Capítulo 16

2.1K 187 100
                                    

Terrence despertó en la misma posición de los últimos días, con lady Candice aferrada a su pecho, rodeándolo con los brazos. La joven tendía a dormir casi encima de él, como si quisiera asegurarse que permanecerá junto a ella toda la noche. Y como si no estuviera ya lo suficientemente enamorado, esa necesidad de ella de sentirlo, de arroparse con su calidez, lo tenía cada vez más embobado. Se movió un poco para acomodarse mejor sobre la cama y ella —igual que cada mañana—, se movió con él, anclándose a su cuerpo, emitiendo esos ruiditos de satisfacción que ponían una tierna expresión en el rostro sonriente del tan temido pirata. Negó con la cabeza. Su adorable esposa lo tenía hecho un blandengue; ya se parecía a esos hombres que recitaban sonetos en los cuentos del Bardo.

Apoyó el codo en el colchón para recargar la cabeza sobre su mano. En esa posición podía ver la cara salpicada de pequeñas pecas de su esposa, esas que eran casi imperceptibles. Llevó su mano libre a los ensortijados cabellos de ella para enredar uno de los mechones en su dedo índice; se quedó un rato así, jugueteando con el pelo de la joven mientras la veía dormir, disfrutando de la sensación de saberla junto a él. Suya. Protegida.

Bajó un poco la cabeza para depositar un suave beso en la coronilla de la joven, disfrutando del aroma afrutado que este despedía. Le encantaba ese olor dulce que le recordaba la primavera, le daban ganas de comérsela a bocaditos para degustarla a conciencia.

Un balbuceo adormilado de ella le produjo un cosquilleo en el pecho. Esos "te amo" que soltaba entre sueños tenían la facultad de volverlo más imbécil de lo que ya se sentía por ella. La primera vez que la escuchó fue aquella mañana en que amanecieron como marido y mujer con todas las implicaciones que eso conllevaba.

Estaban acostados igual que ahora, con ella casi encima de él, apresándolo con brazos y piernas, los suaves pechos de la joven contra su torso. Piel contra piel. Una sonrisa satisfecha tiraba de su boca, los recuerdos de las caricias compartidas calentándole la sangre que ya corría furiosa por su cuerpo. Entonces, ese "te amo" susurrado provocó en él emociones a las que todavía no se acostumbraba y a las que no estaba seguro poder acostumbrarse nunca.

Aquella mañana la despertó con el peso de su cuerpo sobre el de ella, con la huella de sus labios en la pálida piel de su cuello y su aliento sobre esa boca que cada vez adoraba más. Y ella le había respondido, tímida, avergonzada, pero con ese fuego que anticipó desde el principio que habitaba en el corazón de su adorable sor Magdalena. Su esposa era inexperta —gracias al Señor—, pero él ya se estaba encargando de instruirla en cada maldito detalle dentro de su alcoba.

Pensar en la inexperiencia de su esposa y en la posibilidad de otro hombre tocándola con la misma libertad que él, sublevó la parte más oscura de su personalidad, esa que clamaba muerte y sangre para aquél que osara acercarse a ella. Sí, gracias al Señor que era inexperta.

Sin saber por qué pensó en lord Grandchester. El duque tenía ahora una esposa a la que —por obra y gracia del Señor—, él no despojó de su virtud. Se preguntó cómo reaccionaría de encontrarse en su lugar, si descubriera que su monjita mantuvo relaciones extra maritales con alguien que no era él... con su hermano. Apretó la mandíbula, imágenes del duque y lady Candice conociéndose bíblicamente poblaron su mente, enfureciéndolo. Poco o nada le importaba que estas hubieran ocurrido antes de conocerse siquiera, tal y como ocurrió entre él y Amelie, estaba seguro que él no sería nada racional.

Bajó la vista a los párpados cerrados de ella, su expresión serena, ajena a la explosión de emociones que la suposición de ella en brazos del duque acababa de provocarle. Respiró profundo, una, dos, tres veces hasta que logró drenar su injustificada furia sobre algo que nunca sucedió ni sucedería jamás. Gracias al Señor, porque no sabía qué habría hecho con el infeliz que hubiese llegado a ese puerto antes que él.

Quiero tu corazónWhere stories live. Discover now