Capítulo 7

1.4K 109 0
                                    

Millones de dudas pasaron a la velocidad de la luz por la cabeza de Lucía, ahora que estaba entre los brazos de Dante se sentía hipnotizada por su aroma a rueda quemada. Le miró los labios entreabiertos y dio el primer paso, deseaba volver a besarlo y sentir ese cosquilleo que le hacía sentirse querida e importante.

Los perfiló con la punta de la lengua y después buscó la suya para bailar juntas en este acto perverso. Una vez sus bocas danzaron las manos se buscaron en caricias, él hundió sus dedos en su cabello y ella hizo los mismo. Se separaron un momento para recuperar el aliento, Dante apoyó la frente en la suya.

― ¡Joder! ―vociferó cargando a Lucía sobre sus hombros. Cogió la botella de vodka y la llevó a la sala privada donde se celebraban las reuniones del club.

Al igual que en el sótano del taller había una mesa de madera de caoba enorme, la dejó sobre esta y le cogió un pie para quitarle la bota, después la otra y por último le desabrochó los botones del pantalón e introduciendo los dedos en la cinturilla tiró suavemente hasta deslizarlos por sus torneados muslos. La dejó con el tanga puesto. La observó maravillándose de su belleza apoyado con las manos en sus rodillas, era una delicia que olía a pecado. Con sumo cuidado le abrió las piernas y fue bajando la cabeza hasta que su nariz aspiró el aroma de su sexo, cerró los ojos embriagado y sacó la lengua para lamer por encima del tejido, estaba húmeda y su sabor era nicotina.

Mordió la prenda y con ayuda de las manos se la quitó hasta dejarla desnuda de cintura para abajo. La miró desde aquella posición tan comprometida y sonrió perverso, sacó la lengua, quería que la viera para que se excitara más y con calma la pasó por la sonrisa vertical. Esta se arqueó respondiendo a sus caricias. Dante perdió la cabeza y la besó de forma loca degustando lo que era suyo. Su arte primitiva de amarla la hizo gritar su nombre y eso le gustó.

―Te voy a matar empujando con mis caderas

―Será un crimen perfecto

Se quitó la chupa y la camiseta negra, Lucía admiró embobada cada músculo, en el pectoral tenía tatuado el escudo del club. Sus manos bajaron hasta el cinturón del pantalón y se lo desabrochó para después bajarlo y quedarse completamente en cueros. A Lucía le costaba respirar, la excitación se notaba en el ambiente y las ganas de poseerse el uno al otro.

Le metió un dedo en la vagina y se lo llevó a la nariz para olerlo, ver aquello la hizo suspirar y morderse el labio. Se acopló entre sus piernas y guio el miembro a su entrada resbaladiza, se hundió sabedor de las consecuencias de conectar con el alma de su chica de cristal. Gimió como las gaviotas en una bahía, era fascinante rozar el pene en sus paredes vaginales estrechas. Empujó las caderas matando esos amargos sabores del principio y disfrutando de las nuevas sensaciones tan placenteras y que le cautivan el corazón. Alcanzaron el clímax con la piel sudorosa y las carnes temblorosas. Se derrumbó encima de la mesa sin dejar de abrazar a Lucía.

―Tenías razón, quiero más de ti ―confesó Dante todavía suspirando.

―Tengo miedo, no voy a negar que me produces más que fascinación y lo que siento me asusta. ― Lucía necesitaba poner las cartas sobre la mesa, aquella relación estaba yendo tan rápida como el motor de la Harley.

―Nadie es dueño del destino, el nuestro se cruzó volviéndonos locos. El tiempo no declara los sentimientos, son las sensaciones. El que manda es este de aquí―se tocó el pecho―, lo demás no importa y si los animales copulan nada más conocerse para aparearse, nosotros los humanos nos enamoramos cuando el corazón late diferente. ― Le apartó el pelo de la cara y la miró con intensidad.

―Dante ―se volvieron a amar saboreando más especias del uno del otro.

Más tarde abandonaron el club y fueron directos al taller, Dante tenía que reunir a sus chicos y explicarles todo lo que había averiguado interrogando a Raúl.

Dante, bajo mis dominiosМесто, где живут истории. Откройте их для себя