Capítulo 9: ¿Eres tú?

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Traté de despertarla de la manera que fuera.

-¡LUCÍA DESPIERTA! -le grité como nunca antes había hecho.

Abrí los ojos. Lucía no ya no estaba allí. Miré de un lado a otro, parecía como si se la hubieran llevado, pero por dónde si las cuatro paredes seguían como antes. Golpeé una de las paredes lo más fuerte que pude esperando una respuesta de detrás de esas paredes que fuese suya. Lo único que obtuve fue mi eco, lo cual me hacía saber que la habítación en la que me encontraba era amplia. Volví a sentarme en el suelo cuando recordé qué había pasado antes de que Lucía apareciese. Estaba cansado, aunque no me quería dormir, pero lo hice. Todo era un sueño, había soñado con Lucía, pero por qué la veía muerta en mis sueños. En este momento, no quería pensar eso de: "los sueños se hacen realidad."

Claro, todo había sido un auténtico sueño que me había hecho creer que había estado con ella durante unos segundos. No sabía realmente si alegrarme porque, como era un sueño, no estaba muerte o llorar porque, al ser un sueño, no estaba conmigo, no estaba allí.

Siempre quise tener la sensación que tuvo Robinson Crusoe cuando estaba solo en aquella isla, aunque ahora que podía sufrirlo, me arrepentía por completo. Era un auténtico desastre, no poder ver ni oír a nadie. No quería volverme loco por ello, así que traté de mantener mi cordura, la cual había perdido durante un instante cuando creí haber visto a Lucía. 

Pensé en que estaría haciendo ella, dónde, con quién estaría y, sobre todo, por qué. Es decir, si ella también había sido atrapada como yo. Si me dieran a elegir, sería capaz de quedarme aquí encerrado y que la liberaran, pero sólo con una condición, que me dejaran verla por última vez en mi vida. Tratando de pensar en si Lucía estaba en una habitación como esta, pensé en todo aquello que nos había ocurrido durante este año.

El día que la conocí, cuando aún no sabía que me gustaba y la veía como una amiga, cuando me empezó a gustar pero tenía miedo a que me dijera que me veía como un amigo, el domingo que le confesé que me gustaba y el lunes siguiente que me dijo sí pero en secreto, cuando nuestra relación salió al descubierto y éramos la envidia de todo el instituto, nuestro primer beso en secreto y en público, cuando fuimos juntos a la fiesta de fin de año, la vez que intentamos hacer una tarta y acabamos tirandonos todos los ingredientes el uno al otro, el día de la playa. Y hoy, el día que puede haber sido el último día que la haya visto.

Estuve pensando toda la tarde, o toda la mañana, o toda la noche. No sabía qué hora era, no era de esos que les gustara saber la hora y el día en el que vivimos. No me gustaban los horarios, me parecían que te quitaban tu libertad. Siempre había una hora para todo, Lucía se tenía que recoger a las doce, por qué no podía estar más tiempo con ella. Hasta para despertarse había horarios, qué problema hay si algún día, aunque en mi caso serían todos, me apetece levantarme a las cuatro de la tarde. Mientras me enfadaba conmigo mismo por no llevar reloj, oí cómo entraba alguien en la habticación de afuera, parecía una mujer, o por lo menos llevaba tacones. No me lo pensé dos veces, y volví a gritar su nombre.

-!Lucía! ¿Eres tú?

Sabía que no se había ido quien fuese que estuviese detrás de esa puerta porque no había oído el cerrojo de la puerta al cerrarse. También pude oír otros pasos, no sé si hombre o mujer, pero lo que sí tenía claro era que andaba pisando fuerte. Tenía la sensación de que tal vez entraban para comprobar cómo estaba y para tenerme controlado, por lo que miré al techo para ver si había alguien, pero nada. Estaba todo en silencio, no lo entendía, si había dos personas en la habitación, cómo se podían estar comunicando. 

-Venga Lucía, vámonos. -dijo un hombre fuera mientras salían y cerraban la puerta.

¿Era ella? Había estado a pocos más de unos metros de Lucía y no me había respondido, por qué no lo hizo. Tal vez, estaba siendo obligada a entrar para hacerme sufrir más a mí. O puede que ni siquiera fuera ella y que el hombre hubiera dicho Lucía para hacerme creer que estaba allí. Pero, por qué sabía que mi novia se llamaba Lucía. Quién era yo y por qué era tan importante como para ser espiado y, más tarde, encerrado en una habitación de cuatro paredes lisas y blancas.

La elecciónWhere stories live. Discover now