Un matrimonio arreglado, esa será la única forma en que Saint podría unirse a Zee. Ambos tienen mucho carácter y siempre chocan, además de que sus vidas son totalmente diferentes, sin embargo tendrán que aprender a entenderse.
¿Será su vida en común...
El conseguir una cita para el matrimonio fue un poco más complicado de lo que se había esperado, así que Willy Pruk se tuvo que contener las ganas de ir con el omega, hasta no tener bien amarrado ese asunto.
Mientras, tuvo que soportar el ver a su pobre hijo, seguir muriéndose con la pena en la agónica soledad de las cuatro paredes de su habitación.
-Saint...Saint... ¿Por qué no me quieres?, dime...¿Por qué?, ¿Por qué?...
(...)
Esa tarde prometía ser tranquila para el omega, el cual tras varios días sin tener a su joven y acosador alfa a la vista, este suspiraba tranquilo y muy sonriente.
Su hermana había salido a hacer unos recados como muchas veces hacía, así que esa tarde estaba nuevamente solo al frente de la cafetería.
En un momento en el que sus últimos clientes se habían ido, el omega vio que un serio y adinerado alfa entró en el local y tras mirar todo de arriba a abajo con el ceño fruncido, se sentó en una de las mesas.
Rápidamente se acercó para atenderle.
-Bienvenido señor, ¿Qué desea tomar?
El alfa lo miró fijamente.
-Un café late.
-Ahora mismo, señor.
Tras unos minutos, este regresó con el pedido y se lo sirvió.
-Que lo disfrute, señor...si desea algo más no dude en decírmelo, gracias-dijo antes de volver a girarse para regresar a la barra.
Este ni siquiera pudo dar un paso pues el serio alfa le habló.
-Espera un momento muchacho, tu y yo tenemos que hablar un asunto.
Saint lo miró con extrañeza y a continuación asintió conforme.
-Usted dirá.
El alfa resopló con molestia.
-Siéntate muchacho...ya no creo que hoy vengan más clientes aquí, así que podremos hablar tranquilamente.
El alfa dijo eso pues su beta de confianza se encontraba en las aproximaciones de la cafetería, para así impedir el paso de ningún entrometido ser.
-Está bien-dijo el omega sentándose algo extrañado, de que un alfa como ese tuviese algo que hablar con él-...dígame de que se trata.
-En primer lugar me presentaré...soy Willy Pruk y soy el padre de Zee.
Tras escuchar eso, la media sonrisa del omega se borró de inmediato.
-Estoy aquí por mi hijo- continuó el alfa-... al parecer tu eres su omega pero por alguna extraña razón él esta muriéndose de la pena y el dolor en mi casa y tú estás aquí de lo más tranquilo.
-Señor, yo ya le dije a su hijo que no lo amo y no sé porqué razón el insiste en que yo soy su destinado...lo siento pero no puedo hacer nada para ayudarle.
Willy soltó un gruñido y dio un golpe en la mesa.
-¡Si que puedes, maldita sea!, ¡Cumple con tu cometido y sé el omega de mi hijo!-le gritó furioso.
Saint negó.
-Ya se lo dije a él y se lo repetiré a usted...yo no lo amo, yo no soy su omega ni lo seré.
Tras escuchar eso, el alfa sacó un sobre de su bolsillo y se lo entregó.
Al verlo el omega negó con la cabeza.
-Ni se moleste con sobornos, yo no estoy en venta.
El alfa resopló molesto.
-Mira en su interior.
El omega obedeció y tras abrir el sobre, este sacó un papel en el que ponía en letras grandes y negritas: «CONTRATO DE ARRENDAMIENTO»
Saint miró a Willy con preocupación.
-Como verás, ese es el contrato de alquiler que tu hermana firmó para obtener este bonito lugar...bien, por si no lo has deducido ya, yo soy el propietario, así que haremos un trato.
-¿Qué quiere?-preguntó el omega muy apenado.
El empresario sonrió con sorna.
-Yo dejaré que este bonito lugar abierto para que sigáis atendiendo a sus clientes, si aceptas casarte con mi hijo en dos días.
Saint lo miró con asombro.
-¿Ca-Casarme?, ¿Acaso ha perdido la cabeza?.
-Muy bien-dijo este cogiendo el documento dispuesto a romperlo-...entonces tu querida hermana se quedará sin su bonita cafetería.
Tras dudar por unos segundos, el omega lo detuvo.
-Espere...Está bien déjeme pensarlo.
-No, debes aceptar ahora o nada.
Saint suspiró.
-Antes debo hablarlo con ella, por favor déjeme de tiempo hasta mañana.
Willy Pruk metió el documento en el sobre, se lo guardó de nuevo en el bolsillo y acto seguido sacó un billete de su cartera.
-Por el café-dijo este levantándose de la silla-... tienes hasta mañana a mediodía.
Luego de irse el alfa, Saint cerró la puerta principal y corrió al jardín trasero, donde se sentó en uno de los banco y se echó a llorar desconsoladamente.
-Si me caso con ese tipo seré un desgraciado toda mi vida pero si no me caso, mi hermana perderá este lugar que tanto ama, ¿Qué debo hacer?, ¿Qué demonios voy a hacer ahora?...
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