están en la nevera.

-          Tomaré dos entonces.

     De los pasteleros solo estaba Luis presente y por parte de los camareros, los más cercanos a Tobías eran:

     José; su piel morena era un poco más clara que la de Tobías, su cabeza estaba rapada a los lados y el cabello que rellanaba el centro, era rizado y estaba contenido por una coleta.

     Y Vanessa; de tez clara, cabello rubio teñido y cortado a la altura de los hombros, y ojos como el carbón. Tanto en apariencia como en dureza, decían sus compañeros. 

     Ellos tres, que habían escuchado todo, vieron la oportunidad perfecta para molestar a su compañero y Henry, viendo sus intenciones grabadas en sus caras, no pensaba quedarse fuera.

     Tobías va hasta la cocina y de la nevera saca los dulces de su preferencia, los guarda dentro de uno de los empaques que la cafetería usa para los pedidos y vuelve a salir.

-          Listo. Buenas noches a todos.

-          Alto ahí. —Le frena su jefe, cerrándole el paso con su recio cuerpo— ¿Dos postres? Eso es inusual.

-          Eso es verdad Jefe ¿Tu mamá está de visita Tobi? —Pregunta Luis acercándose—

-          Aunque lo estuviera, normalmente le lleva solo uno por sus diabetes —Dice José— ¿Qué piensas tu Vane?

-          Pienso que Mamá Palacios solo viene de visita a mediados de la temporada de invierno, que es cuando su trabajo se aligera.

     Entre cada pregunta y suposición, Tobías termina acorralado contra la barra. Las interrogantes e insistentes miradas que recibía le hicieron ponerse ligeramente nervioso y tenía el presentimiento de que responder podría ser una mala idea pero, aun así, lo hace.

-          Hay una nueva vecina en mi edificio. Hoy pasaré a visitarla y pensé en llevar algo para compartir.

     El cuarteto estalla de emoción y todos hablan al mismo tiempo: por un lado, Vanessa le otorga un puntaje de diez sobre diez de quien sabe qué mientras que, por el otro, Luis y José palmean su espalda con brusquedad, felicitándolo.

-          Justo cuando creí que estarías soltero por otros diez años —Dice Henry con una exagerada mueca de martirio en su rostro—

     Tobías, captando el malentendido, se zafa del grupo.

-          No sé qué están pensando, pero es solo una amiga, además, nos conocimos hace unos días apenas.

-          ¿Y qué? Yo solo necesito un par de horas para enamorarme —Dice Henry con diversión, soltando luego una imperiosa carcajada— Mire su Alteza, los hombres y las mujeres no están hechos para ser amigos.

     Vanessa se crispa al oír aquello y, como su jefe era mucho más alto que ella, tira hacia abajo del lóbulo de su oreja. Henry gimotea y pide disculpas.

LA GUERRA DEL LINAJE DIVINOWhere stories live. Discover now