Capítulo 13 - Juzgar desde la distancia

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—Parece que se soltó el cable de arranque— Comenta en tono analítico. Ante la obviedad de su respuesta no puedo evitar responderle.

—¡Oh! Qué listo, no nos habíamos dado cuenta. Ni que hiciera falta una carrera de ingeniería para llegar a esa conclusión— Replico con ironía.

Aunque está de espaldas a mí no puede evitar girar un poco la cabeza, como si por un momento me fuera a mirar por encima del hombro, pero no llega a hacerlo, no se atreve. Desde aquel día evita mi mirada de todas las formas posibles. En cambio Chel me observa con una expresión confusa en el rostro sin ser capaz de comprender mi enfado.

Ignorando mi comentario, Blaime continúa con el análisis mecánico.

—Es sencillo, tengo que desmontarlo para volver a colocar el cable en el dispositivo de arranque, pero necesitaré herramientas.

—¿Y a qué esperas? Vamos, date prisa, nos hace falta— Los ojos de Chel se abren como platos ante mi ácida respuesta, pero no abre la boca. Es posible que haya sonado un poco desagradable, pero se lo merece.

—Pues tendrá que esperar— Contesta como siempre, con ese tono seco, mientras se pone en pie—Tengo una salida.

En su camino hacia la puerta solo cruza miradas con Chel, como si sólo estuviera ella en la sala. En cambio a mi ni me mira aunque haya contestado a mis palabras, cosa que me enfurece todavía más, al parecerme esto un acto de cobardía.

Sin decir nada más, abandona la sala dejándonos a Chel y a mi solas con el maldito trasto. Me dan ganas de soltarle si es que no le han enseñado que responder a las palabras de otro sin verle a la cara es de mala educación, pero me contengo.

Cuando ya consigo dominar mi ira y volver mentalmente a la sala, en lugar de al almacén donde Blaime y Madeleine daban rienda suelta a su pasión, me encuentro con la estupefacta mirada de Chel que me contempla con una mueca de sorpresa como si no diera crédito a lo que acaba de ver, y por esa expresión se que no va a dejar el tema ahí. Le devuelvo la mirada sin poder evitar sentirme molesta ante su inquisitivo gesto y entonces me pregunta.

—¿Se puede saber qué narices ha sido eso?— Inquiere con una sonrisa incrédula en la cara y levantando las cejas en una expresión de sorpresa mientras se cruza de brazos.

—Que es idiota— Replico aún furiosa, con Blaime, con el aparato que no funciona y con el mundo en general.

Mi respuesta debe resultarle graciosa, porque suelta un carcajada antes de contestarme sin borrar esa sonrisa maliciosa de su cara.

—¿No era que te caía bien? ¿Que te hacía gracia que fuera de duro pero que en realidad sea un buenazo? ¿Dónde ha quedado eso?

El interrogatorio, lejos de calmarme lo que consigue es acentuar más mi enfado por recordarme lo que sentía antes de la noche del almacén, curiosidad, admiración, incluso deseo por Blaime.

—¡Pues ya no pienso igual!— Le espeto. Entonces me doy cuenta de que estoy pagando con ella mi enfado. Bajando un poco el tono desagradable de mi voz, añado —Siempre me está recordando que él está más preparado que yo, que yo no sirvo para estar aquí...Me tiene harta— Declaro.

Pero no le digo toda la verdad porque eso implicaría sacar a relucir los trapos sucios de Blaime y confirmar que siento algo por él.

Chel continúa mirándome con esa sonrisa pícara en la cara, como si por alguna razón no se tomara en serio mis palabras. Si hubiera visto lo que vi yo, si sintiera lo que siento yo, seguro que no se reiría tanto.

Rompe el silencio para interpelar con una expresión amistosa en su cara.

—¿ Y acaso no es, en parte así?

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