Des-Orientación

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— ¡Aparta, coño! — gritó ya con exaspero.

— Pero agente...— respondió el sujeto con chamarra amarilla mientras se alejaba de él.

Gustabo siguió su camino ignorando a los ciudadanos que intentaban ingresar una denuncia, siendo seguido de cerca por su compañero de hazañas y penurias.

No estaba de humor, hace un par de días que aquel humor de mierda no se iba y permanecía pegado como una garrapata a su cuerpo llevándolo a cometer fallos de principiantes en atracos, a quedarse en blanco en medio de negociaciones, a entorpecer sus dotes al volante que era en lo que más destacaba dentro del dueto que tenían como Fred y Dan dentro de la comisaría y esos constantes sonidos de notificaciones al móvil no estaban funcionando.

Dos días habían pasado desde el incidente de aquella droga, uno de los cuales se le había ordenado tomar libre para descansar y desintoxicar su cuerpo por completo y el otro retomando sus funciones con normalidad.

— ¿Estas bien Fred? — Aquella pregunta resonó en su cabeza dando vueltas, adquiriendo tintes de profundidad mental que realmente no lo ameritaban.

¿Estaba bien? El rubio podía responder que sí, sin ningún problema podría reafirmar, sin ningún problema de salud, su trabajo seguía progresando, su misión de infiltración después de haber comido mil y una pruebas de lealtad comenzaban a dar frutos, comenzaba a tener poder tanto dentro de la malla policial como en el submundillo de la ciudad; claro que estaba bien.

¿Pero era eso estar realmente bien? Y si toda la suma de aquello era estar bien ¿Por qué no lo sentía así? Y entre la maraña de pensamientos en que se transformaba su mente con tan sólo un "¿Estas bien?" entraba aquel punto, ese maldito punto de quiebre, el detonante final de una seguidilla de mierdas que aún no sabía cómo darle nombres, la droga, esa puta droga había dañado algo en su cerebro.

Poco recordaba de lo sucedido, sus recuerdos traían a Emilio para que la probara para que según él supiera catar la pureza, luego un mareo que lo dejó en el suelo, escuchó disparos al aire, la voz de alguien con acento del norte y verse a sí mismo tratando de esconderse de alguna bala loca.

Las lagunas vacías restantes se encargó de llenarlas Horacio, explicando que fue el superintendente que iba de apoyo en caso de cualquier imprevisto y que había sido el autor los de los balazos haciéndose pasar por algún otro narco ahuyentándolos de su territorio cuando lo vio caer de rodillas al suelo, pensando que los habían descubierto. Aquella intervención dejó con una bala el hombro de Ebo, y otra más que dío el mismo Horacio al muslo de Emilio sin que lo notara durante su escape, y que el intermedio entre la balacera y su despertar lo sabía el abuelo.

Abuelo que con un amable "Vete a tomar por culo" aclaró el resto de sus dudas dejándolo en aquella misma situación, en la nada, en un sentimiento fantasma y la necesidad de saber qué mierda había provocado la droga en su interior, porque en su exterior y en la ropa que llegó a cambiarse había una clara respuesta, una deshonrosa respuesta de la cual no sabía si realmente deseaba escuchar.

— Sí, pero tengo unas ganas de pegarle un tiro a Emilio que no te imaginas — respondió echando andar la patrulla de policías.

— Hoy me preguntó cómo seguías, le mentí y le dije que seguías enfermo y con vómitos y que por eso no podías contestar. — y esa era la causa de su día de mierda. Emilio y sus constantes mensajes de "Le pegó fuerte la droga jotito" a la que él sólo respondió uno de sus mensajes con un simple "Vete a sobar la pierna, hijoe' puta".

— Yo lo mandé a la mierda. Que se meta por el culo su mafia de mierda, con su droga de mierda, junto con toda esta ciudad de mierda. — Su garganta ya le dolía de todas las veces que había gritado en ese día.

— ¿Enserio les dijiste que se fueran a la mierda, Fred? — comentó preocupado.

— ¡Obvio que todo lo otro no. No soy gilipollas Dan! —

— Está bien, calma, calma. Te noto un poco tenso. Cálmate Gustabo tranquilo... — Las ganas de azotar su cabeza contra el volante estaban, las ganas de chocar contra una farola también estaban ahí latentes. Ahora podía entender un poco cómo Manolo se sentía cuando le hacían lo mismo en el taller.

— ¿Han dicho algo más de la droga? — preguntó ahuyentando sus ganas de provocarse daño.

— Sí, querían que mañana lleváramos un encargo de la mercancía a un lado. —

— Respóndeles que apenas tengan una ubicación segura que nos la den para tener más detalles. —

Con una brusca vuelta en "U" cambió de dirección nuevamente a comisaría, esperando que Conway estuviera ahí para hablarles de su próxima misión de infiltración, porque en la última si había comprendido algo es que al menos estando bajo su ala estaría seguro, que por mucho que quisiera la libertad de hacer lo que quisiera mientras estuviese su vida peligrando debía mantener al abuelo cerca.

Y mientras esa fuese su condición lo necesitaba cerca como un comodín tanto para resguardar su vida, conseguir más poder dentro del cuerpo de policías y/o su cabeza en caso de que decidiera aumentar su poder dentro la mafia, donde decidiese quedarse Conway era su carta de triunfo.

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