Capítulo 4

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31 de diciembre

Despertarse e ir a trabajar ya era una costumbre para Alba.

Desayunaba corriendo y se despedía de su madre hasta la hora de comer para luego volver a salir corriendo.

El horario partido hubiera matado a cualquiera, pero si Alba tenía que ser sincera, diría que estaba empezando a estar más que agusto en aquel restaurante.

Ella se ocupaba de la sala o de la barra, se lo iba turnando con Miki, y cuando él no estaba, con Natalia.

Sintiéndolo mucho por el chico, aquellos eran sus días favoritos.

Trabajar con Natalia era su placer culpable. Al principio la temía, e incluso hubiera preferido no verla ningún día, pero sus sonrisas escondidas y su delicadeza le había robado más de un suspiro.

Era la primera vez en su corta vida que se sentía tan atraída por alguien, y consciente de que era una total y absoluta locura por su diferencia de edad y por que la otra estaba casada, eso solo añadía más leña al fuego de su pasión.

A quién quería engañar, lo imposible de la situación le hacía cosquillear el estómago al pensar en ella. En rozar sus labios...

Había tenido tanto tiempo para observarla, de lejos, de cerca, a media distancia... menos mal que su jefa no podía leerle la mente.

Sólo pensar en que aquello pudiera pasar le ponía las manos a sudar.

Negó con la cabeza, ruborizada mientras se colocaba sus zapatos, se sentía una adolescente cliché enamorada de su profesora.

Le parecía tan divertido como excitante. A pesar de saber que sería incapaz de dar un paso alguna vez en su vida. Ella no era aquel tipo de chica atrevida, y tampoco se le antojaba arruinar un matrimonio.

Simplemente... disfrutaba fantaseando. No había nada de malo en ello, ¿no?

Levantó la vista por enesima vez en cinco minutos y vio que todavía seguía siendo temprano.

Resopló.

Aquel día, más que agujas, parecía que el reloj tenía muletas y avanzaban cojeando.

Al no trabajar por la mañana con motivos de festividad, se le estaba haciendo la espera eterna para volver al trabajo.

Resignada, salió de su habitación hacia el salón, encontrándose a su hermana y a su madre viendo una película navideña.

— ¿A qué hora te vas? – Preguntó su madre cuando la vio aparecer.

— Entro de aquí a una hora. – Avisó sentandose encima de su hermana e ignorando sus quejidos. — Calla que esta noche no nos podremos felicitar el año, me tendrás que aguantar ahora.

— ¿Hace falta que te aguante el culo gordo también? – Gruñó apartándola.

— Tú sí que tienes el culo gordo. – Le sacó la lengua quitándose de encima por fin.

— Tengamos la fiesta en paz, que mi niña se va a pasar el Fin de Año lejos... – Murmuró con pena.

— Sí, mamá, a Japón... – Rodó los ojos. La sobreprotección de su madre a veces le cargaba demasiado.

— Siempre te quedara tu niña favorita. – Se pronunció Marina con ojitos hacia su madre.

— Ñiñiñiñi... – Le hizo la burla Alba.

— ¡Pesada!

— ¡Niñata!

— ¡Amargada!

Are u gonna tell her? - AlbaliaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora