Las flores que tornaron azules; B.E

2|Billie

Estaba afuera tocando el pequeño ukelele tarareando la misma canción que había tarareado por días. Billie ya tenía la nariz congelada del frío alucinante que le rodeaba. Su cabello, estaba sostenido en una alta coleta para evitar que se mezclara con los acordes que salían del instrumento. Adoraba pasar tiempo a solas, sentada en el porche de su casa, solo cantando canciones que le recordaran a su padre.

-No puedes estar aquí todo el día, Billie. -- Le dijo su hermano al salir de su casa.

Los hermanos O'Conell vivían solos a la orilla de un pueblo casi inhabitable dentro de Alberta, Canadá. Mientras que Billie era una recién egresada de la preparatoria, Finneas, su hermano se ganaba la vida cantando en el bar del pueblo. Había cosas que simplemente no podían cambiar en sus vidas, no desde la muerte de su padre.

-Mírame -- se encogió de hombros y rasgueó el ukelele. Cada mañana se levantaba con la misma intención de tomar un poco de cereal y sentarse en el porche a tocar su desgastado instrumento musical.

-Tienes que buscar trabajo, Bill. Aunque sea sal a caminar, pero por favor deja de lamentar algo que no fue tu culpa. -- Finneas bajó las escaleras y volvió la mirada para encontrarse con su hermana.

-Quizá mañana -- le dirigió una sonrisa cansada y lo miró irse por el mismo sendero que había recorrido tan solo los últimos cinco años.

Una parte de su ser sabía que Finneas tenía razón. Tenía dieciocho años, el momento que más debería aprovechar de su vida, salir con amigos, ir a la universidad, hacer algo de provecho. Pero en su lugar solo se quedaba en casa tocando en loop la única canción de la que pudo hacer sentir orgulloso a su padre. Lo extrañaba más de lo que podía admitir.

Miró al enorme campo que se exponía frente a sus ojos y finalmente alejó de sus manos el ukelele dejándolo a un costado de sus pies. ¿Por qué no? Un día de estos podría ir a explorar el pueblo y, ¿quién sabe? Encontrar trabajo, quizá.