Capítulo 7

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20 de enero

— ¿Hija? – Se asomó Rafaela por la puerta de la habitación de Alba.

Era muy temprano, pero la joven no había tenido ningún problema para levantarse, al fin y al cabo, llevaba días deseando ese momento.

Por otro lado, la pobre madre vestía el albornoz de ir por casa y tenía los pelos como un nido de pajaros.

— ¿Qué haces despierta? ¿He hecho mucho ruido?

— No... sólo quería despedirme. – Se acercó a observar la maleta de su hija, que todavía estaba abierta. — ¿No es poca ropa de abrigo?

— No mamá, es la misma que me pongo aquí. – Cerró la maleta para que su madre no cotillease más.

Un silencio se instauró en aquella habitación mientras Alba se colocaba el abrigo y recogía las cuatro cosas que le quedaban por llevar.

Su madre no podía quitar la sonrisa de la cara, estaba tan orgullosa...

— ¿Qué? – Preguntó cuando vio su mirada embobada.

— Nada hija, que crecéis muy rápido... – Le achuchó las mejillas. — ¡Estás tan mayor y tan guapa!

— ¡Ay mamá! – Se quejó apartándose.

— Calla anda, que te vas tres días lejos a trabajar... mi pobre niña.

— Pero si fuiste tú quien me hizo ponerme a trabajar. – Rió con las incongruencias de su madre.

— Cuando seas madre lo entenderás. – Se excusó. — No te enamores de ningún chico guapo y nos abandones.

— Lo intentaré. – Bromeó obviando el hecho de que ni siquiera había pisado el sitio y ya tenía a su chica guapa.

Tras despedirse de su madre y darse entre mil y mil quinientos abrazos, por fin llegó a la calle.

Tal y como Natalia había prometido, aquella mañana se presentó temprano a buscar a la pequeña Alba.

No pudo evitar sonreír de vuelta al ver la enorme sonrisa que iluminó el rostro de la pequeña, un poco colorado por el frío que hacía aquella mañana.

Por otro lado, el corazón de Alba no había dejado de latir con fuerza desde que se había levantado. Por fin había llegado el momento.

Natalia estaba ante sus ojos de nuevo.

— Hola. – Saludó tímida a todos los presentes cuando se asomó por la ventanilla, pero sin dejar de mirar a su objetivo.

Todos la saludaron y mientras se preguntaban cuatro cosas Natalia se bajó del coche y cogió la maleta de la rubia.

— Te la pongo en el maletero. – Informó.

— ¿Puedo sentarme delante? Detrás me mareo. – Preguntó inocentemente.

Pero Natalia no se fió ni un pelo.

— Cuentos chinos a otra. – Bromeó dejándole claro que aquello no iba a pasar.

Con rapidez caminó de nuevo hasta el asiento de piloto y con un resoplido, Alba se sentó en la parte de atrás junto a Julia.

— Oye, pon la maleta a mi lado y ponte tú en el maletero si esas son las ganas de sentarte conmigo. – Chinchó Julia cuando Alba se sentó a su lado con cara de pan.

— ¿Tienes una bolsa?

Julia entendió el sentido de aquella pregunta, cuando media hora después Natalia tuvo que estacionar el coche a un lado de la carretera con prisas ya que Alba estaba echando el desayuno por la boca.

Are u gonna tell her? - AlbaliaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora