Capítulo 4 - Lo que pudo ser se acabó

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Tras ordenar mis cosas y establecer mi "espacio vital", salgo del barracón que compartimos con la UNAMIR para reunirme con Chelsea, que está, junto a Sabine y Cristi, repartiendo las cenas en la la cantina

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Tras ordenar mis cosas y establecer mi "espacio vital", salgo del barracón que compartimos con la UNAMIR para reunirme con Chelsea, que está, junto a Sabine y Cristi, repartiendo las cenas en la la cantina.

—¡¡Ey!! ¿Te has instalado ya?

—Si— Mi tono cortante no le pasa desapercibido. Me mira levantando una ceja.

—¿Te pasa algo?— Inquiere.

—Es Mark, no me deja en paz...— No puedo evitar un bufido al recordar el desagradable encuentro en el barracón, sus palabras, sus aires de Don Juan, su petulancia ¿Pero qué se habrá creído ese imbécil? ¿Qué me he venido hasta aquí por él?

—Ignóralo— Replica encogiéndose de hombros sin darle mayor importancia —Se le pasará...— En ese momento una duda surca mi mente.

—¿Oye, tu le dijiste que venía?— Chelsea deja de hacer lo que está haciendo para girarse hacia a mi con la sorpresa dibujada en la cara.

—¿YO?— Pregunta en un tono estridente, llevándose la mano al pecho para señalarse —¿Decirle algo yo a ese gilipollas? ¿Después de lo que te hizo?— Suena ofendida, pero la que debería estar ofendida soy yo por tener a mi ex revoloteando a mi alrededor a diez mil kilómetros del punto donde nos conocimos.

Es posible que no fuera su intención decírselo, que no lo llamara para contarle, "oye, Sheyla se va a venir a Ruanda de cooperante, ¿te vienes?" No, Chel no es así. Pero lo que sí es posible es que en algún momento hablaran, porque hubo un tiempo en el que Chelsea, Mark y yo éramos inseparables, y preguntando por mi, algo le hubiera contado. Sin malas intenciones, sin darse cuenta siquiera, pero algo le tuvo que decir, porque sólo ella y mi familia sabían de mi decisión. No me creo que sea cosa del destino que este tío esté ahora aquí, acechándome por las esquinas como un violador.

—Vale, olvídalo— Respondo con acritud. Prefiero no seguir dándole más vueltas al tema, por mi propia salud mental, no tiene sentido que busque culpables. Si lo sabe por Chel y se vino por eso, estoy segura de que ella no lo hizo conscientemente. Sea como sea aquí hacen falta manos para ayudar, aunque sean las de ese idiota. Quizás Chel tenga razón, quizás si no le doy importancia termine por entender, que lo que hubo entre nosotros, murió, que pierde el tiempo si se cree que voy a caer rendida a sus pies con esos patéticos intentos de acercarse a mi. Nadie es tan imbécil como para no entender, que hay errores en la vida que no tienen solución. Ni siquiera él.

Me concentro en continuar con mi labor, que es la de seguir sirviendo las cenas. Pero a Chel no le convence mi respuesta, y vuelve a insistir.

—¿Estás bien?— De nuevo el tono protector en su voz. Me limito a asentir, para indicarle que si. Ni siquiera tengo ganas de abrir la boca para decir nada en este momento, mi enfado aún está ahí, latente y no me apetece darle una excusa, una contestación tipo, "si, claro que estoy bien". No, con ella no tengo la necesidad de fingir sonrisas ni aparentar estar bien para que se sienta mejor.

RWANDA®Where stories live. Discover now