Capítulo 20: El comienzo

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Creo que me lo esperaría de mi padre, de mis amigos, esos que dicen que están contigo siempre, aunque luego sólo es en los buenos momentos. De cualquier persona, menos de ella. Tenía la sensación de que me había decepcionado por completo. Por eso le dije que era el final. Y, tal vez, me precipité. Puede que si le hubiera dejado explicarse mejor, con más tiempo. Tenía la cabeza llena de preguntas que hacerle, respuestas mejores que darle, arrepentimientos. Creo que era un buen momento para practicar paracaidismo. Pero sin el paracaídas ni nada, sólo el avión y yo. Tirarme, caerme y no tener que dar explicaciones a nadie de nada. Acabar de una vez por toda con esto. 

Esa sería la solución por la cual optaría un cobarde, pero yo no era de esos. Desde pequeño, mi madre me enseño que nada ni nadie podía impedirme dejar de disfrutar de la vida, de sus pequeños detalles. Por eso, no iba a dejar que todo esto que me había pasado acabase conmigo, con mi vida. Era muy joven para pensar en querer acabar con ella. Todavía no había cumplido ningún sueño de los que me había propuesto. Uno de ellos era subirme a una avión y tirarme, pero esta vez sí con paracaídas.

Se trataba de una vida nueva para mí, la de soltero. Hacía un año y no sé cuántos días que no sentía esa sensación. Era extraña porque ya me había acostumbrado pero la verdad es que te libraba de ciertas ataduras. A partir de ahora, no iba a dar explicaciones a nadie de nada. Esa era una de las muchas desventajas que tienes cuando estás emparejado. También me perderé otras como en una tarde lluviosa de invierno, estar con ella, una manta y película. De todas formas, creo que no era así. Había gente que me lo había dicho, que había cambiado, aunque no sé si me lo estaban diciendo de verdad o es que tenían pura envidia. Sí es cierto que me había apartado un poco de los míos, de mis amigos más cercanos pero esperaba que me entendieran que era porque tenía novia y era algo completamente nuevo para mí. 

Había entrado ya en la ciudad y me acercaba cada vez más a mi casa. Tenía unas ganas inmensas de ver a mi madre, abrazarle, besarla y recordarle que era la persona que más quería en este mundo. Todavía no había llegado, cuando tuve una sensación extraña. Todo el mundo me miraba raro y después se apartaban como si llevara un cartel que pusiera: "PELIGRO, MUERDO." No sabía por qué, hasta que me fijé en un cartel que estaba pegado en un semáforo, el rostro de la persona del cartel me resultaba familiar. Tan familiar que era yo mismo. Acompañado de mi cara, ponía: "CUIDADO. ESTÁ INFECTADO. AVISE AL SERVICIO DE INVESTIGACIÓN ESPECIAL SI LO VE. NOS PREOCUPAMOS POR SU VIDA Y LA DE SUS HIJOS." No había acabado de leer el cartel cuando me encontré con la persona que más se había asustado hasta entonces. Gritó pidiendo ayudado y agarró a sus hijos como si de un monstruo se tratara el estar cerca de mi. Creo que no debía estar mucho tiempo en la calle, por lo que corrí hacia mi casa. Aunque fue lo peor que pude hacer, ya que la gente se creía que iba a por ellos, a atacarles o algo por el estilo

No tenía ni idea de quién estaba detrás de todo esto. Mi padre, el "médico" o, ya incluso lo pensaba, Lucía. Fuese quien fuese no iba a parar hasta encontralo y darle su merecido. No era de esas persona que solucionaba los conflictos mediante la violencia pero había llegado a un punto en el que no me importaba golpear a alguien si había puesto en peligro la vida de mis seres queridos. Por fin, llegué a casa, donde también había pegado un cartel de esos. Lo que me resultó muy extraño era que mi madre no lo hubiera arrancado. Subí lo más rápido que pude las escaleras para poder encontrarme con ella, cuando vi que la puerta estaba abierto. Había sido un día con malas noticias y la verdad es que no quería que esas noticias aumentaran. Entré con sigilo y vi como todo estaba hecho un desastre. Nada más ver eso, sabía que mi madre no estaba aquí. Si estuviera, se hubiera puesto a recoger todo aquello que estuviera por los suelos y a meterlo en los armarios. Me acerqué a su cuarto, donde también todo estaba hecho un lío, aunque había un papel encima de la cama.

"Carlos, he visto el revuelo que hay armado con tu supuesta infección. No me he creído a nadie y sigo pensando que estás perfectamente. Pero no puedo aguantar la presión de toda la gente diciéndome que mi hijo está infectado. Por eso, he decidido huir. Llámame y te responderé cuando pueda.

                                                                                                                                        Te quiero, Mamá"


No era ella, mi madre no había escrito esa carta. Estoy seguro que pasase lo que pasase, nunca huiría. Era una persona valiente y, sobre todo, si alguien había entrado en la casa para buscar algo sobre mí, por qué no se llevó esa carta que me llevaba hacia mi madre.

La elecciónWhere stories live. Discover now