2. Alex

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Que mi padre me haya dejado la mayoría de las acciones de la empresa, me ha dado ventajas sobre Dario y Damián. Supongo que les habrá molestado, sin embargo ellos ya tienen sus propios proyectos. En muchas ocasiones pienso que lo hizo porque me consideraba una bala perdida y no porque haya pensado que lo haré mejor que ellos.

Se puede decir que me he reinventado y soy un hombre nuevo, aunque en lo más profundo de mi ser me sigo sintiendo como el verdugo que jodió a Sof de todas las maneras posibles.

Mis recuerdos se disipan una vez que llaman a la puerta de mi despacho.

-Adelante.

Antes de que le dé tiempo a Alice a hablar, mi hijo la hace a un lado y le cierra la puerta en las narices.

-¿Te puedes creer que no queria dejarme pasar sin avisarte antes?

-Solo está haciendo su trabajo.

Supongo que a sus catorce años es complicado aceptar que no es el ombligo del mundo.

Camina decidido hasta tomar asiento frente a mí. Parece que era ayer cuando se dedicaba a pintarme la piel, y ahora si no vive pegado al teléfono vive protestado. Me cuesta aceptarlo, pero a veces me recurda a Marcus.

-Voy a ir al psicólogo, tal y como tío Dario me ha recomendado.

Asiento levemente. Me parece bien que quiera hablar de sus cosas y desahogarse.

-Me parece genial.

-Me ha recomendado ir con un tal Matthew Ferreiro. Dario me ha dicho que es de los mejores.

Dario parece que trata de apuñalarme por la espalda. Matthew tiene varias consultas. No soy el único que ha prosperado. Pero que mi hijo acuda a él para contarle nuestras miserias, no es plato de buen gusto para mí.

Tenso la mandíbula. No quiero alterarme.

-Dario ya me había advertido que no es de tu agrado.

-Lo que tú decidas yo lo respetaré y entiendo que me odies y quieras expresarlo con alguien que pueda ayudarte a avanzar. Y sí, Matt no es lo ideal para mí.

Alex saca su teléfono después de que este suena. Lo mira, sonríe a la pantalla y se incorpora.

-Solo queria que lo supieras.
Lo siento tan y calculador como yo, y es algo que me consume por dentro.
Le diría que lo quiero, que siento no haber estado a la altura, pero algo me lo impide.

-¿Dónde irás?

-He quedado con una amiga.

La idea de que sea como yo, de que se propase con alguien, me aterra. Vuelvo a tensar la mandíbula.

-Usa condón...

-Por favor, papá. No he llegado tan lejos.

Se sonroja y supongo que tiene razon, que todavía es muy joven para practicar sexo. Creo que mi primera vez fue con dieciséis años. Ni siquiera recuerdo el nombre de la chica pero si su cara de decepción cuando me corrí a los pocos minutos. Tal vez fue ahí cuando empezó mi obsesión por el sexo y mis gustos peculiares.

En cuanto Alex se despide, a los pocos segundos Alice vuelve a llamar a la puerta.

-Siento no haberte avisado, pero tu hijo es...

Le indico silencio con un dedo en mis labios. Le hago un gesto para que se acerque. Alice es mucho más que mi secretaria. Hay cosas en ella que me recuerdan a Sof, como el verde de sus ojos, o sus mejillas rosadas cuando se ruboriza.

Echo para atrás el sillón, y sin más preámbulos procedo a desaprochar mi cinturón. Alice asegura la puerta para que no entre nadie. Y acelera para llegar hasta mí.

-Ven gateando.

Me gustaría que fuera Sof la que lo hiciera, muchas veces cierro los ojos y me imagino que es a ella a quien estoy follando.

Alice gatea hasta mí, se pone de rodillas y me baja la cremallera del pantalón. Me acaricia por encima de la ropa interior y clava sus ojos felinos en los mios. Es tan caliente, tan atrevida que consigue ponermela dura en una fracción de segundos.
Libera mi erección, yo le acaricio el pelo. Alice tiene gustos particulares que se asemejan a los mios. Aunque ella lo lleva mucho más lejos.

