23. Causas y consecuencias.

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La puerta se cierra tras Sara, que aún no parece saber como abordar el tema. Se la ve nerviosa a kilómetros y no sabe cómo afrontar la situación a la que se encuentra. Sabe que este día debía llegar tarde o temprano, pero el solo hecho de que el tiempo se detenga y que deba ser en este preciso instante, la está matando por dentro.


Dani la observa algo impaciente, dudando de qué se tratará esta vez, y si volverá a tratarle tan mal como la última vez que hablaron.

Ambos se encuentran uno enfrente del otro, mirándose con los nervios a flor de piel, mientras el silencio los invade lentamente, con cierto recelo.

Ninguno quiere romper el silencio. Dani porque espera que sea ella quien por fin empiece a hablar sobre lo que parece ser tan importante. Y Sara por el hecho de no querer hablar por miedo a que todo termine peor de como ella misma ya se imagina.


— ¿Qué quieres hablar, Sara?


Intenta reprimir su molestia ante que ella quiera hablar, cuando semanas antes tuvieron aquella discusión donde ella no se cortó en romper su amistad e insultarle un rato para irse tan tranquila.


Ella por su parte, parece pensárselo mucho más de lo que el propio chico puede imaginarse. Si no sabe casi enfrentarse a esa situación, no sabe porqué está allí y finalmente, separa los labios para pronunciar algo más, con esa escasa valentía que había adquirido horas antes para decidirse hasta ir a su casa.


— Cuando hablamos en verano... —Comenta con mucha suavidad ella, intentando no perder la calma concentrándose única y exclusivamente en ellas.— ... me dijiste que tenías algunas cosas de cuando tú y yo... bueno, ya sabes, éramos amigos.


Las dos últimas palabras las trata con miedo, sin entender del todo cómo explicarse o darse a entender. Ella lanza un profundo suspiro al terminar de hablar, porque no era eso lo que tenía que haber dicho, pero ya estaba hecho y solo faltaba terminar en buen puerto, si es que eso era posible de alguna manera.


— Y me preguntaba si podías dármelas. —Duda sobre si continuar en sus palabras, ya sin perder el rostro de Dani de vista, queriendo adivinar sus pensamientos, sin demasiado éxito.— Ahora, a ser posible.


Dani aún dentro de su asombro, no comprende el comportamiento de la chica. No comprende cómo es posible que en ningún momento haya esperado ni sus palabras ni sus actos. Debía estar loca, seguro. No solía fallar en cuanto a las mujeres y sus reacciones y ahora había fallado no una, ni dos, sino unas cuantas ya. Él intenta salir de su ensimismamiento con sus pensamientos, y asiente con el rostro impasible, sin expresión. Como siempre es.


— Claro.


Procura sonar convincente, pero desinteresado. No lo consigue demasiado. Empieza a caminar, dirigiéndose hacia su cuarto.


Un cuarto tan ordenado que marea el solo hecho de ser observado. La maniática vida del chico, en cuestión, da solo miedo con pensarla. Su extremado orden es en ocasión digno de admiración, pero también de pavor.


Se acerca hasta su armario, abriéndolo con extremo cuidado, buscando algo que sabe con exactitud dónde se encuentra, como todo lo demás. Él también lanza un suspiro al ver la caja donde ha guardado todas esas cosas que Sara reclama ahora. Una caja de recuerdos enorme para el poco tiempo que a él le parece que pasó a su lado. Todos juntos, como el grupo que solían ser y más tarde, solo ellos dos.

Bajo vigilancia.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora