26. La visita

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Aunque aquel lunes era festivo, Irene llegó temprano al despacho. Subió la persiana para que entrara la luz, ordenó su mesa, organizó las estanterías, guardó los documentos en carpetas y afiló los lapiceros. Se sentó, cuando hubo terminado, en su sofá, y le pegó un buen sorbo al café para llevar de su cafetería favorita y respiró hondo.

Después de haber pasado uno de los mejores fines de semana que había tenido en años, junto a Pablo, el sábado haciendo cosas que ninguno había hecho antes y el domingo con una buena sesión de películas en el sofá, parecía que la semana podía y debía seguir siendo inmejorable. Pero entonces, alguien llamó a su puerta.

—Lo siento, hoy es festivo y no hay consulta fuera de horario de clases —se aventuró a decir, pensando que era cualquiera de sus pacientes.

—No vengo a una consulta.

Era un adulto. Un adulto de unos casi cuarenta años, con un traje impecable y unas ojeras de campeonato. Irene no le reconoció, pero supuso que sería algún nuevo profesor al que le habían recomendado ir presentándose a todo el mundo.

—¿Puedo ayudarle?

—Soy Jaime Arias.

—¿El padre de Enzo?

—Sí. ¿Puedo pasar?

—Claro, siéntese.

Irene se incorporó en el sillón y observó cómo el hombre, bastante más alicaído de lo que se esperaba, se sentaba frente a ella como lo hacía cada martes y cada viernes su hijo. Era curioso cómo a pesar de llevar tratándole meses, ésa era la primera vez que Jaime Arias se dignaba a pasar por su despacho, ya que siempre estaba demasiado ocupado como para tener una tutoría que no fuera vía teléfono.

—¿Y bien? Por fin nos conocemos...

—Sí, la verdad. Me la imaginaba más mayor...

—Y yo a usted más estirado, supongo.

—Enzo no le habrá hablado bien de mí...

—No tiene nada que ver con Enzo, señor Arias. Tiene que ver con que llevo desde que empezó el curso queriendo que venga a mi despacho a hablar de su hijo, y usted siempre está demasiado ocupado. ¿Sabe? Creo que ése es uno de sus principales problemas, si me deja buscar en el archivo...

—No se moleste —la voz de Jaime detuvo a Irene cuando ella se volvió hacia el mueble de cajones donde guardaba todas las historias de sus pacientes—. Sé de sobra qué errores he cometido con mi hijo...

—Y no parece gustarle que se los recuerden.

—Escuche, señorita Losas, no he venido aquí para hablar de los avances o nulos avances de Enzo, he venido para decirle que no creo que él vuelva a venir a su consulta.

—¿Y eso por qué? Yo no lo he autorizado.

—Él es mayor de edad. Tiene derecho a elegir.

—Ya, pero por muy mayor de edad que sea, sigue teniendo problemas.

—El único problema que tiene Enzo es que ha tenido una familia demasiado cobarde, pero él, gracias a Dios, no ha salido a nosotros...

—Señor Arias, me estoy perdiendo, lo siento.

—Verá, mi padre falleció el viernes...

—Así que por eso se marchó tan rápido del recital...

—¿Qué recital?

—Nada, nada. Continúe, por favor.

—El caso es que mi padre falleció el viernes...

Nunca digas siempre [COMPLETA]Where stories live. Discover now