Capítulo 8: La habitación

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Abrí los ojos, estaba un poco mareado aunque realmente no recuerdo nada de lo que pasó después de que me metieran en el coche. Miré a mi alrededor, había cuatro paredes, al cual más blanca. Mi cabeza giraba en busca de una puerta con la que poder escapar y celebrar el aniversario con Lucía.

Pero no había ninguna puerta, por lo que pensé que tal vez eran simples blancos muros que los podría derribar con mi fuerza, la cual no era mucha por no decir ninguna, pero, creo que, esto es lo más romántico que he dicho en mi vida, por amor de Lucía sería capaz de cualquier cosa. Allá iba, cogí carrerillas para que mi fuerza fuera aún mayor, como si ya de por sí mi fuerza se pudiera ser mayor. Aunque no erá como yo imaginaba y las paredes estaban totalmente unidas y no se podían derribar. Después de un buen rato tratando de olvidarme del golpe que me había en el brazo con la pared, miré hacia arriba, cómo no se me había ocurrido antes. No había techo, con lo que podría escalar la pared huir de allí donde me encontrarse, ir a por Lucía y celebrar con ella nuestro aniversario. Todo esto es lo que hubiera ocurrido si historia formase parte de esas narraciones idílicas de Disney. Pero como no era así, tampoco pude escalar la pared, ya que no había nada donde apoyarme y por más que saltase no alcanzaba para poder agarrarme a lo más alto de la pared.  

No sabía qué hacer, aunque lo que sí tenía claro era que no volvería a utilizar mi fuerza para escapar de allí, ya que los resultados no habían sido como yo esperaba, es más, durante esos intento creo que hasta me rompí algún hueso que otro. Pensaba y pensaba pero no se me ocurría nada. Estaba en una habitación de cuatro paredes lisas y blanca, sin techo y nada más. Como con mi fuerza no iba a conseguir nada, utilizé mi potente voz, que ya quisieran muchos cantantes de ópera tener el tono de voz que yo tengo. Tampoco, grité: "Ayuda y Lucía." Así sucesivamente, pero nada. Parecía que ese día iba a acabar sin poder ver a Lucía.

Sólo tuve esperanzas cuando, de repente, una luz que iluminaba el techo se apagó. Había alguien, estaba completamente seguro que fuera de esa habitación había alguien que me vigilaba, no sé por qué a mí ni para qué pero detrás de esas cuatro paredes se encontraba alguien, de quien sólo pude oír su tós, que fue cuando recordé haberla oído antes. Para mi desgracia, también pude oír cómo se marchaba y tras esos pasos el cerrojo de una puerta, es decir, estaba en una habitación sin puertas dentro de una habitación con puerta. Pero, ¿cómo había llegado a la habitación que estoy ahora? Me habían tirado desde el techo o, y si no hubiera sido así, y he estado dormido tanto tiempo que han podido construir una habitación a mi alrededor. Es más, ¿por qué seguía pensando que era el mismo día?

Todas esas preguntas y muchas más me venían a la cabeza. No era capaz de responder a ninguna de ellas, aunque eso sí, de lo que estaba seguro era que allí no iba a estar por mucho tiempo. Estaba cansando y los ojos se me cerraban aunque no quería dormir, tenía miedo de despertar en un lugar extraño otra vez.

Volví a abrir los ojos y allí estaba, era ella, Lucía. Tal y como iba vestido el día de nuestro aniversario, es decir, como hoy. Estaba tumbada, parecía estar durmiendo aunque no se le oía respirar. A ella también la había atrapado quien se encontrase detrás de todo eso, aunque eso no era lo que me importaba ahora, estaba con ella, había conseguido lo que quería, ya todo me daba igual. Me acerqué lentamente a ella, no quería despertarla. Le acaricié la mejilla y le dí un beso mientras le susurraba: "Te quiero." 

Creo que nunca había sido tan romántico con ella. No era raro en mí que le regalara algo o que, alguna vez que otra, le diera una sorpresa. Aunque realmente no servía de nada porque seguía dormida. No lo entendía porque siempre me decía que para ella dormir era la mayor perdida de tiempo que comete el ser humano durante toda su vida. Acabábamos discutiendo siempre que me repetía esa frase, ya que para mí, dormir era lo más sagrado de la vida y, tal vez, si tuviera que elegir entre estar despierto o dormido, elegiría dormido. Tuve que recurrir al alma más letal que podía usar contra ella, cosquillas. Era la persona que más cosquillas tenía en toda la faz de la tierra, por lo que esperaba que la despertaran, pero no fue así. Ni si quiera con cosquillas era capaz de despertarla, por lo que, por primera vez, pensé en aquello que no quería, tal vez no estaba dormida.

La elecciónOnde as histórias ganham vida. Descobre agora