Capítulo 5

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Sam llegó al taller con varios hombres, era el capitán de carretera. Había salido durante varias horas recorriendo toda la ciudad y los alrededores en busca de información sobre el asesino del Negro y Daniela.

De inmediato reunió al club en el sótano del taller donde tenían su sede de reuniones. Lo que había averiguado lo inquietaba y tenía prisa por compartir la información. Solo los hombres podían entrar en la estancia, a las mujeres se lo tenían prohibido. Los asuntos del club eran solo de los miembros masculinos.

Dante tuvo que interrumpir el beso con Lucía, la puerta se la estaba aporreando Rocky avisándole de que había reunión urgente. Era la primera vez que prefería seguir disfrutando de una mujer que acudir a resolver asuntos delicados. Con desgana se detuvo y apoyó la frente en la de su ahora chica oficial.

―Tengo que atender asuntos del club, en cuanto termine te buscaré e iremos a casa. Quiero acabar lo que he empezado

Lucía asintió con la cabeza y mordiéndose el labio, ella deseaba lo mismo que él. Dante le dio un tierno beso en la frente y abrió la puerta, dejó sola a su chica de cristal mientras iba a solucionar problemas.

Todos estaban sentados en la gran mesa de madera de caoba a la espera de que el prez la presidiera. Este entró y ocupó su lugar de honor en la cabecera.

―Se abre la sesión, ¿qué tienes para nosotros Sam? ―habló iniciando el acto.

―Mucha mierda, tíos. He confirmado que Daniela ahora es propiedad del Indio, un culo dulce. Eso quiere decir que está bajo su protección y según mi contacto calentó la cabeza del presidente de los Mohicanos. Al enterarse del asesinato de su hermano el Negro, lo envenenó con mentiras echándote a ti las culpas.

―Es una puta zorra, debimos echarla del club hace mucho tiempo―. Dijo Rocky con un cabreo justificado.

―Eso ya no tiene solución, y ella sola se ha metido en la boca del lobo. Los Mohicanos no son tan considerados con las mujeres como nosotros, pagará su traición. No me cabe la menor duda. ¿Se sabe algo del asesinato del Negro? ―ese era el tema para tratar y el más importante.

―Es todo un poco confuso, lo encontraron en la parte trasera del nuevo club de alterne el Séptimo Cielo. Degollado. ― Todos callaron y se miraron entre ellos.

―No es un lugar que frecuenten los nuestros, ¿qué haría allí? ― se preguntó Dante a sí mismo en voz alta.

― ¿Follar? ―habló tímidamente Cuero.

―Ese tío estaba casado con su vieja dama, era un padre de familia. Se le conocía por muchas cosas, pero no le era infiel a su mujer. Quien lo conocía sabía que estaba enamorado hasta las trancas de Ramona―explicó Lucas―esto suena a ajustes de cuentas.

―Sí, y sé a quién preguntar. ― Pensó en Raúl, el exnovio de Lucía. Ella había mencionado que lo siguió hasta el local de alterne―. Esta noche sobre las diez nos reunimos aquí otra vez y os cuento. Ahora tengo asuntos que resolver con mi chica.

Lucía había salido del despacho y se había entretenido en dar una vuelta por el taller admirando la afición y trabajo de Dante. Por una vez se sentía parte de algo, aunque aquel mundo le viniera muy grande, pero deseaba adaptarse y sentirse importante para otra persona. Lo único que pedía era respeto, sinceridad y libertad. Sentía que él le daría todo lo que anhelaba, lo había leído en sus labios cuando la besó.

Salió a la calle al ver un pastor alemán tumbado en la entrada del local, era una amante de los animales. Vio al viejo animal tomando el sol medio adormilado, pero fuera había otra clase de animal más carroñero. Susan y otro culo dulce caminaban hacia ella en plan amenazador. Esta vio las intenciones de las chicas y quiso regresar al interior con las otras viejas damas para no meterse en líos, pero Susan se lo impidió cortándole el paso.

