5. Alex

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Alex.

Me escondo detrás de la puerta a la espera de que ella llegue. Ansioso de enterarme en ella. De devorar cada centímetro de su piel. De sentir su miedo cuando la pille completamente desprevenida.

Escucho la llave girando en la cerradura, no se percata de mi presencia, cierra la puerta distraída y asumida en sus pensamientos, y yo me abalanzo sobre ella. Atrapo mi presa, ahora no tiene escapatoria. Le tapo la boca, y ella se mueve nerviosa. La bolsa que lleva en su mano cae al suelo fruto del pánico. Aproximo mis labios a su nuca y paso la lengua por su piel.

Se desespera, siento como su corazón bombea de manera salvaje. Mi mano para sobre su desnudo muslo y la voy deslizando hasta llegar a sus bragas. Me cuelo en ellas, y rozo su coño caliente y húmedo. Tal vez por la excitación del miedo, o porque en realidad es su fantasía más deseada.

Ella jadea nerviosa, yo aprieto mi erección contra su culo, al mismo tiempo que mis dedos resbalan con facilidad dentro de ella. Mi mano libera su boca para agarrarla del cuello.

-¿Esto es lo que te gusta tanto?

Alice jadea perdida entre su mundo de mierda y el mío. Sin saber diferenciar entre lo que todos consideran aceptable y lo inmoral.

Mis dedos entran y salen de ella, y mis dientes se clavan en su espalda. Gime y grita una vez que penetro su piel, pero lo único que quiere es que yo siga. Al contrario que Sofía, la cual solo me pedía que parara.

-¿Quiere mi polla, perra?

Sé que esas palabras son suficientes para que ella pierda cualquier control sobre sí misma.

-Claro, Miller.

-Entonces ruega por ella y tal vez te haga ese favor.

Empujo a Alice contra la puerta, y llevo mis manos hasta sus pechos, los aprieto con fuerza, los acaricio con tacto: una cal y otra de arena. Sus son pequeños como Sof, pero me fascinan. Mis dientes vuelven a clavarse en su hombro.

-Fóllame, por favor -súplica.

Pero no estoy dispuesto a dárselo tan fácilmente, primero quiero desquiciarla y llevarla al límite.

Me arrodillo detrás de ella, me meto por debajo de su vestido y le bajo las bragas, acaricio y pellizco sus nalgas para aproximar mi boca a una de ellas y la muerdo. Alice gruñe y gime al mismo tiempo. Le subo una de sus piernas y la apoyo en mi hombro, ahora la tengo totalmente abierta y expuesta ante mí. Mi lengua saborea su preciado coño. Alice está empapada.

-¿Por qué estás tan mojada?

Clavo mis uñas en sus nalgas buscando el dolor que tanto nos excita, vuelvo a lamer desde su culo hasta sus labios. Jadea perdida. Ardiente. Entregada. No sé quién está peor de la cabeza si ella o yo.

Vuelvo a succionar su sexo, a torturar su clítoris hasta que finalmente vuelve a rogar:

-Fóllame ya, por favor.

-Eres muy impaciente -le doy con fuerza contra su nalga.

Me levanto, y la giró con brusquedad hacia mí. Ahora puede saborear sus propios fluidos en mis labios. Pero sé que es algo que la pierde por completo. No dejo que me bese ansiosa, solo quiero su lengua al rededor de mis labios.

-¿Te gusta ser mi perra?

Alice asiente entre ida y una media sonrisa más que evidente.

-No te oigo.

-Me encanta ser tu perra.

Entierro mi mano en su melena y hago que se arrodille, y cuando va a lamerme, me aparto. Solo quiero enterrarme en ella. Me arrodillo detrás de ella y la penetro. Una oleada de placer inunda mi sistema. Alice jadea exagerando, y yo busco que se corra cuanto antes.

-Gracias, Miller. Gracias por follarme.

Es la primera vez que dice eso, y me acabo de encender más que nunca. Embisto con fuerza, provocando los gritos de Alice.

