CAPÍTULO UNO ~Situaciones Afines~

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Desde las entrañas de la ciudad, una fresca brisa levanta su vuelo desde el suelo hacia el cielo, trayendo consigo maceradas hojas, papeles y polvo. Uno de esos tantos papeles, un anuncio sucio, arrugado y roto, alcanza una altura considerable y se desplaza conforme cae hacia una lejana urbanización. Todos y cada uno de los dueños de las manos que sostuvieron aquel maltrecho anuncio leyeron lo mismo antes de desecharlo por lo cursi y ridículo que era lo que ahí decía. Las pocas oraciones que todavía se apreciaban, rezaban lo siguiente:

"El arte es una sombra inmortal de mundos que solo ciertos corazones pueden vislumbrar y plasmar, siendo una puerta de entrada para aquellos con ojos capaces de apreciar la verdad de su naturaleza"

     Era tarde por la noche y la zona a la que arriba tal anuncio estaba en calma. Las calles, callejones, jardines y aceras estaban vacíos y solitarios, con uno que otro animal callejero buscando comida en la basura. Si se ponía suficiente atención, se podía escuchar un suave rumor proveniente de uno de los edificios residenciales. Dicho edificio, forrado de punta a punta con bloques de trincote, contaba con doce plantas y en el segundo piso se encontraba una lavandería, el lugar responsable del apagado ruido que arrullaba la noche y en cuyas ventanas, fue a terminar adherido el extraño anuncio.

     En la lavandería se encontraba un joven de piel morena y rubio cabello llamado Tobías, el chico estaba agotado y se arrepentía enormemente de haber dejado que la ropa sucia se acumulara.

     <<Hoy el día estuvo muy ajetreado, solo quiero irme a dormir pero no tengo nada limpio para usar mañana>>  Piensa con cierto enojo, luchando contra el sueño a regañadientes.

     El ciclo de lavado finaliza, el joven saca la ropa de la máquina y la mete dentro de la secadora que se hallaba a un lado. Programando un secado de cinco minutos, presiona el botón de inicio y un sonido que podríamos asimilar con el girar de un ventilador, suplanta el silencio que se instaló en la sala. Tobías se sienta en uno de los sofás que hay en la sala, saca su móvil y para no caer rendido ante el cansancio que le azoraba, opta por revisar una de sus páginas favoritas; una página que dedicaba sus artículos a dulces y postres de diversos niveles de preparación.

     Su dedo se desplaza de arriba abajo, sus ojos examinan atentos cada artículo, los minutos corren y el ciclo de secado se cumple. Tobías, con rapidez, guarda las ropas secas dentro un bolso negro que llevaba consigo y se apresura a regresar a su apartamento. Al salir, una chica de piel clara, estatura promedio para una mujer y largo cabello marrón, entra en la lavandería, pasando junto a él.

     <<La nueva inquilina...>> Piensa fugazmente.

     De regreso a su apartamento, Tobías deja el bolso en una esquina de su habitación y se lanza sobre la cama. En el instante en que su cabeza se hunde en la almohada, el joven se queda dormido.

     En la lavandería, Mirela, la nueva inquilina, mete con una mueca de desdén las prendas que se proponía lavar dentro de la lavadora, pues necesitaba al menos una de ellas disponible para el día siguiente.

  <<No sé ni cómo pasó esto>> Confiesa con frustración.

     Su semana de trabajo había sido particularmente agitada y... desastrosa. Con tanto que hacer no había puesto cuidado a sus uniformes y sin darse cuenta, todos terminaron fuera de combate a mitad de semana. Desde hace días, Mirela se sentía sumamente cansada y hoy, ese cansancio era mayor. Con sus pies doliendo, la joven se dirige a un sofá color terciopelo para descansar un poco pero antes de poder sentarse, un sonido similar a un aplauso desanimado atrapa su atención. Al ver el maltrecho anuncio, la curiosidad la empuja a acercarse a la línea de ventanas, ubicadas a la derecha de la habitación según se entra. Abriendo una ventana contigua, atrapa el anuncio antes de que este se escape y lo ojea. El mensaje le parece notable y divertido por lo que, imponiéndose el capricho de descubrir su origen, se guarda el anuncio en los bolsillos de su suéter. Mirela regresa para sentarse, algo que agradecen sus pies, y con un suspiro inicia su espera, con el reloj de su teléfono marcando las diez y media de la noche.

LA GUERRA DEL LINAJE DIVINODonde viven las historias. Descúbrelo ahora