CAPÍTULO VIII

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Blake llevó sus manos al rostro de Alucard, profundizando aquel beso lento, pero no por ello menos cargado de intenciones. La calma se instaló entre ellos. El ansia y el calor sofocante ya no estaban. Se habían quedado solos en la habitación, envueltos un silencio lleno de significado.

El vampiro se quitó los zapatos con sus propios pies y, una vez libres, dejó caer del todo los pantalones y de una patada los lanzó a un lado, quedando completamente expuesto. Volvió a centrarse en la chica a la que no había dejado de besar, abrazándola con delicadeza y atrayéndola contra su propio cuerpo. Blake soltó un pequeño suspiro cuando fue consciente de la fría dureza que se apretaba contra su sexo ahora que estaban piel contra piel sin espacio alguno entre ellos. Nunca pensó que el contacto frío del no-muerto pudiera gustarle tanto, despertaba todas sus terminaciones nerviosas haciendo que cada mínimo roce fuera mil veces más intenso.

Las manos de Alucard subieron desde su cintura por su espalda de forma lenta, ejerciendo la presión justa, hasta dar con el cierre del sujetador, con el que se peleó unos desesperantes segundos. Tras finalizar aquella pequeña batalla personal y lanzar la prenda bien lejos de ellos, se separó de la mestiza para poder observarla. Tragó saliva conteniendo el impulso de volver a tumbarla sobre la mesa y follársela como un animal descontrolado.

El pecho de Blake subía y bajaba con rapidez a consecuencia de la respiración agitada. Su piel pálida tenía un sutil y tentador color rosado, fruto de la excitación creciente. Sus labios estaban ligeramente hinchados a causa de todas las veces que se habían besado casi hasta dejar de respirar. Llevó sus manos a ellos y los acarició con los dedos, mientras se sostenían la mirada sin decir nada. La de ella negra como la noche y la de él roja y ardiente como el sol. Blake besó sus yemas, casi en un gesto tierno, antes de morderle el pulgar con un brillo juguetón en los ojos.

Alucard apretó la mandíbula con un ligero gemido. "No me hagas esto si quieres que sea delicado contigo" pensó con suplicio. Cada pequeño gesto de la joven lo provocaba, lo quemaba por dentro, avivando a la bestia que ansiaba volver a poseerla de todas las maneras posibles. Cerró los ojos con un suspiro cuando las manos cálidas de Blake ascendieron desde su cadera por su abdomen y torso, con delicadeza, explorándolo entero, besando su cuello y pecho al mismo tiempo.

El vampiro llevó las manos a la coleta de la chica, que estaba hecha un desastre después del revolcón frenético sobre la mesa, y le soltó la larga melena azabache veteada de blanco, que cayó con gracia por su espalda. En esos momentos se fijó en que ya era casi tan blanca como negra, toda la parte de la nuca y el interior de la melena había perdido el color tizón. Pasó los dedos a través de ella, con una sensación extraña en el pecho, como si esa falta de color supusiera una fractura entre ambos.

—¿Qué sucede? —Blake frunció el ceño al ver la preocupación en sus ojos carmesí.

—Nada —respondió antes de volver a besarla, soltando el mechón de pelo, que tenía entre los dedos, sobre su hombro.

La cargó a horcajadas y, procurando no tropezar con la ropa esparcida por el suelo, la llevó hasta la pequeña cama, tumbándola sobre el colchón. Le quitó las botas militares y se acomodó sobre ella, acariciando toda la piel que tuvo a su alcance. Blake se centró en su espalda, ancha y fuerte, suspirando por los besos que el vampiro estaba dejando en su cuello, entre roces de colmillos y caricias con la lengua.

Alucard poco a poco fue bajando de su cuello a su clavícula, y de ahí, hacia su pecho. Donde lamió, mordió y succionó, haciéndola gemir y retorcerse bajo su cuerpo. Las manos del hombre la seguían acariciándola, tras haber comenzado por las muñecas. A desgana abandonó los pezones ya duros y recorrió con la lengua la línea del vientre, besando y mordiendo aquí y allá. La piel de Blake se erizó a su paso a medida que continuaba bajando, acelerando la respiración de la mestiza. El olor de su cuerpo se había intensificado junto al calor que irradiaba, invitándolo a devorarla, ya fuera de forma metafórica o literal.

Hellsing. Sangre y SombrasDonde viven las historias. Descúbrelo ahora