― ¿La zorra tiene miedo? ― Se burló en su cara, pero Lucía no quería problemas y pasó de su provocación y siguió su camino. Aunque no llegó muy lejos porque esta tiró fuerte de su larga melena rubia―. Me has quitado lo que es mío, puta.

―No te he quitado nada, él me ha elegido a mí―Lucía se defendió.

―No me hagas reír, hija de puta―. Susan se acercó más y le propinó una bofetada con todas sus fuerzas que le giró la cara y le dejó marca.

En ese momento apareció Dante con algunos de los chicos y de las mujeres. Ver como golpeaban a Lucía le puso colérico, nadie tocaba a su chica y menos una perra como Susan. Fue a poner orden y a dejarle claro a aquella zorra quien mandaba en el club, y las cosas de su propiedad no se tocaban, pero Carla lo detuvo y negó con la cabeza.

―Son cosas de mujeres, no te metas Dante y observa, creo que Lucía esconde una gata salvaje en su interior. Ahora es tu vieja dama y ha de estar a la altura de su título―. Aunque no le hacía gracia le hizo caso y observó, pero se juró que si le ponía otra mano encima Susan sabría del azote de su mano.

Lucía se tocó la mejilla, le ardía. No era mujer de conflictos, no le gustaba la violencia, pero aquel culo dulce había rebasado su paciencia. Estaba harta de reprimir sus instintos y ser precavida, estaba cansada de que los demás se rieran de ella y la vieran con debilidad. La miró con odio y dejó salir su lado más oculto y salvaje, sus manos actuaron por sí solas y cogieron la cara de Susan con fuerza para después darle un cabezazo. El golpe le hizo una herida leve en la frente a ambas. Ahora que había empezado no podía parar. Susan se defendió sacando del bolsillo del pantalón una pequeña navaja, quería marcar la mejilla de Lucía.

Dante al ver sus intenciones se adelantó unos pasos con mirada amenazante, pero Susan ya había perdido los papeles y no estaba dispuesta a dejarse humillar por una princesita. Lucía miró la navaja y su torpeza a la hora de utilizarla, ella no era una delincuente, pero si sabía cómo manejar un bisturí sobre los tejidos blandos. La única manera de quitárselo de las manos era atacar de sorpresa.

― ¡Te voy a hacer una cara nueva, puta!

Lucía sonrió y le dio una patada en sus partes dejándola sin aire y sin fuerzas. Aprovechó su debilidad para arrebatarle la navaja de las manos y se la colocó en el cuello.

―Vuelve a tocarme y te marco la cara con la letra escarlata por zorra―. Amenazó con los dientes apretados.

Dante apareció y le sujetó la muñeca para que se detuviera, sabía que Lucía había estallado soltando su rabia e ira contra Susan. Todos tenemos nuestros demonios y en algún momento surgen sin control. Miró a su destino a los ojos y relajó la mano. Tiró la navaja al suelo.

―Ya sigo yo, chica de cristal. ― La ocultó detrás de su espalda y miró sin un atisbo de compasión a Susan―. Largo de mi club, y como sigas los pasos de Daniela y vayas a calentar pollas de otros clubes echando mierda al nuestro, te buscaré y acabaré lo que mi vieja dama ha empezado.

Susan tragó saliva y se retiró sin decir nada, sabía que las palabras del presidente del Atalaya eran ciertas y si llegaba a traicionar al club cumpliría su amenaza. Lucía la vio alejarse del lugar y respiró profundamente, las piernas le temblaban al igual que el pulso, pero apretó el puño para que no se le notara. No quería parecer débil. Dante se dio la vuelta y le sonrió, después la besó delante de todo el club. Su chica había estado a la altura de su posición como vieja dama del presidente del club Atalaya.

Dante, bajo mis dominiosWhere stories live. Discover now