Capítulo 38 -Si no acaba con la guerra, no es una victoria

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Blaime

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Blaime

Avanzamos lentamente en una columna de 4. A la vanguardia el Liberty del comandante Riviere marca el ritmo de la marcha por una pista tan estrecha que sortear cualquier obstáculo supone toda una prueba de pericia para los conductores. Y no es que las carreteras de África sean conocidas por su buen trazado precisamente...

Cierra la columna mi unidad con el Democracy, dirección noroeste, hacia la línea del frente, donde el brazo armado del FPR pugna por el terreno al que en otro tiempo han tenido que renunciar sus padres. Una generación de soldados nacidos bajo la bandera de Uganda, forjados en otra guerra que no era la suya y que ahora reclaman lo que en su día le arrebataron a sus progenitores.

Del otro lado de la contienda, la carne de cañón de una élite hutu creyente hasta la médula de que todo lo que baña la luz les pertenece. Otrora relegados a un escalafón inferior, hoy hacen pagar a las generaciones posteriores de aquellos señores feudales tutsis el agravio. La víctima es ahora el verdugo, como en tantas otras guerras.... Y si hay una ley que impere en África, esa es la de la venganza, un mal más difícil de erradicar que el hambre.

El recorrido transcurre en silencio, los chicos van callados como muertos. Esperaba que charlaran entre ellos, ya que se conocen de antes, o que al menos me contaran qué pasó con su anterior comandante, cosa que me intriga. Pero nada. Aquí dentro nadie dice nada. Se mantiene cada uno en su puesto, con la boquita cerrada y la mente vete tú a saber donde. Hasta que por la emisora de onda corta entra un aviso urgente. Y si entra por aquí es que el destacamento en cuestión no está lejos.

—Base aquí Super 6-8, detenido convoy por incidente violento. Repito, detenido convoy por incidente violento. Permiso para intervenir— Desde base solo les falta responder que se vayan a la mierda. Les contestan que tiren, que si no los atacan a ellos pasen de largo y no se metan.

Y qué fácil es decirlo cuando tienes el culo cómodamente sentado en una silla en la seguridad de un despacho... A veces me sorprende la falta de implicación por parte del alto mando. Pero aplico la norma de ver, oír y callar. No es mi problema.

Pegando la oreja, Lambert comenta.

—Vaya, parece que están jodidos— Y sí, deben de estarlo cuando un convoy entero tiene que parar y solicitan intervención. Lo que deben tener delante tiene que ser de envergadura porque aquí no nos metemos en refriegas por deporte... Pero aún no he acabado de hacer mis propias conjeturas cuando la voz de una mujer, tan familiar para mí como la de mi propia madre, se apodera de la señal.

—Escúcheme bien, señor, están linchando a una mujer embarazada, usted no puede decir que— No me jodas... ¡Es Sabine!

El corazón me da un vuelco en el pecho al oírla. Una oleada de adrenalina se dispara por todo mi cuerpo y me retuerce las entrañas. A mi lado Fontaine trata de indagar.

—Mierda, ¿Esa no es Sabine?— Con un nudo en la garganta respondo que sí mientras me afano en escuchar la conversación que mantienen el sargento Abisanya, con el conductor del camión.

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