8. Alex

400 35 8
                                    

Para hacer una fiesta cursi han tenido que reservar todo un local para ellos. Yo habría preferido un lugar lleno de desconocidos, para no sentirme tan desplazado. Aunque mi único objetivo es localizar a Sof, con suerte no estará con Matt, y podré tener unos minutos para hablar con ella.

Alice me arrastra de un lado a otro presentándome a la mayoría de sus amigos. Para no querer que sepan que hay algo entre nosotros, parece que va a conseguir todo lo contrario.

—Ahí está... —señala un punto entre la multitud.

Podría reconocer a Sof incluso con una bolsa en la cara. Ni siquiera me da tiempo a reacción, Alice me arrastra detrás de ella, esquivando a la gente que se le pone por delante, ansiosa de llegar hasta su amiga y presumir de... de lo que seamos.

Por mi desgracia, Matt, vestido de idiota, como todos los presentes, está justo a su lado. A medida que nos vamos aproximando, siento mi corazón al borde de un paro cardíaco;  debo estar haciéndome mayor.

—¡Hola, amore! —Alice se precipita a ahogar a Sof en un efusivo abrazo. Como si no la hubiera visto en años.

El mismo abrazo que deseo darle yo. El primero en mirarme es él, Matt me fusila con la mirada. Aunque parece que por un segundo duda de que estoy delante de él. Pero no, estoy aquí, soy yo en cuerpo y alma, si es que tengo una.

—Hola, Matt. Estás tan... —Alice busca la palabra indicada, ¿capullo? —, perfecto como siempre, das mucho asco.

Pero Matt no presta atención a sus palabras, de hecho me mira sin parpadear, lo que hace que Sof se gire a mirarme.

—¡Oh, él es Miller!

Sof me observa entre asustada e incrédula... pálida. Traga en seco. Matt la toma de la cintura, supongo que marcando su territorio, el que una vez fue mío, y solo mío,  y aún lo siento así.

—¿Miller? —pregunta ella confusa.

—Alexander Miller —estiro la mano.

Matt niega, y Sof después de dudar un segundo y mirar a Alice, estira su mano temblorosa hacia mí.

—Sofía...

Cuando estoy a punto de volver a tocar a Sof, Matt se interpone extendiendo su brazo con rapidez, y me  estrecha la mano con tanta fuerza que parece que pretende cargarse mis huesos.

—Matthew Ferreiro.

La tensión es casi palpable, el ambiente se ha vuelto denso y difícil de digerir. Alice nos observa algo confundida,  Matt al fin me suelta y ya no tengo oportunidad de volver a tocar a Sof, ha quedado fuera de mi alcance.

—Es mi jefe, Matt. —Aclara Alice en un tono sarcástico —. Por favor, júzgame cuando estés a solas contigo mismo.

Matt fuerza una sonrisa, que más bien parece una mueca de desagrado.

—Sofi y yo nos tenemos que ir.

Ella se gira hacia él negando con disimulo. Vuelve a mirarme, ya no hay miedo en sus ojos, ni pánico, ni terror, ni nada. Solo es Sof escudriñándome con mucha atención.

—No quiero irme —murmura, pero la podemos oír a la perfección.

—Bien, pues yo sí que me voy. Esto se acaba de volver demasiado tóxico para mi gusto.

Sof no quiere irse con él, quiere quedarse donde estoy yo. Conmigo. Espero que sea una elección para la eternidad.  Desde aquí hasta el infierno y más allá.

—Deberías venirte conmigo —insiste él.

Alice lo acribilla con la mirada, se aferra al brazo de Sof y tira a su favor.

—Adiós, Matt. Eres un aguafiestas,  a la próxima ni te invitamos.

Sof se queda muda, ni siquiera mira en dirección a Matt, ni siquiera cuando él se acerca a besar sus labios, ella no corresponde. Justo lo que quiero. Ahora sé que no lo ama. Matt al fin se larga. Yo en su lugar no me habría ido sin ella, no la dejaría cerca de un depredador como yo. Matt no tiene ni idea de lo que soy capaz de hacer para conquistar a Sofía. Es un idiota que no sabe cuidar de lo que tiene, igual que yo en su momento.

Ahora es cuando tengo claro que no quiero volver a ser el de antes nunca más.

—Voy a por algo de beber, ¿queréis algo?

—Sí, un zumo de tomate...

—Otro para mí —añado yo.

Alice nos mira incrédula, supongo que esperaba que pudiera una cerveza o algo por el estilo. Pero necesito estar en todos mis sentidos. En cuanto se aleja, Sof clava sus ojos en mí con severidad.

—¿Qué coño crees que haces, Alex?

—¿Podríamos salir de aquí y hablar en privado?

—¿Crees que soy la misma estúpida de antes?

Sof me habla en un tono que me desagrada bastante. Y tengo miedo de perder los papeles o el control sobre mis acciones.

—Serán cinco minutos y nada más.

Ella mira hacia Alice, quien se entretiene hablado con otro hombre. Me atrevo a poner una mano en la espalda de Sof, pero ella en seguida reacciona y me aparta de un zarpazo. Salimos fuera del establecimiento y camino detrás de ella, hasta que llega a perderse en la esquina.

Los ojos verdes de Sofía brillan bajo la tenue luz artificial, se han vuelto cristalinos y me da miedo que rompa a llorar.

—¿Qué? ¿Solo querías mirarme? —Me desafía.

Tenso la mandíbula. Quiero besarla, acorralarla y llevarla a mi terreno. Pero mantengo la distancia prudente para que ella se sienta a salvo y segura. Nada malo le va a pasar.

—Te he echado tanto de menos...

—¡Con mi mejor amiga, Alex! Millones y millones de mujeres en el mundo y tú tienes que ser el novio de la única persona que me importa algo en este mundo... no puedes caer más bajo.

—Y tenía muchas ganas de verte —prosigo, pasando por alto sus reproches.

—Si no te he delatado, no es por ti. Lo hago por ella y por mí misma.

—Me abandonaste, me dejaste herido y solo, justo en el momento que podíamos haber empezado algo especial...

Sof no es capaz de reprimir las lágrimas que brotan de sus ojos, y las cuales seca con rabia y frustración.

—Me jodiste la vida, Alex. Me dejaste moribunda, vagando, sin saber quién era, a dónde ir, qué hacer. Aferrándome a la esperanza de que vinieras algún día.

—Ahora estoy aquí...

Sof arrebata contra mi mejilla con todas sus fuerzas, siento que me ha reventado el tímpano. De todos modos me lo merezco, con todo lo que he hecho, merezco más golpes de Sof, y he caído tan bajo que estaría dispuesto a una paliza diaria con tal de seguir a su lado.

—¡Psicópata de mierda!

Trago en seco, me trago el orgullo y espero que Sof descargue su odio contra mí. Y su odio es volver a golpearme con sus puños contra mi pecho. Me quedo quieto, hasta que ella empieza a sollozar, y entonces la detengo, inmovilizo a Sofi entre mis brazos, mientras ella rompe a llorar. Una parte de mí también se siente rota.

—Te odio, Alex... te odio mucho.

Se me rompe el corazón con sus palabras, se mueve bruscamente buscando que la libere. Pero no soy capaz de soltarla. No quiero separarme de ella nunca más.

El infierno Del Demonio (Libro 2)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora