Capítulo 11

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20 de febrero

Si las miradas hablasen, la mujer de Natalia hubiera puesto el grito en el cielo durante aquellos días.

El juego de miradas que llevaban empleada y jefa, estaba fuera de cualquier mundo.

Alba estaba inmensamente feliz, y Natalia...

Natalia simplemente no tenía las fuerzas para resistirse.

Sabía que lo que estaba haciendo estaba mal, fatal, horrible y todos los adjetivos negativos que se le pudieran ocurrir, pero no podía.

Alba era magnética.

Alba era una nevera y Natalia el imán de las mejores vacaciones del mundo. Sabía que se podía caer, pero siempre volvería a estar pegada a aquella nevera.

Había límites que no estaba dispuesta a cruzar, como los físicos. Eso lo tenía claro.

No quería hacer más daño y tampoco cargar con más culpa. Ya había traicionado suficientes valores en aquella confesión descabellada y poco meditada en aquel laberinto.

Vivía en un eterno dilema.

Si Alba le atrajera y jamás hubiera dicho nada no sería infiel, pero el hecho de confesarlo en voz alta, parecía convertirla en eso.

Ella se sentía como tal...

Aunque si se lo dijera a Carla tal vez no se sentiría tan culpable.

Pero tenía miedo. Estaba cagada de miedo y llena de confusión.

¿Cómo iba a poner en palabras algo que ni siquiera ella misma sabía explicarse?

Sacudió su humeante cabeza y se concentró en los papeles.

No has hecho nada, Natalia.

Mientras, en el vestuario, una alegre Alba se soltaba la melena delante del espejo y se peinaba con más ganas que cualquier otro día.

Julia se acercó a ella por detrás y la miró a través del espejo.

— Tú tienes un don nato. – Sonrió.

— ¿Qué dices? – Rió confusa.

— Al igual consigues vender un tiramisú que cambiarle el humor a la jefa. – Rió. — Yo alucino contigo.

— Yo no hago nada. – Se encogió de hombros.

— Bah, algun encanto que yo no veo debes tener escondido. – Carcajeó.

— Qué mala es la envidia... – Bromeó con ella.

— Envidia ninguna. – Se hizo la digna. — Oye vamos a picotear algo los de cocina, ¿te vienes o vas a casa?

— Que va, tengo que ir a casa que mi madre ya me ha hecho la comida. – Mintió.

— Ay que su mami le ha hecho la comida. – La picó despeinandole el pelo que llevaba rato peinándose.

— ¡Julia! ¡Me cago en ti! – La empujó para luego seguir peinándose con cara de pocos amigos.

— A ver si te vienes algún día anda, que nunca hacemos nada. – Comentó cuando calmó su risa.

— Vale, por mí guay. – Fue sincera, dedicándole una sonrisa a través del espejo.

— Te tomo la palabra. – Acarició su nuca con cariño y se despidió. — Nos vemos por la noche, Alba.

— ¡Adiós! – Se despidió con alegría.

Cuando terminó de arreglarse y coger toda su ropa, se aseguró que era la última que quedaba en el local y corrió hacia el despacho de Natalia con una sonrisa traviesa.

Are u gonna tell her? - AlbaliaWhere stories live. Discover now