Capítulo 14

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Rodrigo esperaba que su plan de pasar inadvertido volviendo a la ciudad, no se estropeara. Deseaba que Helena nunca se enterara de que había decidido pasar ese fin de semana allí, porque sabía que sería muy complejo para ambos verse sin poder estar realmente juntos. Para él empezaba a ser una complicación tener que pensar tan poco en sus propios sentimientos, siempre dejándose guiar por los de ella, porque eso implicaba, en muchas de las ocasiones, tirar por tierra todo aquello que se fuera topando en medio de su camino. Era sencillo hacerlo, pero sabía que no era lo que debía hacer. La lucha interna se disputaba en su cabeza. La razón solía asestar un fuerte golpe, devolviéndolo a la realidad, recordándole que ella estaba muy lejos y que daba igual cuales fueran sus sentimientos, porque aquello no funcionaría jamás.

El hecho de que sus planes se frustraran, le confundía y sabía que lo estaría más aún cuando volviera a verla. No sabía por qué se había puesto a la defensiva, con un tono despectivo. Lo único que tenía claro era que la situación entre ambos era muy parecida a la última vez que se habían visto. El tiempo y la distancia no hacían lo que todo el mundo le había dicho que siempre que consigue: el olvido, el desamor. Suponía que no iba a ser sencillo, ni temprano ese resultado, pero al menos, sí que apostaba porque acabara sucediendo. Sin contacto alguno durante tanto tiempo, sin nada de llamadas, mensajes o redes sociales, un vacío completo. Sin embargo, todos sus sentimientos seguían igual. Estaban aletargados y habían vuelto a despertar.

En la fiesta, intentó hablar con todo el mundo, enterarse de todo lo que había sucedido por allí en su ausencia y, de algún modo u otro, conocer las novedades del futuro. Sara no parecía haberse dejado a nadie en la fiesta. Incluso algunos de sus compañeros de cuando solo eran unos críos estaban por allí, parloteando entre ellos mientras bebían unas cervezas. La mayoría de la gente se reía, a excepción de Carlos que intentaba mantenerse sobrio para no hacer cualquier tontería de la que, estaba seguro, se arrepentiría después. Era obvio para Rodrigo que era el único que parecía no querer estar allí, junto con Helena. Solo que la chica sabía disimular mucho mejor y se había puesto a socializar con un par de personas en una parte más lejana del salón. Acabó por acercarse hasta Carlos para intentar averiguar el porqué de tanta distancia entre ambos y, más aún, porqué la tensión se podía respirar a kilómetros. Más de una persona le estaba ocultando la información más interesante, el porqué, no lo tenía claro del todo. Se imaginó que podía tratarse de una riña sin importancia, algo estúpido por lo que hubieran discutido con anterioridad, y que tarde o temprano, volverían a su cauce, como los ríos. Por otro lado, si no era nada de eso, pensó qué otra posibilidad cabía, pero estaba lejos de la realidad.

— No me has comentado que te has vuelto abstemio durante mi ausencia. –Rodrigo ya estaba a su lado cuando terminó de hablar con un tono algo afilado, sin perder aquel tono característico suyo de tomarse las cosas más a broma que en serio.– Sería una pena que tuviera que tirar el alcohol a la basura porque no contribuyes a la causa.

— Es mejor que lo tires, es de la peor calidad. –Se burló el chico mirando a su alrededor, observando cómo todo el mundo estaba bebiendo mientras reían o bailaban.– No tengo alma para una fiesta, la verdad.

— ¿Mal día? –Preguntó Rodrigo, frunciendo el ceño y cambiando el tono por uno más serio, ligeramente preocupado.– Es raro que tú no quieras estar en una fiesta.

Carlos no pudo reprimir una carcajada irónica mientras se giraba para quedar justo de frente a su amigo, mirándole entonces por primera vez. Rodrigo se sentía confuso, sí que parecía que las cosas iban realmente mal, pero no tenía ni idea de qué podía haber pasado que hicieran que estuvieran de ese modo. Quería preguntarle y enterarse de todo el problema, intentar ayudarle o aconsejarle, cualquier cosa hubiera ayudado, sin embargo, Carlos no parecía querer decir nada, solo se limitó a quedarse unos interminables minutos observando la expresión en el rostro de Rodrigo y, cuando pareció cansarse, respiró hondo.

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