CAPÍTULO IX

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Miró el pasillo vacío, frunciendo el ceño. Tal vez estaba demasiado dormida y cansada, y fuera producto de su imaginación, pero... Siguió el rastro. A esas horas de la tarde, cuando el sol estaba a punto de ponerse y comenzaban los cambios de turno, la mansión se sumía en un silencio sepulcral.

Llegó a la zona de enfermería y laboratorios. Allí no había ventanas y todas las puertas estaban cerradas a cal y canto. El olor era más intenso en uno de los laboratorios pequeños, y escuchaba un golpeteo de vidrio y metal. Cogió el pomo con cuidado, pero no giró, estaba cerrado con llave. Se humedeció los labios. Volvió a girarlo con brusquedad estirando hacia ella, hasta que escuchó la cerradura romperse con un crujido. Con sigilo entró en la sala, avanzando despacio entre las mesas. Había alguien allí encogido, rebuscando en las neveras de muestras. Cogió un bisturí de una de las bandejas metálicas de material médico.

—Suelta eso ahora mismo —le dijo al acercase lo suficiente.

El intruso dio un pequeño bote y se giró hacia ella incorporándose. Era un crío de catorce años vestido con un uniforme de las Juventudes Hitlerianas, aunque lo que más le llamó la atención eran las orejas pardas de gato que asomaban entre su maraña de pelo rubio, y que en esos momentos estaban de punta y alerta. Ese chaval apestaba a licántropo aunque no fuera uno de ellos.

—¿Qué coño eres y de dónde sales? —gruñó Blake con el bisturí bien sujeto, sabía que fuera lo que fuera, pertenecía a Millenium y que no podía fiarse.

—¡Hola! —le sonrió el muchacho alegremente— Soy del personal de limpieza de laboratorio y estaba ordenando las muestras, creo que faltan algunas.

—¿Te crees que soy imbécil o qué? —lo miró con dureza.

Las orejas del crío se agitaron y ladeó la cabeza ligeramente.

—No creo que seas imbécil. Una persona imbécil no habría cogido un arma para defenderse o atacar —señaló el bisturí en su mano.

—¿Qué haces aquí? ¿Cómo has entrado? Y no lo voy a volver a repetir —las sombras temblaron.

El chico miró a su alrededor, inquieto.

—Puedo estar en todas partes y en ninguna al mismo tiempo —sonrió—. Te estaba buscando. A ti o parte de ti. Pero... tienen tus muestras de sangre muy bien escondidas —se encogió de hombros—. Así que tendré que ir a la fuente directamente.

La expresión del chaval se volvió cruel, lanzándose hacia ella de improvisto. Fue tan rápido que no pudo reaccionar cuando le clavó las garras en el costado. Ahogó un gruñido de dolor intentando atraparlo, pero se le escurrió de entre los dedos.

—Deberías unirte a nosotros. Hueles a muerte y caos. Con Millenium estarías en casa, podrías ser lo que realmente eres. Te haríamos más fuerte incluso —le dijo el chico sentado en una de las mesas, desde donde le colgaban los pies.

Su oscuridad interior se agitó ante esa propuesta, con excitación y curiosidad.

—No pienso unirme a abominaciones como vosotros —le dijo con la mano en las costillas para taponar el sangrado y aliviar el dolor.

—Lo sabemos, y es una verdadera pena. Pero con esto —el niño gato alzó su mano y le mostró los dedos manchados de sangre—, ya no vamos a necesitarte durante un tiempo. Aunque si cambias de opinión, nuestra puerta siempre estará abierta para ti.

—Gracias por la invitación —tras el crío se alzó uno de los lagartos, con sus seis ojos brillando en la oscuridad—, pero paso.

Las mandíbulas de la bestia se cernieron sobre el cráneo del muchacho, y con un desagradable crujido se lo aplastó. El cuerpo decapitado cayó sobre la mesa, rompiendo botes de cristal y tirando material al suelo.

Hellsing. Sangre y SombrasWhere stories live. Discover now