Parte 13

1.5K 254 291
                                    

Cuando la mañana ha terminado de esparcirse por el cielo, Draco sugiere que viajen hasta Brighton, pero Harry se siente muy cansado por lo que terminan hospedándose en un pequeño hotel local. La recepcionista —una mujer mayor que escribe en la computadora dolorosamente lento usando solo un dedo— parece no poder dejar de mirarlos. Harry se siente repentinamente hiperconsciente de sus ropas arrugadas.

–¿Están juntos? –pregunta.

–No –contesta Harry.

–Sí –contesta Draco.

La recepcionista se detiene.

–Sí –repite firmemente Draco y la mujer asiente, girándose de nuevo a la computadora– está preguntando si pagamos juntos, Potter –Draco le murmura a Harry.

–Bueno, pues no –dice Harry, ligeramente avergonzado y tratando de cubrir su error– Tengo algo de dinero muggle conmigo—

–No seas tonto, tengo mi tarjeta. Yo pago.

Harry se hunde en lo que nunca admitirá en voz alta que es un mohín. Draco paga por dos habitaciones y comete la terrible equivocación de preguntar sobre el sendero costero; la mujer inmediatamente se lanza en una entusiasmada conversación (de un solo lado, por cierto) acerca de la flora y fauna local. Draco se las arregla para escapar quince minutos después y entonces huyen hasta las habitaciones.

Draco está al otro lado del pasillo, nota Harry mientras abre su puerta para revelar una espaciosa y muy arreglada habitación. Tiene una excelente vista al océano, pero Harry está demasiado cansado para apreciarla.

–Voy a dormir un poco –le dice a Draco, Harry espera que diga que va a dar un paseo, pero Draco solo asiente y se mete en su habitación.

Harry cierra la puerta, llega a la cama y colapsa.

En solo minutos está profundamente dormido.

***

Al día siguiente exploran los acantilados. Harry aprende que el faro se llama El Faro de South Foreland. Está fuera de servicio desde 1988 y ha sido convertido en un pequeño museo, administrado por un guía de tercera edad. Draco se entretiene con un diagrama eléctrico que está montado en la pared y es atacado por el guía que se lanza con entusiasmo a contarle cómo funcionan las lámparas de carbón durante veinte minutos. Harry, aunque lo encuentra terriblemente divertido, se compadece y lo rescata.

–Deberíamos irnos –dice caminando hacia ellos, inclinando la cabeza en dirección de la puerta.

–Si, claro –contesta Draco casualmente, pero hay un tinte de agradecimiento en su voz. Se despide cortésmente del guía antes de marcharse. Una vez están fuera de rango, Harry empieza a reírse. Draco frunce el ceño– Siempre hacen lo mismo –suena un poco molesto– estoy ahí, metido en mis asuntos, cuando se me acercan para charlar. Es ridículo.

–Qué horrible –se burla Harry– la gente siendo amable contigo ¿cómo puedes vivir así?

–Muy gracioso, Potter. –Draco sigue el camino costero– Mi padre era un maestro en parecer frío y distante, espantando a cualquiera que pensara en iniciar una conversación. Esperaba poder tener yo el mismo efecto en la gente.

Harry lo estudia unos segundos.

–Pero no lo tienes, sabes. Bastante sorprendente, pero en serio no.

Es verdad, piensa Harry. Es extraño... durante el colegio Draco siempre dio esa vibra, ahora, sin embargo... parece distante en una forma completamente diferente. Ya sea observando en silencio un diagrama en la pared o esperando pacientemente en la recepción de un hotel, da la sensación de ser alguien que puede no ser un gran conversador, pero sí muy bueno para escuchar.

Corriendo en el aire Where stories live. Discover now