CAPÍTULO VII

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No había hablado con nadie desde hacía casi una semana. No porque no quisiera, sino porque desde el incidente con lo que llamaban "la Otra" todos en la mansión la evitaban. Incluso Alucard se había mantenido distante y, por una vez, deseó volver a escuchar sus comentarios soeces y sus burlas, ya que por mucho que los odiara eran mejor que el silencio que la rodeaba. Un silencio que parecía sólido como un muro y la aislaba del resto.

Por eso siempre había evitado relacionarse con los demás más de lo necesario, para no tener que cargar con el rechazo. No había nada peor que sentir que pertenecías a un lugar y que luego te echaran de allí a patadas. Y sabía que con ella era solo cuestión de tiempo que le dieran la espalda, o peor, que le dieran caza como a cualquier otra bestia de la noche. Pero esa vez se había confiado y bajado la guardia, había empezado a encariñarse con los que la habían acogido, a sentirse parte de un grupo. Y ahora le tocaba pagar el precio por ser tan ilusa, por creer que en Hellsing sería diferente. Hacía mucho que ella había dejado de tener un hogar, porque este se quemó hasta los cimientos, convirtiendo en cenizas su nombre y su historia, como si nunca hubiera existido.

Estaba en el gimnasio, tumbada en el banco levantando pesas. Resoplaba con esfuerzo cada vez que alzaba la barra. De vez en cuando se le escapaba un leve gemido entre resoplidos. Ni siquiera había mirado cuánto peso había puesto, simplemente había cargado la barra hasta que consideró que le supondría un esfuerzo considerable. De lo único que estaba segura era que un humano corriente no podría mover aquello.

Cuando volvió a alzar la barra sobre ella, alguien la cogió y le impidió volverla a bajar.

—Con esos ruiditos pensé que te estabas ejercitando de otra manera —los ojos rojos de Alucard brillaron con lascivia justo encima de ella.

Blake gruñó. No comprendía cómo había podido llegar a echarlo de menos.

—De haber sido así ¿Habrías tenido envidia? —alzó una ceja con altanería.

El vampiro chasqueó la lengua, aún inclinado sobre la chica, por encima de la pesa.

—Habría tenido que matar al subordinado de Pip por su atrevimiento.

—¿Y si hubiera sido Pip? —siguió picando ella con expresión de desagrado por tenerlo allí.

—A Pip le gustan las mujeres más exuberantes, lo lamento por ti —respondió con malicia y una débil sonrisa burlona.

Ambos se mantuvieron la mirada. La tensión creció en la sala.

—¿Me devuelves la pesa?

Alucard la soltó sin previo aviso y esta cayó a plomo sobre ella. Pudo frenarla a tiempo de evitar que le aplastara las costillas, ahogando un gemido de sorpresa. Volvió a alzar la barra para colocarla en el soporte, que se tambaleó, y poder levantarse. Cogió la toalla y se secó el sudor del rostro y el cuello.

El vampiro seguía mirándola completamente en silencio, analizándola al detalle.

—¿Qué? —gruñó molesta.

—No quieres saberlo —rio para si—. Pero si le echas imaginación seguro que sabes qué se me está pasando por la cabeza ahora mismo.

Blake puso los ojos en blanco.

—Si has venido a molestar, lárgate por donde has venido, estoy ocupada.

—¿Ocupada? ¿En qué? ¿En ponerte a sudar innecesariamente como un cerdo fingiendo que haces ejercicio como cualquier humano?

—Hacer ejercicio me relaja. Y te recuerdo que no soy como tú, necesito hacer ejercicio para estar a pleno rendimiento, mis músculos se atrofian si no los ejercito como cualquier otro humano —se quedó en silencio un momento, mirándolo con desagrado—. Igualmente no tengo porqué darte explicaciones sobre lo que hago o dejo de hacer.

Hellsing. Sangre y SombrasWhere stories live. Discover now