Capítulo 9

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Nunca en toda su vida había corrido tanto montada a un vehículo, llegó en menos de veinte minutos a su antiguo apartamento. Se bajó del coche y entró con sus viejas llaves. Llamó al ascensor y pulsó el número cuatro. Respiró profundamente infundiéndose valor porque lo iba a necesitar, se guardó la pistola en la cinturilla del pantalón de la espalda como una delincuente. Las puertas se abrieron y se encontró a Raúl frente a frente arreglado para salir. Se quedó mudo y el cigarrillo que tenía en la boca se le cayó al suelo, negó con la cabeza pues no quería problemas con aquel motero.

Lucía al ver miedo en sus ojos aprovechó esa debilidad para coaccionarlo, se jugaba la vida de su hombre bruto. Sacó la pistola y le apuntó a la cabeza.

―Lucía ―alzó las manos rindiéndose.

―Sube. Ahora. ― Al ver que no se movía le puso el cañón en la frente―. ¡Mueve tu puñetero culo! ― Sintió una liberación extraña en su interior y se alegró.

Este se metió en el ascensor con las manos en alto, Lucía le obligó a ponerse contra la pared y le colocó el cañón en la nuca, quería que atendiera a sus palabras.

―Escúchame con atención, quiero que me cueles en el Séptimo Cielo y te prometo que si haces lo que te digo le diré a Dante, mi hombre, que te quite de la lista negra.

― ¿Qué lista? ―preguntó sudando.

―Es como una lista de morosos, pero si te portas bien y obedeces quedarás libre. Te doy mi palabra―. Raúl asintió.

Salieron a la calle y le dijo que condujera, quería tener las manos libres por si tenía que apretar el gatillo, cosa que nunca se planteó en todo este plan descabellado. Necesitaba darse prisa, si Dante seguía con vida estaba a las puertas del Valhalla.

A mitad de camino le hizo pararse en una farmacia de guardia clandestina que conocía. Había ido muchas veces a buscar medicamentos caros para los más desfavorecidos. Ambos bajaron del coche, Lucía guardó la pistola y caminaron por un callejón oscuro hasta la puerta trasera de la farmacia de contrabando.

Raúl vio que no tenía el arma e intentó escapar corriendo, pero Lucía no se lo permitió. Esta sacó la pistola y apuntando a la nada disparó, el corazón le palpitaba muy rápido y las manos le temblaban, pero sonrió con un subidón en el cuerpo increíble. Por suerte no le había dado, pero hizo que su ex dejara de huir y regresara, acababa de comprobar que Lucía iba muy enserio.

―Vuelve a jugármela y te meto una bala entre ceja y ceja―. Le advirtió.

―No te conozco, eres otra. ― Le reprochó cabizbajo y aceptando que estaba secuestrado por su exnovia.

―Nunca me conociste―sentenció pasando por su lado.

Llamó a la puerta y un hombre de color la atendió, la conocía de otras veces. Le pidió una serie de pastillas y le pagó al momento dándole las gracias. Regresaron al coche y continuaron su camino. Raúl no entendió porque quería esas pastillas y preguntó curioso.

―¿Estás enferma?

―No, las necesito para secuestrar a un tipo. ― Le informó mientras que con las llaves de casa machacaba las pastillas mezclándolas todas ellas en el cenicero del coche.

― ¿Vas a secuestrar a un tío en el Séptimo Cielo?

―No, vamos a secuestrar a un tipo―habló con tranquilidad.

―Mira, Lucía, no pienso meterme en líos. Me estás pidiendo demasiado. Me niego.

―Vale, entonces tendré que matarte para que no vayas a contarle a la policía lo que pretendo―. Sacó el arma y le apuntó a la sien. Asustar a Raúl estaba siendo muy divertido.

Dante, bajo mis dominiosحيث تعيش القصص. اكتشف الآن