XXXII

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Trabajamos dos días enteros antes de lograr dormir por una noche.

Gandalf nos despertó. Ya estaba abrazada a Legolas. Bajamos, comimos algo y comenzó la reunión.

— Frodo está más lejos de mi visión comienza Gandalf— ¿Qué hay de la tuya, Al?

—Nada—respondo—. Desde la última batalla no he logrado verlo o sentirlo.

—La oscuridad se intensifica—prosigue el mago, asintiendo. —. Si Sauron tuviera el anillo, lo sabríamos.

—Solo es cuestión de tiempo —añado.

—Así es, princesa. Él ha sufrido una derrota, pero detrás de esas oscuras paredes se reorganiza.

—Que se quede ahí ¡Que se pudra! ¿ y a nosotros qué?—dice Gimli después de exhalar el humo de su pipa.

—No seas ridículo, Gimli, es obvio que vendrá. —le digo.

—Además aún tiene diez mil orcos entre Frodo y el monte del destino. Lo mande a su muerte...

—No sirve de nada lamentar si aún hay esperanzas, Gandalf.

—Alhelí tiene razón, aún hay esperanzas para Frodo. Solo necesita tiempo y paso libre por la llanura de Gorgoroth. Podemos dárselo.

—¿Cómo? —pregunta el enano.

—Sacando a los enemigos que podamos, que vacié sus tierras. Debemos reunir a sus hombres y marchar a la puerta negra.

Gimli se atora con el humo al oír esas palabras.

—No vamos a triunfar usando nuestras armas —opina Eomer.

—Nosotros no, pero hay que dejar que Frodo actué y mantener el ojo de Sauron fijó en nosotros—le responde el humano.

—Que no vea ninguna otra cosa moviéndose. —añado.

—distracción— dice Legolas.

—Aguarda la muerte—exclamó Gimli. —¡No podríamos ganarle! ¿Qué esperamos?

—Sauron sospechará de la trampa. No morderá el anzuelo. —habla Gandalf a Elessar.

—Yo creo que sí.

Legolas y yo nos miramos. Un poco de temor en las miradas. Ahora hay una conversación pendiente.

Rato después acompañamos a Aragorn hasta la sala donde se encuentra el ojo de Sauron. Esperamos afuera y hablamos entre nosotros.

—No te dejes engañar —le digo antes de cerrar las puertas. Legolas y yo permanecemos en silencio un rato.

—¿Vas a ir, no es así? —me pregunta. Yo solo asiento. —¿Qué hay de nuestra hija? —insiste. —. Has de quedarte.

Lo miré a los ojos, tomó sus manos y habló.

—Amor, sabes que no puedo hacer eso . Te amo a ti y a nuestra hija. Lo último que quiero es morir y dejarlos, pero debo pelear, es lo que me han encomendado los valares.

—Lo sé, pero...

—Hagamos una cosa —le digo—. No nos separaremos a menos que haya que utilizar medidas extraordinarias y si estamos perdiendo, nos teletransportamos hasta Lothiel, tomaremos a nuestra hija y cruzaremos el mar con nuestra familia, ¿te parece?

— Es la mejor opción...

Algo se rompe adentro, lo que nos distrae. Yo utilizo mi capucha y entró de forma rápida al salón.

—¡NO!— me gritó Legolas, ya muy tarde, yo estaba al lado de Aragorn. El collar de Arwen estaba en el suelo, roto.

—¿Te lo dijo, no es así?—le pregunto mientras apoyó su cabeza en mis piernas y con magia tape el ojo.

Una Elfa En La Historia //ESDLAWhere stories live. Discover now