Des-Asir

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— Lo que sus amiguitos están vendiendo ahora por las calles de mi ciudad es un cóctel de mierdas MDMA, coca y viagra. Volviendo a las mierdas peor de lo que son que por sí solas  —

— ¿Cómo que peor? — Aquello le había causado un escalofrío por toda su espina dorsal, era de esperarse cuando lo que había pedido por primera vez se había terminado, y por la necesidad se vio obligado a pedir un poco más a la mafia.

No había sido difícil, sólo pidió alrededor de diez dosis con la excusa de que él y Horacio querían venderlas para tener algo más de pasta, nada que le tuviese que preocupar, él las pediría y luego con el dinero que les pagara el CNP pagaría lo que había pedido solucionando el problema y manteniendo su secreto a salvo.

— Porque tiene un efecto más intenso, más duradero, deja a los consumidores como si estuvieran conscientes cuando en realidad su cabeza está hecha un puto adorno. — concluyó el hombre tras el escritorio.

— Gustabo, hay un código tres en proceso y necesitan a dos oficiales más en la licorería del centro — cortó de golpe la conversación Horacio.

— ¡Largaos de aquí supernenas a currar! — gritó haciendo que ambos subinspectores abandonaran el despacho.

Estaba nervioso, claro que lo estaba, sólo escuchar sobre la droga lo ponía de ese modo.  La  droga que ahora llevaba en el bolsillo se  estaba transformando en un problema, la misma que ha pesar de conocer sus efecto aún así deseaba llevarse un poco a la boca para relajarlo, para mantenerlo en un estado de control de sus propias emociones, emociones que se iban a al mierda cuando las horas pasaban y el efecto disminuía. Y guiado por esa misma necesidad se escabulló a los baños de la comisaría (que ahora eran casi su nuevo santuario) para consumir un poco de ella como si fuese un amuleto de la suerte antes de comenzar su servicio.

Se estaba volviendo una rutina, una que esperaba que pronto se terminara, los gramos de droga que le quedaban iban disminuyendo cada día que pasaba, su experimento no avanzaba del todo y la dependencia ya se estaba formando, si es que ya no estaba consolidada y él mismo no se había dado cuenta.

Su rendimiento estaba bien como siempre, los patrullajes de ese día habían terminado todos con su icónica frase "Un éxito más para Fred y Dan" y su compañero no parecía ni siquiera sospechar en lo que él estaba metido y esperaba que eso se quedara de la misma manera. No necesita preocupar a Horacio o más bien no quería verlo inmiscuido en sus asuntos, menos cuando estos asuntos tenían que ver con aquel plano íntimo que ni incluso él podía decir que conocía.

Una idea se le venía cruzando en la mente durante esa semana, una que le parecía poco probable pero como ya estaba metido hasta el cuello en la búsqueda de su despertar sexual  no estaba dispuesto a desecharla a la primera, si sus intentos con chicas habían tenido una tasa de éxito de un cero porciento, tal vez no era mala idea seguir con los chicos, sobre todo tomando en consideración su último episodio donde logró un orgasmo escondido del superintendente y quizás un culo de hombre podría provocar aquello que no pudo sentir con una mujer.

Tras ser dejado por Horacio cerca de su casa, protegido por la noche oscura, y lo guarra que se ponía la ciudad al caer el sol decidió tomar la información y consejos que alguna vez su compañero le confesó, una información que había dejado de ser inútil. Aquellos lugares donde podías salir a "jugar" por un momento sin necesidad de atmósfera, de gastar dinero y ni siquiera entablar una conversación.

Se llevó a la boca lo último que le quedaba de la bolsita que llevaba y se dirigió a las zonas con basta vegetación y oscuridad de la ciudad.

No tardó mucho en encontrar lo que buscaba, apenas avanzando uno metros, escuchó un siseo de un hombre, de apariencia no se veía mal, lucía como de su edad, con un estilo más chulo y con una mirada que deseaba concretar sólo una cosa con él. Al acercarse el desconocido no tardó en abrir su boca cuando se sintió siendo atacado por los labios del otro, su cuerpo siendo manoseado y friccionado contra el calor de otra piel. Su corazón comenzó a palpitar, sí, su piel se erizó, sus manos comenzaron a temblar, pero no como aquella vez, no, su cuerpo lo rechazaba una vez más y contrastaba contra toda la pasión que aquel chico de gorra negra depositaba en aquel beso.

Gustabo no lo quería cerca y las ganas de vomitar se acumulaban en su garganta, no estaba bien, no era lo que él quería, no era lo que su cuerpo deseaba, pero el rubio estaba hasta los cojones de no saber qué era lo que su cuerpo deseaba, o a quien deseaba.

