CAPÍTULO VI

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Aquella criatura, semejante a un enorme dragón de Komodo, pero más estilizado, los miraba fijamente con sus tres pares de ojos blancos y vacíos. Blake la observaba sin saber qué hacer, si acercarse a ella o pegarle un tiro directamente. Alucard seguía mirando a la bestia con curiosidad, analizándola al detalle. El varano, negro como la noche, abrió la boca de forma similar a un bostezo, impaciente, mostrando tres hileras de afilados dientes en su interior, que recorrían los bordes de la mandíbula, el paladar y piso de la boca.

—Esto es lo que te hizo compañía cuando caíste en la trampilla bajo la mansión —comentó el vampiro, luego resopló con una leve sonrisa— ¿No piensas acercarte a él?

—¿Para que me arranque un brazo? Ni de coña —respondió Blake—. Acércate tú si quieres.

—No va a arrancarte nada, a ti no. Lo has llamado tú, es tu aliado, tu mascota, tu sabueso, tu ejecutor... lo que quieras que sea —le explicó el no muerto con voz calmada.

—Esa cosa no tiene nada de sabueso —gruñó con desagrado, mirando la baba espesa que colgaba de las fauces de la criatura y caía salpicando el suelo.

La bestia empezó a caminar, por puro aburrimiento, dibujando un amplio círculo alrededor de ellos dos con pasos lentos pero elegantes, mientras su larga y fina lengua morada entraba y salía de su boca, olisqueando el aire de la mazmorra. Se sacudió un momento, de forma que las cinco filas de crestas que adornaban su cabeza y cuello se balancearon de un lado a otro. Dichas crestas parecían desaparecer al llegar a su lomo, envueltas en las sombras que emanaban como humo de toda la espalda de la criatura, como si esa parte se hiciera incorpórea mientras se evaporaba en el aire. Y mientras seguía en su avance, como si acechara a ambos vampiros, sus dos largas y fuertes colas se retorcían en el aire, moviéndose como látigos.

—¿De verdad no vas a acercarte? —se mofó Alucard— ¿Dónde quedó todo ese valor de cazadora?

La chica lo fulminó con la mirada. Inspiró profundamente y se acercó al lagarto. La bestia se apresuró en ir a su encuentro. Intentando que no le temblara el pulso, alargó una mano hacia aquella cosa mientras se ponía de cuclillas. Esperaba que no se la arrancara, porque no estaba segura de poderla regenerar. El varano se dejó tocar sin problemas, olisqueándola mientras hacía un inquietante gorgojeo, como si ronroneara. La piel de la criatura era suave como el terciopelo y fría como el hielo. Sin previo aviso sacó la larga lengua y le lamió la cara, dejando en ella un espeso rastro de baba. Blake ahogó un quejido de asco, a pesar de que la baba no olía a nada. Pero estaba helada y era viscosa, estaba segura de que podía usarse como pegamento. Escuchó a Alucard reír por lo bajo.

—¿Ves? Le gustas. Tu aliado dará la vida por ti, las veces que haga falta. No has de temerle, has de hacer que los demás lo teman a él.

La joven seguía mirando al enorme lagarto, perdida en esos ojos blancos, que ahora que se fijaba en ellos, le resultaban extrañamente familiares y reconfortantes. No podía recordarlo con claridad, pero juraría que la habían acompañado toda su vida.

—Bien, vale, comprobado. Tengo una iguana monstruosa como mascota, ¿y ahora qué? ¿Cómo le digo que se marche? —preguntó incorporándose de nuevo.

Se quedó esperando una respuesta que no llegó. Al girarse en busca del vampiro vio como se le abalanzaba encima un enorme perro negro, con las fauces abiertas.

Antes de que pudiera reaccionar algo derribó al sabueso: el varano. Con una velocidad asombrosa había placado al perro, lo había tirado al suelo cayendo sobre él y había abierto sus fauces sobre el cuello de su oponente, que gruñía y lloriqueaba intentando zafarse. Pero el lagarto lo apresaba con sus potentes garras y sacudía la cabeza con fuerza para arrancar el trozo que había mordido. Blake miró aquello asqueada. La criatura había desencajado su mandíbula, y la había abierto en cuatro partes, como si de una flor se tratara, y cada una de ellas se clavaba con fuerza entre el pelaje del perro. Con un desagradable crujido el lloriqueo del sabueso cesó y su cabeza se separó del cuerpo.

Hellsing. Sangre y SombrasDonde viven las historias. Descúbrelo ahora