12. Nuevas historias.

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La chica observa el sitio, en el cual, ella nunca antes había entrado. La sala está completamente llena de bolsas de deporte, donde casi todas, con alguna pequeña excepción, se encuentran abiertas de cualquier manera, desarmadas y descolocadas por completo. Víctor se para ante una de las que parecen no llevar todas esas cualidades y rebusca algo en ella. Cuando se gira, lleva en la mano un bote bastante pequeño de lo que parece gel de ducha.

        — Como imagino que no querrás ducharte conmigo, dime antes de que entre.

El silencio se hizo presente de nuevo entre ellos, convirtiendo la situación en una más incómoda de lo que podía haber llegado a ser en un principio. Él sonríe, pero ella mantiene su expresión completamente neutra, tras la que se esconde el miedo de lo que quiere decir, de lo que quiere transmitir al chico que tiene delante. Una vez más, traga saliva e intenta respirar hondo.

        — No estuvo bien que me besaras.

Entonces fue la expresión de él la que cambia automáticamente, dejando atrás su sonrisa, para convertirse en una más neutra y dura. Ella no pierde el contacto visual que se ha formado entre ambos, mientras que él procura apartarlo y dejarlo a un lado sin mucho éxito.

        — Ya. —Es la única contestación que da él, con un tono de voz muy diferente al que colocó anteriormente con ella.— ¿Querías... algo más?

        — ¿Te parece poco? Creo que eso es más que suficiente.

        — ¿Y por qué, Carolina?

El cabreo empieza a emergir de la chica, no solo por el mareo en el que parece que él quiera emergirla, sino por decir su nombre por completo, como todo el mundo sabe que ella odia más que cualquier otra cosa en el mundo. Lanza un bufido al viento que dice tranquilamente el cabreo que tiene y exige a gritos que no siga por ese camino o acabarán mal.

        — No. Se. Te. Ocurra. Llamarme. Carolina. —Dice ella dejando una larga y seca pausa para dejar clara una por una sus palabras.

Él entonces sí que sonríe de nuevo, claramente divertido y asiente ligeramente, deja encima del banco de madera el bote que lleva en su mano y acto seguido, se quita la camiseta, dejándola dentro de la mochila de deporte. Carol le mira completamente desorientada y se dice a sí misma que si algún día comprende a ese chico, será el fin del mundo entonces. Él en cuanto se vuelve a girar, coge la toalla y se la cuelga en un hombro. Ambos vuelven a mirarse y de nuevo, sus ojos parecen estar reticentes de querer apartarse, por lo que él asiente.

        — Tranquila, no volveré a besarte si eso es lo que vienes a decirme. Tengo novia.

        — Eso mismo dijiste segundos antes de besarme, ¿recuerdas?

El chico parece no hacer mucho caso y se mete dentro de una de las duchas, desde fuera no se puede ver absolutamente nada, pero sí que se puede ver cómo el chico cuelga la toalla en la parte de arriba de la puerta y como deja también sus pantalones y sus boxers. Ella lo ve y reniega, volviendo a hablar.

        — Quería asegurarme que no te habías enamorado de mí.

De dentro de la ducha pueden escucharse unas carcajadas y ella frunce el ceño cabreada de nuevo, pero espera a que él salga, con la toalla rodeando su cintura. Ella sigue con la misma expresión que cuando él había osado reirse de ella y niega una vez que vuelven a la parte de los bancos de madera y las desordenadas mochilas de todos los deportistas del equipo del colegio.

        — No era una broma. Hay chicos que por mucho menos, se han enamorado de mí.

        — Creía que sabías que yo no me enamoro de nadie. No me hace falta.

Bajo vigilancia.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora