Capítulo 7. Tú mi perdición

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Dolor, lágrimas, gritos, personas vestidas de negro, un sacerdote, flores y un féretro.

Incapacidad de aceptar la pérdida de un ser querido. Así se sienten las personas cuando la muerte llega sin avisar.

No estamos preparados para decir adiós. No estamos preparados para la tragedia. Estaba en shock pensando todo lo que había pasado hace dos días.

Dos días atrás

—Señorita —Un hombre alto y con el uniforme de policía, me toca el hombro—. Es momento de que de su declaración, el detective Robinson la espera. Acompáñeme.

Me levanto aún nerviosa, con lágrimas secas en mis mejillas. Un hombro como de unos 40 años está detrás de una mesa de metal, frente a él una silla y detrás un espejo grande. Es la típica sala de interrogación de los programas de escena del crimen, solo que esta vez no es Mac Taylor quién hará las preguntas.

—Señorita Miller —Revisa la carpeta que tiene en sus manos—. Según los datos que mis oficiales recolectaron, usted estaba en la escena del crimen, en la misma hora en que el chico perdió la vida ¿Me puede narrar lo sucedido o quiere esperar a que su abogado este presente?

—No tengo abogado —Respondo rápidamente, uniendo mis manos sudorosas—. Pero no es impedimento para mí. Si efectivamente estaba presente cuando todo sucedió —lágrimas se acumulan en mis ojos. El detective me tiende unos pañuelos—. Fue horrible. Aún recuerdo la expresión de su rostro, pude sentir como su alma abandonaba su cuerpo, cómo quedó inmóvil en el suelo y el responsable salía huyendo sin importarle lo que acaba de hacer.

—¿Sabe quién disparó?

—No. Solo escuché la detonación, vi como de su frente salía sangre y como se desplomó —Cierro los ojos recordando todo una y otra vez—. Pero si escuché el ruido de unos neumáticos, como cuando aceleran rápidamente un coche y hace ese sonido raro, como si los neumáticos se quemaran contra el pavimento.

—Si, muchos testigo tienen esa misma observación, estamos indagando en las cámaras de vigilancia cercanas al donde sucedió el asesinato.

—¿Conocía usted a la víctima? —Pregunta el agente—. Es que la veo muy afectada.

—No seria humana sino lo estuviera. Para usted debe ser ya normal ver personas morir, que la vida de otro se vaya frente a sus ojos. —Digo en tono molesta—. Solo tengo casi dos semanas en esta ciudad, y ese chico estudia donde estudian mis amigas, mis amigos, donde estudió yo. Ese chico lo vi algunas veces, rodeado de sus amigos, riendo y haciendo bromas.

—Lo siento, no quería incomodarla. —Dice levantándose—. Fue todo por esta noche, vaya a casa y descanse si necesitamos nuevamente de usted, la llamaré personalmente.

—¿Dónde está él? —Pregunto cuando veo que está saliendo.

—El oficial Ross —Señala al mismo hombre que me trajo aquí—. La llevará con él.

Salimos de la  sala de interrogación. El oficial hasta donde yo estaba antes de ser llamada por el detective. Un par de ojos azules me reciben con mucha preocupación.

—Ángel —Es lo único que Logan pronuncia antes de envolver sus brazos en mi cintura y cargarme. Mis pies ha no tocan el piso y solo puedo rodear su cuello con mis brazos y unir nuestras frentes. Lagrimas ruedan por mis mejillas—. No llores ángel, estamos bien. Tú estás bien, es lo único que importa, es lo único que me da paz.

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