VII

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Del día que nos conocimos hasta hoy... y nuestro futuro.


El tiempo pasaba volando, tan rápido como lento, sin notarlo llevaba tres años en la misma situación. La primera vez se propuso sería la última, no valía la pena estar en constante contacto con esas personas, sin embargo, la situación era tan constante que en algún punto siquiera resulto importar.

Los exámenes finales estaban a la vuelta de la esquina, no era propio de un jefe de casa estar distraído, no cuando sus alumnos necesitaban de asesorías y más trabajos prácticos para pasar estos sin complicaciones, no más de las necesarias.

Ese era su trabajo, lo tenía muy claro, y si lo tenía tan claro ¿Qué hacía en su cocina horneando una tarta de frutillas?

—¿Cuánto falta Sev? Me muero de hambre —el niño que le impedía seguir con sus labores escolares llevaba un buen rato quejándose de lo mismo, pero se negaba ir al gran comedor o a las cocinas de la escuela.

—Estará cuando tenga que estar. Si comieras apropiadamente durante el almuerzo no tendrías hambre a esta hora —reprendió al pequeño, quien se sonrojo y aparto la mirada. Otra cosa que tenía clara era la razón del porque ese mocoso no probo bocada alguno.

—Tenía que mandar la carta. Sabes que tiene que ser a esa hora o de lo contrario alguien la vería salir —lo observo un momento antes de desistir en seguir regañándolo. Tres años conviviendo con él y no podía negarle casi nada, apenas podía darle un regaño inicial cuando ya se encontraba consintiéndole. Era frustrante que siempre se saliera con la suya, pero adoraba verlo feliz, simplemente contradictorio.

Desde que Harry tenía cinco, y después de su inesperado encuentro, buscaba la manera de colarse a sus aposentos, lográndolo después de un par de intentos. Severus no se explicaba como pasó, sus protecciones eran fuertes no las mejores dado que estaba en un colegio, pero si un reto para cualquier alumno, quizás el niño si poseía una potente magia y no fue mera casualidad la derrota de Tom. Probo con nuevos encantamientos, cada levantamiento nuevo de barreras fue derribado por Harry, cansado y a sabiendas que las cosas no cambiarían cedió paso libre registrando la firma mágica del menor.

—Seria más conveniente mandarlo de noche, o de ultima que lo mande yo. Tuney descansa los miércoles, bien puede guardar la carta hasta que llegue Dudley —sugirió, sabiendo la respuesta a eso.

—¡No! No sería lo mismo. Se manda por la mañana para que en la tarde que regrese Dudley del internado sea lo primero que reciba —explico la situación como si el no comprendiera la importancia del horario— y por la noche yo recibo la suya.

El timbre del temporizador lo libero de buscar que decir. Él había causado esta situación así bien, solo le quedaba callar y alimentar al desesperado Harry. No involucrarse era la acción más sensata, no que Harry se lo facilitara, pero él también estaba intrigado por el extraño presente de Petunia; Albús le había pegado lo chismoso. Decir que la respuesta lo sorprendió era poco e increíblemente resulto gratificante, no consiguió solo información, también logro cumplir el deseo del pequeño, bueno, eso estaba en proceso. Desde que hablo cara a cara con la mujer, esta y su hijo escribían cartas a Harry y el emocionado contestaba.

Ahora a un mes y una semana del octavo cumpleaños de mini Potter, reunió todo lo necesario para el encuentro, eso era la carta, dictaba fecha y horario de arribo a la casa ajena, al fin ambos primos se conocerían.





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