Sus puños se cerraron y dieron dar a parar a la mandíbula del sujeto frente a él, el cual golpeado y algo confundido sacó de su ropa una pistola y le apuntó.

El rubio se preguntó en qué momento su exploración había terminado en un tiroteo, cómo había terminado escondiéndose tras de los árboles intentado no ser baleado, y como mierda todas sus acciones lo llevaban a escuchar el sonido de balizas de policía acercarse, de seguro ya alertados por el sonido de los disparos.

— ¡Emilio hijo de puta! — gritó al aire recordando quien había sido el origen de su decante estado, el imbécil que condicionó su entrada a ese espiral sucesos de mierda.

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— Bien ahora dígame qué ocurrió Gustabo — pidió calmadamente Volkov.

— Cómo le dije comisario, estaba dando un paseo para relajarme, ese hombre intentó pasarse conmigo, lo golpee y comenzó a disparar. — le respondió tratando de zafarse de detención.

Su respiración estaba agitada, tal vez el último poco de droga que había consumido fue más de lo habitual y comenzaba a afectarlo, apenas podía ver correctamente la silueta de Volkov frente a él, y daba gracias que aún podía responder coherentemente sin que notara que estaba bajo los efectos de algún estupefaciente; pero Gustabo tenía claro que si seguía metido en esa maldita sala de interrogatorios su suerte se acabaría y siendo la mano derecha de Conway de seguro le entregaría la información de su paso por comisaría.

— No encontramos droga, tampoco andaba con un arma, ni nada que lo incrimine, la EMS comprobó sus heridas y las de su atacante coincidiendo con su relato. Puede retirarse. —

La suerte estaba de su lado, había salido ileso de aquella incursión, y levantando su mano y con un despido abandonó la sala de interrogatorio, sus piernas empezaban a temblar y su frente a sudar con más intensidad, su cuerpo sentía más calor pero nada que aun no pudiese controlar, o al menos eso creía, Gustabo aún creía que estaba del todo consciente al subir por las escaleras de comisaría, porque en realidad lo estaba, o al menos se encontraba en un limbo de conciencia e inconsciencia intermitente que lo estaba llevando al despacho de Conway para según él revisar si estaba ahí y tocarle un poco los cojones, pero sólo se decepcionó al ver un escritorio vacío sin rastros del Superintendente.

Pero había algo dentro de esa habitación que lo relajaba, tal vez era el olor a  esa marca de cigarrillos, o esos ligero olor a perfume de Conway que seguía en el ambiente, aquellos simples aromas que lo llevó hasta un perchero de la oficina y lo obligó a tomar una de las chaquetas que ahí descansaba.

Sus manos actuaron solas para acariciar la tela erizando cada célula de su piel, y esta vez de una forma agradable, siguió actuando con semiautonomía cuando llevó la prenda hasta su rostro para que  su nariz se hundiera en ella y que su sentido del olfato terminara saturado en olor de Conway. 

Porque eso era lo que estaba ahí, la esencia del Superintendente, la misma que aspiraba casi con desespero y trayendo por fin aquella sensación que tanto había estado buscando, el deseo, el calor, las ganas de derretirse y fundirse con aquel trozo de tela que llevaba en sus manos hasta saciarse por completo.

Sus rodillas terminaron en el suelo y su cabeza contra el piso, mientras soltaba un gemido que nació con desesperación desde su garganta, su rostro se frotaba contra la tela gris impregnando su aroma en el, su cuerpo estaba hirviendo, sentía su polla hervir en sus pantalones entre la fricción contra la tela que lo aprisionaba pero aún sin la voluntad suficiente de liberarla si para eso tendría que despegarse de aquella chaqueta.

Gustabo había comenzado a gemir un poco más alto dejándolo reducido a un bulto de instinto desencadenado por tan sólo una prenda, no sintió la puerta ser abierta de golpe, tampoco, escuchó los gritos que iban para él, sólo sintió ser despojado de aquel color gris que poco le importó ese sentimiento de abandono momentáneo cuando la fuente de aquella esencia, de aquel olor estaba frente a él, no le importó deshacerse de ese trozo inerte de tela cuando sus labios podían probar aquella calidez, cuando podía dejar escapar otro gemido al sentir como su lengua saboreaba una ajena.

Gustabo había encontrado la fuente de su deseo, pero no estaba lo suficientemente consciente para darse cuenta de sus actos y la poca capacidad que tenía para detenerse.

Des-Inhibition || IntendentePlayTempat cerita menjadi hidup. Temukan sekarang