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Otra vez, siento como si algo se cerrara dentro de mí. Como si fuese inmune al dolor y que esto no estuviera pasando. Los lamentos de mi mamá me incomodan, no me gusta verla así. ¿A quién le gusta ver a su mamá llorando?

Mi papá deja el teléfono y la abraza. Yo me quedo donde estoy. Frío y petrificado.

La abuela, la dulce y tierna abuela. Esa mujer bondadosa de ojos verdes, cabello corto y piel manchada ya no existe. La mujer que tanto se preocupaba por que yo estuviera bien alimentado, la que me hacía siempre de cenar, la que me tejió mis primeros suéteres... se ha ido.

—¿De qué murió? —pregunto con voz muerta.

—De un infarto. Fue un infarto fulminante —responde papá.

—¿Qué pasará con Dastan?

Dastan Philips. Hijo de la única hermana de mi mamá. Sus padres murieron ahogados en un remolino cuando él tenía 10 años, y ahora, 5 años después, pierde a quien cuidó de él después de que quedara huérfano. No le queda nadie. Su padre era hijo único y sus abuelos paternos ya habían muerto para cuando él nació. La abuela es viuda (era viuda).

—Será nuestra responsabilidad ahora. Nos llamó antes de que llegaras. De hecho, eras el único que faltaba para ir a la casa de la abuela. Suban al auto.

—Son las 11 de la noche —empieza a hablar mi madre cuando por fin se medio tranquiliza (ya dentro del carro)—. ¿Dónde estabas?

—Con Ronnie —respondo evasivo.

—¿Cuándo apareció? ¿Dónde lo encontraron? —empieza a interrogarme mi madre.

—Cerca del lago. Hay unas grutas, o eso he escuchado. Está bien.

Debo de hacerme el inocente si no quiero un sermón. Al menos lo intenté. El sermón empieza, pero no es por haber desobedecido a mi madre, sino por lo que Ronnie hizo. Su modo infantil de reaccionar y la angustia que le hizo pasar a su madre y a sus demás seres queridos. Me mantengo más silencioso que una roca. Tienen razón, pero no quiero que lo vean como alguien con quien no me deba juntar. Él es mi mejor amigo así que lo defiendo a mi discreta manera (lo cual es absurdo porque estoy consciente de que ellos están en lo cierto). Pasamos a hablar de Ronnie a hablar de Dastan.

Hay una habitación de huéspedes en nuestra casa, pero no está totalmente arreglada. Cuando lo traigamos dormirá en mi cuarto una noche.

Cuando llegamos a la casa de la abuela (nos tardamos una hora en llegar), hay poco movimiento. Unos cuantos vecinos ayudan acomodando sillas y haciendo comida para el velorio. Dentro de la casa se encuentra Dastan, allá al fondo, demasiado cerca del cadáver de la abuela. Ha cambiado mucho desde la última vez que lo vi. No queda nada de ese niñito regordete con cachetes de globo. De no ser por su cabello castaño rizado, apenas y podría reconocerlo. Su estatura es como la de los demás chicos (los que sí se desarrollaron, no como yo). Sin embargo, es su cara la que lo hace parecer otra persona: facciones angulosas, labios carnosos y nariz ancha. Los años le han caído bien, de hecho lo encuentro bastante atractivo; sus orejas están un poquito salidas, pero apenas y se percibe. Yo me veo como un niño a su lado. Aunque, pensándolo bien, me veo como un niño al lado de cualquier chico de mi edad. «Noah, no es momento de pensar en eso. Él te necesita». Y es cierto; sus tristes ojos marrones suplican apoyo. Lo abrazamos en cuanto lo vemos y le damos el pésame. Da la impresión de estar aturdido, y el interrogatorio de mi madre sobre lo ocurrido es lo único que lo hace hablar.

Al poco tiempo de llegar nosotros aparecen los trabajadores de una funeraria que hablan con mis padres, (librando a Dastan de mi madre). Ninguno de los dos se siente cómodo, así que le doy privacidad y me siento por ahí.

IMPOSSIBLE LOVEWhere stories live. Discover now