♥ Mala idea ♥

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~Me debes todos los besos y las caricias que no pude darte~


Neyra estaba tomando su bata y se la iba a poner cuando vio a Alexander de reojo salir enojado de ahí; lo supo porque lo vio aventar la puerta al pasar, dejando la otra  puerta abierta. Para asegurarse de no toparse con él, decidido quedarse un rato más ahí. No entendía porque Alexander se había ido así de molesto; la molesta y la ofendía había sido ella, no él.

"Porqué le dijo que al menos esa vez fuera honesta; con que cara de hablaba de honestidad, si él fue quien le puso la engaño a ella". – pensó ella.

Poco después Neyra se fue a su casa, si antes no se pudo dormir ahora la frustración y el coraje que sentía no le permitió ni siquiera mantenerse quieta en un solo lugar. Dispuesta a sacarse esa mezcla de sentimientos encontrados y dudas, decidió salir a cabalgar. Se cambio de ropa, cepillo su pelo y lo sujeto en un chongo a la nuca.

Minutos después regreso a las caballerizas, pero esta vez con un pantalón de mezclilla, botas, y un suéter de cuello en V con botones tres botones grandes. Lo único que quería era salir de ahí en ese mismo instante y estuvo a punto de hacerlo sin ensillar al caballo. Pero algo la hizo recapacitar en que hacía mucho tiempo que no montaba a pelo y no se quiso arriesgar a caerse. Saco a uno de los caballos y lo amarro en el primer pilar de madera para poner primero una manta y sobre ella colocar la silla. Ajusto las bandas de piel y una a una fue cerrando cada una de las hebillas hasta que termino, y al hacerlo se aseguró que la silla estuviera bien puesta, desamarro al caballo y lo monto.

–Por fin. – exclamo al creer que volvería a cabalgar nuevamente esas tierras y que el aire fresco que le iba a dar en la cara, la relajaría y le ayudaría a olvidar ese mal rato. Al darle la vuelta para salir vio Alexander, esta vez con camisa y botas, parado a un lado de la puerta que estaba abierta. En ese momento lamento no haber dejado ambas puertas abiertas, pero ya era muy tarde para estarse lamentando.

–¿A dónde crees que vas? – pregunto visiblemente molesto y dispuesto a no dejarla salir de ahí.

–No es de tu incumbencia. Mueve por favor. – respondió con la misma dureza que él.

–No vas a ir a ningún lado. – le advirtió más que molesto.

–Este caballo es de mi papá y tú no eres nadie para decirme que hacer.

–Y esta es mi propiedad. Por lo tanto, no vas a ir a ningún lado. No así, ni a esta hora.

Neyra sentía que le ardía la sangre del coraje al tenerlo de frente nuevamente y esta vez sintiéndose con el poder y la autoridad para decirle que hacer.

–Tú no eres nadie para decirme que hacer. Lo que yo haga no es problema tuyo. Mejor vete, porque eres la última persona a quien quiero ver en este momento. – confirmo al ver que él no hizo el intento por moverse y que estaba justamente parado en el centro de la única puerta que estaba abierta.

–Eres libre de hacer lo que te dé la gana, pero aquí no. No estoy dispuesto a correr el riesgo a que suba el precio del seguro si te caes y decides demandarnos.

–Si eso es lo que te preocupa, descuida. No tengo porque caerme, ni mucho menos demandarlos. – dijo esperando verlo moverse, pero no fue así.

–Maldición Alexander vete y déjame en paz. – grito enfurecida.

–Bájate o te bajo. – le exigió molesto por la forma en que ella le hablo.

–Quítate de ahí o no respondo. –sugirió mientras el caballo impaciente se movía de un lado a otro

–No te atrevas, te lo advierto. –dijo al verla decidida a salir.

La amenaza solo sirvió para que Neyra decida echara andar el caballo a paso veloz, pero Alexander se le puso enfrente al caballo y alzo sus manos para detenerlo mientras le ordeno al caballo que parara. Se acerco a la cara del animal y acariciando sujeto la rienda por un costado de la cara para que Neyra fuera a tener la brillante idea de echarlo  andar nuevamente.

Una Segunda OportunidadDonde viven las historias. Descúbrelo ahora