Capítulo 23

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En los meses restantes que me quedan por contaros en las vidas de Helena y Rodrigo, la convivencia parecía ir mejor que nunca. Ellos se compenetraban bastante bien porque sus ideales eran similares: ninguno quería pasar por el altar ni tenían planes de futuro más allá de su día a día. Permanecían en un ambiente tranquilo y parecía que el trabajo les dejaba momentos de calma para disfrutar lo máximo que pudieran el uno del otro.

Las cosas parecían ir mejor que nunca, hasta que todo se torció.

En el trabajo de Rodrigo, habían decidido que alguien joven, con iniciativa y que tuviera nociones del tema a tratar, se pusiera al mando de un caso bastante complejo. Uno en el que Rodrigo tenía todas las papeletas para entrar. Su gran paso para ascender. Y, a pesar de que suene aún mejor, para él y Helena era todo lo contrario de nuevo. El caso le estaba minando por dentro y Helena empezaba a notarlo en las escasas horas que le veía.

Su humor estaba empeorando, aunque no había acertado todavía si hacia la ira o hacia la depresión. Le parecía demasiado extraño que fuera lo segundo, pero nunca se sabía. Temía que acabara igual que su hermana, haciendo una estupidez. Ella no sabía de qué iba todo aquello, ni siquiera sabía lo de su caso, no solían hablar de trabajo y en los meses consecuentes, ni siquiera hablaban. Habían pasado a estar en un estado de permanente silencio, más alejados que nunca el uno del otro.

El día que llegaron al colmo de la situación fue cuando ella descubrió que se había hecho un tatuaje en la espalda, uno que no había visto con anterioridad y del que se habría acordado. Una esvástica en la parte final, no era precisamente pequeña y la piel aún estaba roja a su alrededor, lo que indicaba que era muy reciente.

Nada más verlo, tuvo que contener su sorpresa, pero no pudo mantenerse callada por mucho tiempo.

- No puedo creerme que hayas vuelto a esa mierda.

- ¿A qué mierda te refieres?

- A la banda de los skinheads. Sara ha dado la maldita cara por ti siempre, yo la he dado. ¿Por qué haces esto?

- No metas a Sara en esto.

- ¿Cómo he podido ser tan estúpida?

- No he vuelto a esa mierda. -El tono cortante, frío como el roce de un cuchillo.- Estás haciendo juicios antes de tiempo.

- ¿Por qué te has hecho ese tatuaje, entonces?

Volvió el silencio, haciendo que Helena se acordara repentinamente de que solo eso era lo que quedaba en los últimos tiempos. Entre ellos cada vez había menos palabras, haciéndola sentir hasta incómoda.

- ¿Y por qué llevas semanas extraño, en silencio, agónico? De mala leche, también.

- Te estás precipitando. -Le espetó en un tono algo más suave. La chica sabía que estaba controlando su mal genio.- Mucho.

- Esto se acaba si esa mierda no lo hace. -Comentó tajante, sin posible discusión.- ¿De qué sirvió tanto perdón, tanto arrepentimiento? ¿Era falso?

- Nunca te mentiría.

- Lo haces ahora.

- Te oculto cosas, pero no te mentiría.

- ¿Y qué me ocultas?

- No puedo contártelo.

Fue el broche definitivo. Ella cogió su bolso y salió del apartamento de manera precipitada. Tanto que no pareció caer en la cuenta de que tendría que volver y se había ido sin llaves. El primer punto de parada sería cualquiera donde nadie viera lo afectada que se encontraba realmente y no la vieran llorar. Sentirse traicionada no era algo novedoso, había pasado por aquello en otras ocasiones, pero el sentimiento dolía más porque él era una de las personas en las que más confiaba en el mundo. Se había enamorado de él como una estúpida, sabiendo que entonces pagaba las consecuencias, a un duro precio, pero la vida es dura, amiga.

Bajo vigilancia.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora