Capítulo 26 parte 2

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En el Perséfone, lady Candice dormía abrazada a su esposo. Terrence estaba sentado en un sillón con ella en su regazo. Hacía rato que un sueño profundo la mantenía en la inconciencia gracias a sus actividades maritales, una despedida agridulce que podría convertirse en el último recuerdo que le dejaría a su esposa; en todo ese tiempo él se dedicó a mirarla, sin atreverse a desperdiciar ni un solo segundo a su lado. Quería grabar en su memoria cada detalle de su rostro. Delineó con un dedo el arco de sus cejas, aprendiéndose la manera en que unos cuantos pelitos rompían la uniformidad de esta. Estuvo peinándolas con su dedo hasta que comprendió que nunca se quedarían acostados junto a los demás. Pensó que este sería un hermoso momento a recordar cuando estuviera a punto de reunirse con su hacedor.

Ella suspiró y sus delicadas pestañas aletearon, rozándole los dedos que ahora repasaban cada manchita de sus pómulos. Casi no se notaban si no estabas lo suficientemente cerca, justo como estaba él ahora. Inclinó la cabeza un poco para posar pequeños besos en ellas. Mientras las besaba, pensó que quería ser el único hombre que conociera la forma y tamaño de cada una de ellas, el único que supiera lo suave que se sentían bajo sus labios. Sin embargo, justo en sus circunstancias actuales cabía la probabilidad que otro lo hiciera en el futuro.

Si todo salía mal, su esposa se convertiría en viuda. Sería libre ante el Señor y los hombres para unirse a quien ella considerara digno.

La mano que detallaba las pecas en sus mejillas se cerró en un puño.

Sobre su cadáver. Y en lo que a él respectaba sería dentro de muchos años, justo después de que ella lo abandonara para ir ante la presencia del creador.

No, no moriría ese día. Antes muerto que dejarle su lugar a cualquier imbécil. Y le valía una mierda si se contradecía.

Hubo un par de golpes suaves en la puerta y supo que el momento había llegado. El Cuervo entró segundos después de que le indicara que podía hacerlo.

—Está todo listo. Partirán en cuanto...

—La llevaré en un momento —cortó él.

—De acuerdo. —El Cuervo regresó sobre sus pasos, pero se detuvo en el umbral—. Asegúrate de salir con vida o no te perdonará —afirmó sin darse la vuelta, mirándolo por encima de su hombro.

—Lo haré.

El Cuervo asintió en aprobación, pero antes de cerrar la puerta volvió a hablar.

—Si mueres, tampoco te perdonaré.

Mientras veía la puerta del camarote cerrarse a espaldas del Cuervo, Terrence se dijo que tampoco se perdonaría si no salía con vida para volver con su mujer.

***

El Perséfone entró a puerto con las campanadas que anunciaban la nona. El sol estaba muy bajo ya y quedaban poco tiempo de luz diurna, lo cual era una ventaja para Terrence y su tripulación, acostumbrados a las batallas bajo la luna. Sin embargo, no iban a confiarse. Agradecía que fuera invierno y que el sol se ocultara pronto, pero solo porque eso le daba la oportunidad de llevar a cabo sus planes respecto a su esposa.

El capitán Anson observó la lentitud con la que el navío se deslizaba por las aguas de Cornualles, parecía que tuviese todo el tiempo del mundo. Si fuera una persona diría que mostraba aburrimiento, como si esta maniobra fuera una más en su haber. De alguna manera eso lo enfureció. Era como si el pirata estuviera diciéndole que sabía lo que ocurría y lejos de mostrarse preocupado le decía lo poco que le importaba, burlándose de él y sus preparativos.

Sacudió la cabeza. Era inverosímil lo que pensaba. Ese maldito pirata no tenía manera de saber que estaban listos para detenerlo.

Finalmente, el crujido de la madera de la embarcación al atracar les dio la señal que esperaban. Tomaron sus armas con fuerza y esperaron un poco más. La rampa para descender fue colocada casi enseguida. Contuvo el aliento, esperando a que lady Graham abandonara el navío; única petición del duque de Grandchester. Ambos esperaban resistencia por parte de Hades, por lo que le solicitó esperara a que ella estuviera a salvo. Fue muy enfático al respecto, no deseaba que su cuñada resultara herida en la escaramuza.

Quiero tu corazónDonde viven las historias. Descúbrelo ahora