-Córrete, Alice. Acaba ya.

Ella jadea, yo entro en desesperación por acabar y no quiero hacerlo sin que lo haga ella primero.

-Recuérdame que soy tuya... hazlo, Miller.

Pero no lo es, no quiero que lo sea. Yo le pertenezco a Sof, y Sof a mí, y ella es la única a la que le quiero decir esa frase.

-Eres mi perra, Alice.

Esa frase y unas embestidas más, son suficiente para que ella se precipite al vacío, al igual que yo. En cuanto salgo de ella, el chorro de semen me persigue. Entonces me doy cuenta de donde he acabado.

-¿Un abrazo? -me pregunta.

La atraigo hacia mí, sudada. Más acelerada que yo y la envuelvo contra mi pecho, pero la culpa sigue presente. Me siento mal por las cosas que he dicho durante el sexo. Llamarla perra, aunque sea ella la que me lo pide.

-¿Te estás cuidando?

-A buenas horas lo preguntas. Si me dejas embarazada te mataré.

Siento una presión en el pecho, no quisiera tener un hijo con ella. Y supongo que ella tampoco lo querrá tener conmigo.

-No te rayes, que tomo pastillas.

Suspiro aliviado. Alice sale de entre mis brazos, maldice y se mueve nerviosa.

-¡Sofía me va a matar!

Al escuchar ese nombre la presión en el pecho se hace más densa. Siento que apenas puedo respirar.

-¿Quién es Sofía?

-Mi amiga y compañera de piso... voy a darme una ducha, ya llego media hora tarde y además ella es de las puntuales.

Me doy cuenta de lo poco que sé de Alice, ni siquiera sé donde vive. Nunca me he interesado en su entorno, ni en nada relacionado con ella. De pronto se me ha despertado el interés por conocerla más, o simplemente por saber si estamos hablando de la misma Sofía.

En cuanto sale del baño, parece acelerada por marcharse.

-¿Tienes una foto de tu amiga?

Ella me acribilla con la mirada. ¿Celosa?

-Alto ahí, zorrito. Mi amiga ya tiene novio, además ambos son psicólogos y él da muy mal rollo, parece que te analiza en todo momento.

-Nunca me has dicho donde vives.

-Nunca me lo has preguntado -dice colocándose el vestido.

-¿Cómo se llama el novio de tu amigo?

-Matthew, es algo así como la perfección en persona. No te iba a caer bien, pero ella sí, ella es un amor.

Trago en seco. Mi corazón está a punto de detenerse, ¿qué probabilidad hay de que Alice y Sof sean amigas? ¿Una entre un millón?

-Por cierto, al final no podré ir a la fiesta.

Alice frunce el ceño y me mira con gran decepción.

-Pues si no vienes te vas olvidando de mí, que aparte de follar quiero hacer más cosas contigo.

-¿Me estás amenazando? -le advierto en un tono más que evidente.

-Claro que es una amenaza, para mí es fácil. A la mayoría de los hombres os gustan las mujeres como yo, aunque a algunos os avergüenza reconocerlo.

-¿Qué con eso?

-Miller, o te vienes conmigo o te olvidas de haberme conocido. Cualquier hombre deseará follarme como a una perra, pero tú no encontrarás tan fácilmente a otra como yo.

Arqueo ceja alucinando. En el fondo tiene razón, y aunque me da igual si Alice desaparece de mi vida, la quiero mantener cerca para saber cosas que Sof le pueda confesar a ella.

-Me acabas de convencer.

Pero Alice se encoge de hombros.

-Te tengo cogido por los huevos, Miller. Admite que harías lo que fuera para estar siempre en mi vida.

Alice está muy equivocada, si tan solo supiera lo que soy capaz de hacer por retener a alguien, pero ese alguien no es ella. Y si acepto ir, es solo porque sé que Sofía estará allí.

El infierno Del Demonio (Libro 2)Où les histoires vivent. Découvrez maintenant