Capítulo 18: El beso

78 6 19
                                    

No sabía de dónde venía pero estaba más que seguro que procedía de ella. Me giré y allí estaba. Esta vez no, no era un sueño como la última vez.

Me sentía como un niño el día de reyes, como un ciclista al ganar el Tour de Francia, como un futbolista ganando la Champions, como Einstein al descrubir la teoría de la relatividad o como 1D cuando actua frente a sus millones de seguidoras. Sí, así me sentí yo, cuando la besé. Aunque me atrevo a decir que me sentía mejor incluso. Era lo que más llevaba esperando desde el momento que abrí los ojos y me desperté en aquella habitación. Puede que no fuera el mejor besador del mundo ni, mucho menos, el más guapos de todos. Pero lo que sí, era el más sentido. Como dije antes, había pocas cosas, por no decir ninguna, que hacía con el corazón. Y esa era una de ellas, qué digo una de ellas, la única. Estar con ella era lo único que me importaba, me daba completamente igual lo que estuviera ocurriendo a nuestro alrededor, quién estuviera viéndonos o qué estuviera pensando de nosotros.

-Veo que tenías ganas de verme -me dijo cuando nos dejamos de besar.

-No sabes cuánta, -le respondí mientras la volvía a besar -pero ahora nos tenemos que ir.

-Vale, pero... ¿No hay nada que te ate aquí? -me preguntó.

-No -le contesté pensando en mi padre.

No sé si había sido ella o yo, pero estábamos corriendo cogidos de la mano. Era muy extraño porque parecía que se conocía muy bien los entresijos de la nave. Tanto era así, que conseguimos salir de allí a la primera. Por eso, no me pude aguantar y se lo pregunté.

-¿Puedo saber por qué te conoces tan bien todo esto?

-Mejor no preguntes y bésame -me respondió tratando de evitar, de una manera muy poco sutil, responder a mi pregunta.

-Bueno no he conseguido ninguna respuesta, pero si cada vez que pregunte me vas a besar... Creo que voy a estar preguntando durante todo el camino.

-Ni se te ocurra -me dijo mientras esbozaba una leve sonrisa.

Después de todo este subidón, volví a la realidad. Me sentía raro, aunque no sabía por qué. Estaba con Lucía y era lo que había estado deseando pero tenía un presentimiento de que todo no estaba finiquitado. Faltaban muchas preguntas que responder y, ni mi padre, ni Lucía me las habían respondido. Estaban realmente de parte de ellos o era una simple insinuación mía que me había hecho dudar de ellos de manera equívoca. No era yo él único que se sentía raro, Lucía parecía igual. No era con la que esperaba celebrar el aniversario de hace unos días. Sólo había sonreído cuando le dije lo de los besos y las preguntas pero ni siquiera cuando me vió le dió por sonreír. Si fuese una chica que le costaba sonreír pues lo entendería, pero no era así. Lucía no era de esas. Al contrario, creo que se pasaba más tiempo sonriendo que seria, yo, sinceramente, no podría aguantar tanto tiempo sonriendo como ella lo hacía, acabaría con llagas en la boca o agujetas en los cachetes. Incluso el año que tuvo que llevar brackets, le quedaban bien cuando sonreía.

A pesar de todo, no era el momento para decir: "Te noto rara." Era como romper todo el ambiente romántico y, por qué no decirlo, perfecto, que se había generado entre nosotros durante, ahora sí que podía decirlo, un año y no sé cuántos días.

Como bien pensé la vez anterior que salí de la nave. Se encontraba a las afuera, donde estaban las empresas. Un claro ejemplo de esto fue poder leer, después de estar corriendo durante diez minutos, "MANOLO GARCÍA S.A. (Muebles y de todo un poco)" Así era, estábamos a las afueras junto con esa empresa, o lo que quisiera que fuera eso. Todavía no estaba situado pero faltaba poco. Al acercarnos a la ciudad y, a su vez, alejarnos de la dichosa nave, pude ver el polideportivo de la ciudad. Estaba en pleno auge porque, aunque todavía seguía sin poder averiguar la hora por la luz del sol, podía descifrar que era por la mañana, y por ello había un grupo de niños pequeños jugando. Creo que nunca antes me había hecho tanto ilusión ver a gente en ese campo, ya que siempre solía ir allí a jugar y me molestaba que estuviera ocupado.

Creo que el cúlmen de todo fue cuando me di cuenta que habíamos salido de la nave corriendo, habíamos llegado a la ciudad corriendo y Lucía no se había parado ni se había quejado por el cansancio. Era muy extraño porque siempre que le pedía que saliera a correr conmigo me ponía excusas del estilo de: "tengo que estudiar" o "hoy no me apetece, mañana mejor" Aunque luego ese mañana nunca llegara. Otra de las cosas que también me sorprendió, aunque esta para bien, fue que siguieramos de la mano. No era de esas chicas que le gustara presumir de tener novio yendo de la mano con él. Siempre decía que lo hacía porque no quería ser como las parejas normales, quería que fueramos una pareja especial, diferente.

Todavía no habíamos llegado a la zona de la carretera donde te aclara, por si no te has dado cuenta, de que ya has llegado a la ciudad. Fue justo ahí, cuando se paró de repente, me soltó de la mano y me miró. Estaba sudando, lo cual me hizo recordar que yo también estaba sudando y que no me gustaba para nada.

-Te tengo que contar algo -me dijo.

La elecciónWhere stories live. Discover now