Cierro los ojos y suelto el aire que tengo contenido cuando ella empieza a pasar su lengua por mi pene. Lame lento, tratando de desquiciarme para que yo reccione. Pero la dejo a su antojo. Mi mente se imagina a Sof de rodillas ante mí. Su imagen se vuelve casi palpable. No consigo apartar a Sofia de mis pensamientos. Es como si se hubiera quedado impresa en mi memoria. No soy capaz de deshacerme de sus recuerdos. Muchos de esos recuerdos solo me atormentan.

Tomo a Alice del pelo y manejo su cabeza a mi antojo. Hasta el fondo, hasta que siento que no puede respirar, cuando empieza a ahogarse con mi polla. Se la saco. Toma una bocanada de aire.

-Dime que soy tu perra.

Eso es lo que mas me excita de ella, lo desinhibida que es. Solo le importa su peopio placer, sus fetiches más oscuros saliendo en formas de palabras que me hacen enloquecer.

-Eres mi perra.

Vuelve a abrir la boca, y me vuelvo a enterrar en ella. Me pongo de pie y la incoporo un poco para poder follarmela mejor.

-Muy perra, Alice.

Ella sonríe complacida. No puedo juzgar sus gustos, o lo que la excita. Porque en el fondo me gusta como es en este ámbito.

Se coloca las manos a la espalda y empieza un movimiento de cabeza que me obliga a soltarle el pelo para que se pueda mover con total libertad. La chupa de lo mas ansiosa y finalmente se lo saco de la boca. Un hilo de saliva une sus labios a mi polla. Es demasiado ardiente para mí.

-¿Qué deseas, Alice?

-Que me folles como una perra, Miller.

Sonrío satisfecho. Que sea tan directa es algo que me fascina de ella.

-Pues colócate como perra y te daré lo que quieres.

En el fondo creo que Alice es un error en mi vida, una piedra en el camino que no hace más que retroceder los avances que intento hacer.

Alice se baja las bragas hasta los muslos, se levanta la falda y se coloca sobre sus cuatro extremidades. Saca el culo para fuera y me lo sirve todo en bandeja de plata.

Pierdo el control al saborear sus fluidos, mi lengua lame su coño mojado. Y no soy capaz de razonar, dejo a la mejor version de mí aparcada a un lado y me dispongo a entrar en mi propio infierno.

Embisto en un empujón. Ella gime, su rostro queda pegado al suelo y ladea la cara para mirarme. Alice saca la lengua imitando lo que tanto le pierde, le gusta sentirse como una perra mientras me la follo. Una perdición para una mente enferma como la mía.

Si tan solo supiera que clase de persona he sido en el pasado, Alice no querría tocarme ni con un palo.

-Pégame.

Me enciendo todavía más, la palma de mi mano estalla con fuerza en su nalga. Otra y otra más. Ella jadea con la lengua fuera, y ahora sí que parece una auténtica perra.

-Mas fuerte, Miller.

Si tan solo supiera el problema que tengo, Alice no se atrevería a pedirme que le dé más fuerte. Sin embargo, Alex el que va a terapia es anulado por el Alex que el que solo quiere complacer a una masoquista.

Le doy lo que quiere con todas mis fuerzas en la misma nalga, para que sienta el dolor que tanta la excita.

La tomo la pelo y hago que levante la cabeza, arquea la espalda hasta quedar pegada a mi pecho. Embisto sin control hasta que Alice estalla de placer. Salgo de ella, Alice se arrodilla ante mí, abre la boca y saca la legua.

-¿Esto era lo que querías? ¿Esto es lo que te gusta, perra?

Alice asiente ansiosa de recibir mi semen en la boca, no tardo demasiado en terminar. Se lo traga todo y entonces vuelve a lamerme hasta dejarlo limpio. Con la polla limpia y la mente sucia, los remordimientos acechan después del orgasmo. La culpa vuelve.

El infierno Del Demonio (Libro 2)Where stories live. Discover now