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Era Sábado por la mañana, se podían apreciar pequeños destellos de luz por la ventana, molestando el sueño de Gustabo quien se removió incómodo.

– ¿Qué mierda?

Cuado intento cubrir sus rostro de los molestos rayos de luz, su acción fue detenida. Se encontraba atado a la cama. Rápidamente alzó su vista percatándose que sus pies también lo estaban, un intento fallido de sacarse las cadenas llamó la atención del pelinegro que se encontraba en la cocina preparado el desayuno.

– Quieto.

Soltó, el rubio mordió su labio admirando al mayor.
Llevaba una sudadera gris, con una camisilla blanca y lo más importante, no llevaba ropa interior.
Por otro lado el se encontraba totalmente expuesto a los ojos del otro.

– ¿Cómo dormiste?

– Como un bebé.

– Me satisface – Se acercó a la cama sentándose a un lado de Gustabo, quiero lo miraba fijamente analizando sus acciones.

– Tienes un minuto para hacer tus necesidade, luego quiero que regreses y me esperes en posición de descanso, ¿de acuerdo?

Mientras daba las indicaciones se disponía a quitar cuidadosamente las cadenas del cuerpo del contrario. Cuando ya por fin el menor se encontraba libre se sentó junto al otro.

– Comenzando desde... – Miró su reloj – ¡Ahora!

Como alma que lleva el diablo, Gustabo salió disparado de la cama hacía el baño, donde lavó su rostro quitando todo rastro de cansancio, tomó una toalla humedeciendola para después limpiar un poco su cuerpo. Al terminar regresó apresurado tumbandose en la cama de un pequeño salto.

– ¡Listo!

– 32 segundos, nada mal.

– Que le puedo decir...

– Bien, a desayunar.

(...)

Su pecho desnudo subía y bajaba en busca de aire. Los fuertes azotes que había recibido le dejaron descolocado, nunca pensó que el dolor le excitara tanto.
Se sobresalto cuando sintió como su cadera era alzada por el mayor; su trasero estaba totalmente expuesto.

– Lindo culo, nena - Gustabo soltó un jadeo.

– Señor..

– Silencio. No tienes permitido hablar.

Apretó fuertemente sus labios, llevaban un buen rato jugando. Sin embargo, había aguantado como un hombre su necesidad de eyacular, quería quejarse y resaltar su obediencia. Pero por más que quisiera era callado.
Los dedos de Conway se abrieron paso en la entrada del otro por segunda vez, dando embestidas rápidas. Aunque había pasado un tiempo desde la última vez, su entrada seguia un poco suelta por lo que fue fácil seguir con un ritmo frenético y constante.

– ¡Ah! mi-ierda – Se estiró un poco para tener más contacto.

Sin darse cuenta ya no era necesario que Conway moviera sus dedos ya que con sus movimientos de cadera se autopenetraba. Sentía como pequeños espasmos se apoderaban de el, no aguantaría mucho más.
El mayor a darse cuenta en un rápido movimiento le sentó frente a el: – Venga, tócate y muestrame como lo disfrutas.

Obediente, abrió sus piernas y con algo de nerviosismo tomó su miembro empezando a masturbarse con la atenta mirada del mayor en su cuerpo.
Entre el frío de la habitación y su calor corporal por la excitación, podía delirar cada vez que sus dedos tocaban la punta de su miembro.

Fın De Semαnα. | IntendenteplayDonde viven las historias. Descúbrelo ahora