Capítulo 3

319 36 16
                                    

Narra Fabricio.

Luego de que Helena se haya ido, me sentí como raro, no sé cómo explicarlo, hace mucho tiempo que no me sentía así con alguien. Es raro ya que es nuestra primer sesión y yo me estoy sintiendo como si la conociera de toda la vida o no sé.

Me quedé en el consultorio con unos papeles, todo era sencillo, leer, firmar y guardar todo en sus respectivas carpetas. Algunos eran documentos y otros eran expedientes, cosa que ya había leído, porque eran los expedientes de mis pacientes. Pero me dió curiosidad leer el expediente de Helena, ya que en la primer sesión no se suele hablar mucho de los problemas.

Tomé la carpeta y la puse en mi escritorio y la abrí. Adentro estaba todo lo que necesitaba saber respecto a mi paciente. Así que procedí a leerla.

Nombre: Helena Abigail Driscolld.
Edad: 17 años.
Cumpleaños: 12 de Junio.
Padres: Agustín Alexander Driscolld y Marísa Trinidad Driscolld.
Enfermedades: Ninguna.
Enfermedades genéticas: Ninguna.

Y luego estaba todo su historial. De no ser por su problema de ira, estaría bien, pero tal parece que ése problema es de família, tal y como dice en el expediente, su família paterna no sabe controlar la ira, pero su família materna es de ser más retraída y con buenas notas en el colegio. Éso es una mala combinación por si me lo preguntan. Es tipo, el chico malo y la nerd. Y sus hijos serían tal y como es Helena. Una chica buena, tranquila, amigable, pero cuando se enoja es el diablo en persona, bueno no sé si el diablo, pero de que dá miedo cuando se enoja, éso si.

Mientras estaba inmerso en mis pensamientos, no me había dado cuenta de que Josefina, mi secretaria estaba en la puerta de mi oficina y me estaba hablando pero yo ni atención le presté.

- ¿Doctor? -preguntó al ver que no le estaba prestando atención.

- Si ¿Qué pasa Josefina? -pregunté cerrando la carpeta de Helena.

- Ya van a ser las 19 -avisó-, ¿Quiere que lo espere o cierra usted?.

- Andá tranquila que cierro yo -confirmo-, nos vemos mañana a las 10.

- Hasta mañana doctor -se despidió.

- Hasta mañana Josefina.

No podía creer que se me había pasado volando el tiempo. Me quedé sentado un rato más y después cerré todo y me fui a mi departamento.

Cuando estaba afuera, apagué el auto, no quería bajar, quería estar ahí adentro porque sentía que estaba tranquilo. El trabajo me mataba a veces, porque tenía muchos pacientes, y mi vida personal no es lo que se podría decir "Normal", por ende cada vez que me quedaba sólo en el auto, sentía tanta paz, que rara vez me daban ganas de bajarme, y ésta no era una de ésas ocasiones.

Como pude me llené de valor. Me bajé del auto y me fui hasta el edificio de 36 pisos donde vivía. Entré y me dirigí directo al ascensor. Una vez en el piso 10, me bajé y me fui hasta la puerta del que sería "Mi hogar". Me llené de valor y abrí la puerta esperando a que mi "Novia" estuviera ahí esperándome, para reprocharme que había llegado 10 minutos más tarde de lo que solía tardar normalmente. A veces no podía entender por qué es que ella era así. O sea yo nunca le había dado motivos para que desconfiara de mi, pero ella siempre tenía algún pretexto para decirme que de seguro yo tenía a otra y bla bla bla. Muchas veces me daban ganas de gritarle y decirle que si, que tenía a otra, pero éso sólo acabaría agravando todo, así que prefería callarme y no decirle nada, mientras que ella hacía su vida tranquila y yo no podía meterme ni opinar nada, porque sino yo era el malo, mientras que ella podía hacer y deshacer conmigo como ella quisiera. Y me causaba tanta rabia que ella fuera así, porque antes nunca lo había sido, pero desde que contraté a mi secretaria hace al rededor de unos 2 meses, ella empezó a comportarse así, diciendo que yo de seguro que la engañaba con mi secretaria, que encima era mayor que yo, pero yo no decía nada, y la verdad es que me estaba cansando de cómo se había vuelto ella, así que estaba esperando el momento justo para dejarla y poder seguir con mi vida tranquilamente.

De la nada escucho la voz de Victoria -mi novia- parecía que estaba en la habitación, así que ni me digné en ir para allá, no tenía ganas de soportarla, ya suficiente tuve.

- Amor ¿Sos vos? -preguntó desde el cuarto.

- Si, ¿Por? -dije en tono vacío.

- No por nada, es que sentí la puerta pero no te escuché hablar, ni tampoco viniste para acá, entonces quería saber si eras vos -dijo saliendo de la habitación.

- Ah, es que estoy algo cansado hoy -expuse con los párpados medios caídos.

- ¿Por? -preguntó "Preocupada".

No creía que fuese correcto mencionar el tema "Helena" de momento, y no creía bueno mencionar el hecho de que se había casi como "Desvanecido" y yo la tuve en mis brazos para que no cayera al piso, Victoria llegaba a escuchar éso y era capaz de poner el grito en el cielo, la conozco, es demasiado exagerada, se piensa que cada mujer que está cerca mío ya quiere tener algo conmigo o al revés, no sé, es demasiado tóxica ella y desconfía demasiado de mi, pero yo jamás le di motivos para que desconfiara, así que prefería mentir un poco, además yo no puedo dar muchos detalles respecto a mis pacientes.

- Hoy un paciente como que se desvaneció, y estuvimos un momento hablando hasta que se sintió mejor y se fue -dije mirándome las manos.

- ¿Pero quién era? -acá vamos.

- Era un paciente, nada más -dije en tono frío.

- Pero decime quién -no puedo creer que sea tan pesada.

- Es un paciente Victoria, sabes perfectamente que no puedo revelar nada respecto a mis pacientes -me excusé esperando a que se lo creyera. Aunque era verdad, pero no quería que supiera que era una chica, porque sino era más que seguro que iba a estar todo el día y todos los días sentada al lado mío en el consultorio, cosa de que ninguna me coquetee, está totalmente loca.

- Hmmm... -pensó-, ok -dijo medio enojada. Se levantó y se estaba yendo a la habitación. En la puerta se dió vuelta y me miró-, ésta noche vas a dormir en el sillón, por hablarme así, yo sólo quería saber sobre tus pacientes, porque pensé que íbamos a estar más conectados así, pero me equivoqué -dijo haciéndose la que estaba triste.

Puse los ojos en blanco y me preparé para dormir. Y mientras trataba de encontrar la posición correcta, de la nada recordé los hermosos ojos azules de Helena, tenía ésa mirada en dónde te podía decir lo que con palabras no, y éso era algo que me gustaba, también su boca, no tenía ni mucho ni poco, tenía lo justo y necesario como para tentarte a querer probar ésos labios.

¿Qué estoy diciendo? No puedo hacer ésto, ella es mi paciente y nada más, basta de recordarla de ésa manera.

Sacudí mi cabeza y me acomodé. Justo antes de quedarme dormido, recordé su sonrisa y me dormí sonriendo al recordar éso.

Enamorada de mi psicólogo©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora