Neyra no pudo evitar recordar cuantas veces en el pasado había soñado en tener todo el tiempo del mundo y la edad para poder estar con Alexander sin prisas. Sin temores y sin tener que preocuparse por el tiempo o por cuidarse para que su papá o sus hermanos o alguien de su familia los descubriera. Le dolía pensar en lo irónico que era la vida, en ese momento ella estaba ahí sentada a solo un metro de distancia de él, conversando y tomando el café que el mismo le preparo. Sin embargo, ahora en vez de amor solo había dudas y resentimientos. Lo único que no había cambiado era la química que había entre ellos la cual crecía más cada vez que se encontraban y después de haber revivido el fuego anoche, ahora cada vez que se encontraran a solas les iba a costar más trabajo reprimir sus deseos.

Alexander pensaba cosas similares, también creía que necesita escuchar una disculpa de parte de ella; necesitaba saber porque lo hizo. Deseaba escuchar una razón, o la excusa que haya tenido para romper su promesa de amor. La tenía tan cerca y por momentos le daba la impresión de que estaban en el pasado y que ella era su misma Neyra. Todavía le costaba trabajo creer que hubiera sido capaz de engañarlo, lo hubiera creído de cualquier otra mujer; pero no de ella.

Las miradas de ambos cambiaron por las dudas que tenían, al estar sumergidos en los recuerdos del pasado ninguno tuvo nada más que decir.

–Es hora de que me vaya. –dijo ella, y se levantó. podía ver en Alexander las misma dudas y deseos de aclarar lo que paso. Posiblemente, también el entendía que era mejor dejar el paso atrás.

–Te acompaño. –se ofreció, levantándose después de ella.

–No hace falta, ya te quité demasiado tiempo. Gracias por el café. –dijo al despedirse y darle el termo.

Alexander lo tomo y sintió que aún tenía café. –Llévatelo no lo necesito, o si quieres puedes tomarlo como excusa para venir a verme. –le sugirió casi sonriendo.

Neyra ciño el ceño y se le quedo viéndolo fijamente por varios segundos. –Adiós Alexander. –se despidió con una leve sonrisa.

–Hasta pronto bonita. –dijo y se dio la vuelta para entrar a su casa.

Neyra y Alexander prefirieron quedarse con la duda de porque su relación termino mal. Ella estaría ahí solo un par días y después cada uno continuara con sus vidas. Ambos ya habían tomado rumbos diferentes y además los dos eran muy orgullosos. Después de esas pocas horas que tenían de haberse encontrado no había duda de que los dos pudieron sentir la conexión mental y física que había entre ellos.

Si antes de ese día ninguno había podido remplazar al otro, en ese momento ninguno quería pensar en lo difícil o; mejor dicho, en lo casi imposible que sería encontrar a alguien después de pasar esos días juntos.

El encuentro entre ellos dejo a Alexander bastante pensativo y con más dudas de las que tenía antes. ¿Porque no podía perder el interés en Neyra como con cualquier otra mujer con quien pasaba un rato y después no le interesaba más? ¿Porque las palabras y la conducta de Neyra lo hacía pensar que ella todavía era una mujer de valores y principios y de ser así, dónde quedaron cuando lo engaño?

Poco después, cuando Alexander se iba yendo al trabajo, vio a Neyra a lo lejos montando, ella detuvo el caballo y se recargo sobre el cuello del animal mientras le acariciaba el pelo. Segundos después cuando se enderezo, fue para regresarse a todo galope hasta la casa de su papá. Por un momento Alexander tuvo temor de que no fuera a poder detener el caballo. Sin embargo, cuando vio que lo detuvo sin ningún problema antes de acercarse a donde estaba Manuel; hasta ese momento recordó lo buena que era para montar.

–Hasta que no te caigas un día del caballo. –dijo Manuel –no entiendo porque no puedes cabalgar como cualquier otra persona. ¿Cuál es el gusto de traer el pobre animal a todo lo que da? – le reprendió  su papá, sin levantar la voz.

Una Segunda OportunidadWhere stories live. Discover now